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Pedro Gil Ruiz

Trump también tiene su Koldo

El machaca de Trump se llama Steve Witkoff. Es el asesor especial del presidente para Rusia, Ucrania y Gaza. A su lado, Koldo es un popurrí entre Demóstenes y Tucídides.

Donald Trump. | Europa Press

En una de sus declaraciones en la Audiencia Nacional ante el juez Ismael Moreno —la del 21 de noviembre de 2024—, Víctor de Aldama narra lo sucedido en el Aeropuerto de Barajas tras la llegada de Delcy Rodríguez a Madrid. "Oigo barbaridades, como llamar a la ministra de Defensa para que se preparen dos pilotos militares y cojan el avión privado y se vuelvan a ir... A Koldo se le ocurrían cosas magníficas". Hay guasa y desdén en el comisionista cuando se refiere al asesor especial del ministro Ábalos. Aunque a veces tenía ideas de casquero, a Koldo Izaguirre se le valoraba en el PSOE y en el Gobierno porque era un tipo resolutivo. Si de él hubiese dependido, embarca a Delcy y pilota el avión hasta Caracas de un tirón. A sus espaldas cuchicheaban gallináceos y engreídos funcionarios que no tenían media torta, ni el valor de decírselo a la cara. Él siempre estaba para lo que hiciera falta. Para lo que no se atrevían a hacer los demás.

Todo pequeño hombre al que se le ha subido el humo a la cabeza y además va de estadista, aspira a tener un machaca así. Ábalos lo fue —pequeño y con muchos humos— y lo tuvo. Trump lo es —todo humo— y un estadista del disparate. Su machaca para las misiones imposibles se llama Steve Witkoff. Es el asesor especial del presidente para Rusia, Ucrania y Gaza ¡Casi ná! A su lado, Koldo es un popurrí entre Demóstenes y Tucídides.

Vamos a cruzar el Atlántico y observar por la brecha en la seguridad nacional de los USA que han abierto los chicos de Trump. Imaginen un grupo de guasap de la comunidad de vecinos o de unos colegas que están organizando una salida al monte. Pongan en su lugar a estos artistas: el asesor de Seguridad Nacional Michael Waltz; el vicepresidente J.D. Vance; el secretario de Estado Marco Rubio; el secretario de Defensa Pete Hegseth; la directora de Inteligencia Nacional Tulsi Gabbard; el director de la CIA John Ratcliffe; el secretario del Tesoro Scott Bessent y el enviado especial Steve Witkoff. No faltaba nadie. Los chicos del presidente le van a organizar un ataque a los hutíes que tienen bloqueado el tráfico marítimo en el Mar Rojo y crean un grupo: Houthi PC small Group. Lo hacen en Signal, que es como guasap pero más elitista. Es la aplicación de mensajería que utilizan los líderes del mundo libre. Abascal seguro que también la usa.

Como en todo grupo humano que se precie de serlo, hay un roñoso, un listillo que suele ser además el más fantasma y un entusiasta. El roñoso es el vicepresidente J.D. Vance: "@PeteHegseth si crees que deberíamos hacerlo, adelante. Solo que odio tener que rescatar a Europa una vez más". El listillo es Hegseth, el homólogo de Margarita Robles. Le contesta a VP (las iniciales del roñoso) "comparto totalmente tu aversión por el parasitismo europeo. Es PATÉTICO. Pero Mike tiene razón, somos los únicos en el planeta (para nuestro crédito) que podemos hacerlo. Nadie más está ni remotamente a la altura". Y el entusiasta es el machaca que Trump ha mandado a Moscú para hacerle una exploración a Putin: Steve Witkoff, un promotor inmobiliario enamorado de su jefe. La aportación de Witkoff a la interesante conversación de esta cuadrilla se resume en unos emoticones: dos manos rezando; un brazo luciendo molla y dos banderas USA.

Le he preguntado a un buen amigo, muy elegante, que suele llevar chaquetas certificadas por la Harris Tweed Authority, a qué cree que se debe ese odio hacia Europa. "Debe ser un complejo de inferioridad", me contesta. "Fíjate en los trajes que llevan. Seguro que sueñan con vestirse en Savile Row pero no se atreven porque el jefe los abroncaría. No sé si sabes, añade, que en Gieves & Hawkes se hacían sus ternos el almirante Nelson, Churchill y el último James Bond, Daniel Craig. El propio Putin encarga trajes a la firma italiana Brioni". Le contesto que no puede ser que todo este lío geoestratégico lo provoquen unos yanquis paletos y envidiosos de la cultura y el glamour europeo. "Cosas peores hemos visto. Acuérdate del pequeño cabo austriaco. Era un pintor frustrado y se paseó por el Louvre".

Volvamos con Koldo, porque es nuestro guía para entender la piscología del machaca especial de Trump. Hace ahora un año —el 11 de marzo— hizo unas declaraciones a OKDiario defendiendo al que había sido su jefe: "Creo que —Ábalos— es un hombre que lo ha dado todo, no por él mismo, sino por España, y que ha sido un fiel servidor público. Creo que es uno de los mejores políticos que tiene España". Y ahora escuchemos a Steve Witkoff. Había aterrizado en Moscú a eso del mediodía del jueves 13 de marzo. Putin lo tuvo ocho horas esperando hasta que lo recibió entrada la noche. Después le despachó hacia el aeropuerto Vnúkovo. Algunos interpretan esas ocho horas de espera como una muestra de poder. Será.

Después de su éxito diplomático, Witkoff se fue al programa de Tucker Carlson, un extremista de derecha —y eso en los USA ya es ser muy extremista… para que se hagan una idea: como Julio Ariza, pero en americano—. Carlson le pregunta al enviado especial acerca de su relación con Trump. "Quería ser él. Venía a 101 Park Avenue, donde yo era abogado. Tenía ese estilo caballeresco e intrépido. Lo veía entrar y pensaba: Dios mío, quiero ser él. No quiero ser el abogado. No quiero ser el escribano. Quiero ser ese hombre". Y al referirse a Putin le dice al entrevistador: "Mira, así es como yo lo veo. Antes, los únicos que entraban en el KGB eran los más inteligentes del país. Ellos eran los que entraban en el KGB. Es un tipo superinteligente. De acuerdo, no quieres atribuirle el mérito. No importa. Yo se lo atribuyo". Esto es lo que hay. Así que Dios nos coja confesados.

Mientras, el Diario de Ávila —del rey, de los leales, de los caballeros— titulaba el pasado 27 de marzo: "Ávila, sin miedo a la guerra" y añadía que "el alarmismo no ha cundido, al menos aún, entre los abulenses, que parecen haberse tomado con calma la reciente recomendación de la UE". Aquí somos muy farrucos hasta que pintan bastos.

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