Menú

La universidad, privada de libertad

El socialismo lo redistribuye todo menos lo suyo. Pues que se aparten de la Educación: no se puede redistribuir el éxito escolar.

El socialismo lo redistribuye todo menos lo suyo. Pues que se aparten de la Educación: no se puede redistribuir el éxito escolar.
EFE

Como la presunción de inocencia, la libertad de elección es otro monstruo —o quizá moustro— para la hiperbólica y hasta hiperbárica vicepresidenta, ministra de Hacienda y feliz candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía, María Jesús Montero.

En esta aciaga semana alcanzó a decir en público todo esto:

La universidad privada es la principal amenaza que tiene la clase trabajadora para dar un horizonte de esperanza en esas familias que sólo a través del esfuerzo, a través del conocimiento, de la capacitación van a subir escaños…eh… van a subir eh… eh… ¡escalones! en la escala social. No podemos permitir que alguien se compre el título y la formación compitiendo con el hijo del trabajador que no puede comprarse un título y tiene que tener una beca para poder estudiar. ¡No lo podemos consentir!

Pese a la manifiesta dificultad oratoria, se puede someter el fragmento a un sosegado análisis que nos permita entender el mecanismo argumental de su autora:

Hay que empezar preguntado a la vicepresidenta, ministra de Hacienda, filtradora de expedientes y candidata andaluza qué es la "clase trabajadora". ¿Todos los que trabajan por cuenta ajena, con nómina, o sólo si son de izquierdas? ¿Los autónomos son clase trabajadora o más bien patrones? ¿El que está en paro es clase trabajadora o sólo cuenta si es de UGT aunque no pague cuota? ¿A partir de qué sueldo el trabajador no es clase trabajadora aunque trabaje?

Y, algo más complejo: ¿qué es para una camarada como María Jesús Montero la "escala social" y qué supone subir esos escalones que confunde con escaños? ¿Está insinuando la candidata que si la cosa le va bien al proletario puede incluso dejar de ser clase trabajadora? Es decir, ¿debe aspirar ese trabajador a un sueldo mayor pese al riesgo de desclasarse? ¿Defiende, pues, que el ser humano —si es que el trabajador lo es— aspire a lo que ella detesta? Ni la ministra se entiende cuando se escucha.

Según su argumentación, o lo que pueda llegar a traslucir de ella, el problema no parece ser que el rico compre el título sino que el pobre no pueda hacerlo. En conclusión, ese horizonte del que habla al principio de su accidentada disertación es el que ella misma critica, es decir, comprar el título si pudiera. Mientras, tendrá que conformarse con una beca, mal menor, según parece, pese a lo dignas que siempre han sido y serán, pues premian el mérito y el esfuerzo, no la pertenencia pasiva a una clase, aunque sea a la distinguida clase trabajadora.

Luego puso un ejemplo práctico que merece figurar en algún libro de citas:

"No podemos consentir que una niña, habitualmente una chica, una joven… que tiene hasta un 13 de nota para entrar en Medicina se quede en la puerta (…) y, luego resulte que el que tiene dinero en la cuenta corriente pueda estudiar Medicina con mucha menos nota en una universidad privada. ¡No lo vamos a permitir, la clase media no lo puede permitir!".

Esto ya supera ampliamente a la anterior monterada. Según parece, las que se quedan sin nota para entrar en Medicina suelen ser chicas. Eso o que las niñas son habitualmente chicas, cosa que no le van a consentir los del wokeproletariado del partido. Y luego está el delito de tener dinero en la cuenta corriente, asunto del que ella seguro que está libre de toda la culpa. En qué estaría pensando. Al final, parece que a la niña habitualmente chica le quitará la plaza otro que va a una privada en la que no exigen nota de corte. Cierra la reflexión con una solución a la altura: la clase media vengará a la clase trabajadora. Nivel insuperable.

Pero ¿qué dice la ministra de parte del ramo, Pilar Alegría? Pues evitando datar de cuándo deviene el tema, se lanza al análisis sin contrastar lo dicho por sus propios:

"Veo al Partido Popular, al señor Feijóo, a la señora Ayuso, queriendo generar esta confrontación. Esta confrontación es, clara y sencillamente, una mentira, porque esto no va de universidades públicas contra universidades privadas, esto va de universidades buenas contra universidades malas".

¿Y cómo ve la ministra de Educación y portavoz a la señora y camarada Montero en "esta confrontación"? Esto va de incompetencia estructural. Ni los ministros saben hablar, deducir o pensar. Antes no pasaba y nadie tenía que investigar si tal o cual político había estudiado en una universidad u otra. Ahora lo hacemos los periodistas para señalar contradicciones pero son igual de ineptos estudien donde estudien. Y sí, además son mentirosos y cínicos y nos piden cada día que hagamos lo que ellos dicen pero que jamás imitemos lo que de verdad hacen.

Un detalle que siempre falla: la libertad

Paseando por el monte sin pretensiones patrióticas o expansionistas un amigo me dijo que siempre le ha parecido incorrecto el cartel que dice "coto privado de caza" porque parece que al coto le han quitado la caza, y que sería más correcto indicar "coto de caza privado", que requeriría por lo menos a Pedro Salinas para entender mal el mensaje de que ahí no puede cazar todo el mundo.

Pues con ese retruécano, de lo que está privada la universidad es de libertad. Libertad para elegir. Siempre ha habido y habrá personas con más dinero que otras pero en el caso de la educación no siempre se traduce en desigualdad de oportunidades. Y desde luego no significa nunca que los pobres no puedan estudiar la carrera que se propongan. Porque la ministra parece decir que las universidades públicas son malas, o al menos peores que las privadas. Y lo cierto es que hay de todo. Públicas que dan vergüenza y que sólo sirven para alimentar consignas políticas, y privadas que no saben qué nombre ponerle a una carrera para que parezca importante sin serlo. ¿Qué las privadas regalan —más bien sería que lo venden, pero es que la ministra no entiende de mercados— el título y las públicas son pura excelencia? Pues otra mentira más que puede corroborar cualquier alumno que se tome en serio su formación y cualquier profesor que haga lo propio.

El drama es que el nivel universitario español es mediocre pero avanza inexorablemente hacia lo desastroso. Y el problema es estructural, no sólo del tramo universitario, que es el último eslabón de la Enseñanza, el que debería preparar a personas para que no puedan llegar a ministro en las condiciones de Montero. Mientras en España no se abandonen las estupideces pedagógicas que el resto del mundo civilizado desterró hace décadas nuestros alumnos —y algunos profesores— seguirán siendo resilientes, proactivos, empáticos y analfabetos.

El socialismo lo redistribuye todo menos lo suyo. Pues que se aparten de la Educación: no se puede redistribuir el éxito escolar.

El marido de Begoña y "la fábrica de títulos"

Pedro Sánchez también ha tachado a las privadas como "una fábrica de títulos sin garantías". O sea que se inventan las cualificaciones como hacía su partido con las sobrinas horizontales del ministro José Luis Ábalos. Pues lo ha dicho sin rubor pese a que todo el mundo ha recordado al púber Pedrito con su bequita amarilla en la pechera posando a mediados de los 90 en el patio del privado Real Centro Universitario María Cristina de El Escorial donde cursó sus estudios de Económicas y Empresariales que quizá le sirvieron para encargar la tesis doctoral que defendió en la Universidad Camilo José Cela, privada también.

El licenciado y doctor por vía privada lo tiene claro: "Queremos combatir el avance de centros privados que priman sin rigor y sin escrúpulos el negocio sobre la calidad". Según él se limitan a "hacer caja". No le habrán sentado nada bien estas declaraciones a Begoña Gómez, intrusa universitaria, a quien no habrían aceptado como alumna de los másteres que dirigía por carecer de titulación. Pero lo que sí supo fue primar "sin rigor y sin escrúpulos el negocio sobre la calidad". Vive Dios que lo hizo.

Pero todo esto da igual porque en España la memoria es cortísima y no pasa factura más a que a los incautos. Hubo una ministra de Educación que se dedicó a atosigar a los colegios católicos y resulta que estudió, ella y sus hijas, con las monjas del Sagrado Corazón de Neguri o las Irlandesas de Lejona. Fue ella, Isabel Celaá la que dijo aquello de que:

"No podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres (…) de ninguna manera se puede decir que el derecho de los padres a escoger una enseñanza religiosa o elegir centro educativo podría ser parte de la libertad de enseñanza".

Ahora es embajadora de España ante la Santa Sede.

Las barricadas proletarias están pues frente a las universidades privadas. Y privadas de libertad están las universidades sin que se escuchen demasiadas quejas. Dejamos que elijan por nosotros qué es lo conveniente abandonando cada día más parcelas de nuestra voluntad. Acabaremos abdicando por completo como individuos.

Mucho mejor con Pablo Iglesias o con Juan Carlos Monedero en el "soviet de la Complutense" como lo llamaba una tal Rita Maestre en los inicios de su ruinosa carrera política. O con Íñigo Errejón en la Universidad de Málaga, becado y expedientado por la propia universidad ya que no investigó ni la forma de ir al centro. Ellos saben mejor que nadie lo que es el rigor, la excelencia y el trato personal. Que nadie ose quitar una plaza a la niña habitualmente chica apuntándose a una depravada privada.

Queda la esperanza de que la estupidez instalada sea pasajera y que los valores del conocimiento crítico y la universalidad que deberían caracterizar cualquier centro docente, ya sea público o privado, asomen la cabeza en la clase política antes de que sea demasiado tarde.

Alegrémonos pues, mientras seamos jóvenes. Viva la universidad, vivan los profesores —que lo merezcan—, abajo las tiranías y los aranceles; nuclear sí, Trump a San Petersburgo, y los patriotas que lo demuestren.

Temas

En España

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal