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¿Con Iglesias hemos topado?

Si alguien puede abreviar el sanchismo no es otro que Pablo Iglesias.

Si alguien puede abreviar el sanchismo no es otro que Pablo Iglesias.
Europa Press

Es curioso cómo funciona a veces esto de la prestidigitación política y el ilusionismo parlamentario. Todo el mundo pendiente de Carles Puigdemont para ver si la legislatura llega o no llega a puerto. Como si Puigdemont, gesticulaciones aparte, tuviera ninguna posibilidad de dejar caer a Pedro Sánchez mientras no tenga la amnistía en el bolsillo. Que al final la tendrá, pero, ¿qué prisa hay? Mantener esta pelota en el aire, pero sin acabarla de encestar, es un seguro de vida a todo riesgo para Sánchez.

Yo siempre he dicho que, si alguien puede abreviar el sanchismo, no es otro que Pablo Iglesias. El Ciudadano Kane en la sombra de la ultraizquierda. Es el único que no tiene nada que perder —Podemos ya no pincha ni corta en la Moncloa— y todo que ganar: si la actual coalición de gobierno se viene abajo como el castillo de naipes que es, los herederos del cortijo del 15-M pueden aspirar a erigirse en único polo de la progresía "verdadera". Sin duda estarían más cómodos con un ejecutivo de derechas que les diera margen para hacer ¿política? desde las barricadas, fumándose un puro.

Interesante la evolución del 15-M a los escaños, de los escaños a los ministerios y de los ministerios a las purgas neoestalinistas. Si algo ha quedado claro es que a los wokes les viene grande la política institucional. Cuando intentan hacerla, como Yolanda Díaz, les crecen los enanos y las contradicciones. Es que es muy difícil gobernar. Más de lo que parece. Es mucho más fácil utilizar las instituciones como terminales de agit-prop y de bombeo de subvenciones a las redes clientelares amigas. Si encima están peleados y resentidos entre ellos y dispuestos a sacarse los ojos con un tenedor, todo puede pasar.

Ya que a algunos tanto les gusta recordar el franquismo, dediquemos también alguna jornada de reflexión al papel determinante del comunismo para darle el tiro de gracia a la Segunda República española. Sin querer entrar, por no pelearnos, en el animado vodevil de experimentos radicales previos al golpe militar del 18 de julio (una cosa no se entiende sin la otra, aunque no se justifique ninguna), lo que está claro es que, si los estalinistas no hubieran decidido usar España como un campo de pruebas, quién sabe si los republicanos se habrían podido defender mejor. La guerra se perdió en el preciso instante que quedó aparcada para acometer no sé cuántas revoluciones. Y venganzas.

Si consideramos, como consideran muchos autores, que la guerra civil española fue la antesala de la Segunda Guerra Mundial, un ensayo general del choque frontal entre fascismo nazi y fascismo comunista, con las cobardonas presuntas democracias mirando para otro lado en la primera guerra, y llegando a los cafés a la segunda, quizás tomemos conciencia de los peligros de las gobernanzas agresivamente utópicas. Sabemos lo que pasó a raíz de que la guerra la ganara Franco. Pero, ¿y si llegan a ganar los otros? ¿Alguien cree que las esperanzas democráticas y liberales suscitadas por el período republicano se habrían podido salvar?

Hitler y Mussolini ayudaron a Franco a ganar. La Komintern de Moscú no sé yo si no acabó ayudando a la República a perder. Qué les pregunten a los desdichados brigadistas internacionales llegados por miles a España para combatir en pos de un ideal para ellos inefable, convertidos en la práctica en carne de cañón y propaganda, y abandonados después a su suerte o a algo peor, como el macartismo.

El nuevo y crudo debate sobre el necesario rearme europeo nos devuelve a aquella batidora de extremismos a cual más disparatado. Oyes hablar a Ione Belarra, y parece que la opción de rearmarse y comprometerse con la defensa europea no exista. ¡No a la guerra! ¡Porque yo lo digo! ¿Tú y cuántos más?

Una cosa es decir "pide lo imposible y si lo dan avísame", otra negar que la Tierra es más o menos redonda, gira más o menos alrededor del Sol, y más nos vale que siga siendo así. Ser de izquierdas a determinado nivel en este país cada vez se parece más a ser como esa derecha religiosa americana creacionista que niega la teoría de la evolución de Darwin. Yo con estos ojitos y estas orejitas que se va a comer la tierra vi y oí una vez a un aspirante a candidato presidencial en USA decirle a otro: "Oiga, si usted y su familia quieren descender del mono, no es mi caso".

Brutal. Pero no mucho más que otras consignas que las alegres huestes wokes de aquí proclaman por las calles y por las plazas. Deberíamos darle todos una pensada a nuestra tolerancia para ponernos en manos de gente así para que nos gobierne. O simplemente mangonee. Por de pronto, la duda que a mí me asalta es: ¿conseguirán los hijos de la ira morada cargarse a Sánchez… o acabarán por centrarlo, por dejarlo como el único referente de una izquierda más o menos normal? Porque ya saben lo que pasa a veces en el país de los ciegos.

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