Feijóo se luce con el capote de Prisa ante un Sánchez descastado
El presidente del Gobierno llegó a responder una pregunta que sólo existía en su cabeza y drenó su frustración atizando a Ayuso y a Mazón.
Oro, plata, sombra y sol, Alberto Núñez Feijóo tomó por musa a Joseph Oughourlian y, con un capote inspirado en el quilombo prisaico, melodía de colores, garbo –galaico– de esta tierra, bordó su faena parlamentaria contra un Sánchez descastado, falto de fijeza, como enajenado, que llegó a responder una pregunta que sólo existía en su cabeza y que drenó su frustración atizando a Ayuso y –fácil lo tenía, a ver– a Mazón. El Gobierno, en la sesión de control de este miércoles, se asemejó a los efectos especiales de las adaptaciones turcas de las películas de ciencia ficción y/o de terror de Hollywood, y se manifestó pretencioso, hiperbólico y, en ocasiones, ridículo; por su parte, el primer partido de la oposición, nobleza obliga, pasó sobrado el corte.
Recordemos: según el medio francés Le Point, el ministro Óscar López, junto al nuevo presidente de Telefónica, Marc Murtra, se reunió en París con el director general de Vivendi, Arnaud de Puyfontaine, para pedirle que vendiera su participación en Prisa; el lunes, el presidente Oughourlian marcaba el territorio en su periódico "independiente" con un artículo en el que comparaba a Sánchez con Franco. En estas, Feijóo le preguntó al presidente del Gobierno si estaba al tanto de la reunión, y el macho alfa de la Moncloa, valentón, le respondió a la supuesta cuestión registrada, que versaba, en teoría, sobre el gasto en Defensa.
Sánchez, no sé si sobrepasado por el ego, no sé si por haber pasado una mala noche soñando con el juez Peinado, contestó a una pregunta ficticia y Feijóo, claro, aprovechó bien el resbalón de irrealidad: "Miente hasta en la formulación de la pregunta que yo le hago", que era: "¿Va a ofrecer la información que le demandan los españoles?". El líder de la oposición, con el viento a favor, le interpeló si "tampoco estaba al tanto de lo que hacía Ábalos, de lo que hace su hermano, de lo que hace el fiscal general y de lo que pasa en su casa". Después, hurgó en el artículo de Oughourlian: "Desde luego, no se puede decir que este periódico no le conozca bien. Y el diario The Times recogía la comparación de usted con el general Franco, con el dictador Franco". Tras censurarle que dedique "más tiempo a la guerra de Prisa que a la de Ucrania", le pidió que "no le haga también un daño irreparable a la empresa Telefónica": "Tiene miedo a la verdad, tiene miedo a la libertad, quiere controlar la información pública porque ha perdido la opinión pública". Estas dos últimas palabras no se oyeron porque, ay, el presidente del PP se quedó sin tiempo. Su adversario, herido y fuera de sí: "Llegó al frente del PP para tapar la corrupción de la señora Ayuso y pretende mantenerse tapando la negligencia del señor Mazón".
Sánchez –y el Gobierno, en general– se limitó a defenderse escudándose en el presidente de la Generalidad Valenciana y en el acuerdo alcanzado con Vox. Abascal se refería a los disturbios de Salt, se ciscaba en "la promoción de la inmigración ilegal" y pedía al Ejecutivo que no critique tanto al PP: "Es el modelo que ambos imponen de la mano de la señora Von der Leyen". El presidente, aliviado, se dio un respiro: "Lo que amenaza la democracia de nuestro país no es la inmigración, sino esos tecnooligarcas a los que usted pone la alfombra roja", "son gobiernos como el de Orban, que ayer prohibió las manifestaciones de los colectivos LGTBI", y en ese plan. El embajador de la república independiente de su casa, Gabriel Rufián, entrañable, le preguntaba al presidente por Rodalies y, como con despecho, le reprochaba a Junts que coloque "a sus amiguetes en el consejo de administración de Renfe". Celos, son puñales que se clavan en el fondo de mi alma…
Cuca Gamarra le preguntó a María Jesús Montero si "cuenta con el apoyo del propio Gobierno para incrementar el presupuesto en defensa", y la visepreci, porque sí, tiró por el reparto de menores inmigrantes no acompañados gastando el habitual populismo de hojalata: "¿Va a seguir negando el derecho a los niños?". Ester Muñoz dejó en evidencia –y van…– a Yolanda Díaz cuando cuestionó la "estabilidad" del Ejecutivo y, sobre todo, con el siguiente disparo a bocajarro: "¿No está capacitada para contestar a una mujer cuando la pone entre la espada y la pared?". Respuesta de la vicepresidenta segunda: "No". La diputada popular, relamiéndose: "No me ha quedado claro. Cualquiera de las dos cosas son preocupantes". Insisto: pato, pato, pato…
Cayetana Álvarez de Toledo le preguntó a Bolaños si, siguiendo el ejemplo del fiscal imputado García Ortiz, "ha cambiado de teléfono" o "borrado sus mensajes", el ministro trinitario quiso machacar el "pacto racista" de PP y Vox en Valencia, y la portavoz adjunta del PP remató a placer –"Racista dice el del pacto racista con Junts, el del pacto con Bildu, que jalea el asesinato de españoles, incluidos sus compañeros"– y, a modo de agenda venenosa, remarcó el 16 de abril, fecha en la que "Bolaños comparecerá como testigo, es decir, con la obligación de decir la verdad. Difícil empresa para un bulócrata". El socialista, renegrío, le afeó a la popular que juegue "a las insinuaciones" a la vez que se sumaba a su supuesta partida: "Señora Álvarez de Toledo, ¿Tiene usted dinero fuera de España? Gracias". El portavoz Tellado, desaprovechado –el PP no debiera convertirlo en nuevo Gil Lázaro–, a Marlaska: "¿De verdad sostiene que la cesión de competencias en materia de inmigración y fronteras es constitucional?". Al titular de la cartera de Interior le traicionó el subconsciente: "Claro que hay una cesión, mejor dicho, una delegación de competencias en el marco migratorio". Dudo que la corrida quede en el recuerdo.
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