
Dicen los coucheros que toda crisis abre una ventana de oportunidad. No será en el cáncer inoperable, que abre la puerta a consuelos espirituales y a la sabia aceptación de la muerte, pero, evidentemente, no lo cura. Sin embargo, en otros casos, muy especialmente en la economía, lo que Azaña llamó "la musa del escarmiento" puede llevar a curar enfermedades graves. Véase Argentina, donde Milei, cuya victoria predije en una de estas sábanas dominicales: "Sólo un loco puede creer que la Argentina tiene remedio", y los argentinos, ahítos de socialismo y miseria, votaron cuerdamente al loco. Hoy, Argentina lleva más de un año con superávit fiscal, y la pobreza baja rápidamente, aunque los empresaurios quieran forzar una devaluación del peso atacando las reservas del Banco Central. No conocen otra forma de compensar la poca productividad y los precios cuidados que la inflación. Eso supone, sin demagogia, aumentar la miseria para mantener su riqueza.
Por qué triunfa Milei y fracasará Trump
En realidad, este intento se produjo desde el tercer mes de superávit fiscal y de algo que se creía imposible (Macri ni lo intentó, pese a tener a Bullrich) y fue que el Estado recuperó para los ciudadanos la libertad de circular por calles y aceras acabando con la violencia de unos sindicatos fascirrojos, corruptos y violentos. Estaba aún cerca el pánico a la "Hiper", que es como llaman familiarmente a la hiperinflación en un país que la ha sufrido tanto, y que la banda peronista dejó a Milei como una bomba-lapa en el coche. Y en cuanto los empresaurios del Círculo Rojo vieron que el gobierno no iba a caer, pese a los que lo esperaban "comiendo pochoclos", o sea, palomitas, decidieron volver a lo suyo, ganar dinero bastardeando la moneda, que así denominaban a la inflación explicada en De Monetae por Juan de Mariana.
Pero es imposible el control del déficit con la moneda a merced de intereses particulares, así que al aplaudirle por derrotar la Hiper, susurraron al oído que tanta salud mataría al enfermo, y Milei los mandó al guano, que esa su sitio. Si Argentina va saliendo adelante no es sólo por el liderazgo de Milei sino porque sus ideas económicas son correctas, y si mejora cada día es porque no las ha cambiado. A diferencia del cáncer, cualquier economía puede mejorar con un diagnóstico correcto y con el tratamiento adecuado. Y por eso Trump fracasará donde Milei triunfa, porque, ante los males de la economía de su país, yerra en el diagnóstico y desbarra en el tratamiento. En Argentina, Trump estaría en el Círculo Rojo, como un empresaurio más, porque su idea de la economía no se basa en los beneficios de la libertad de comercio, sino en los que rinde el forcejeo de impuestos, léase privilegios, a través de la política.
El reality y la política irreal de Trump
Trump era un famoso de la tele que popularizó el "You are fired!" fórmula perfecta para el responsable de recursos humanos de una empresa, y con la que se identifica el pobre diablo que sueña con expulsarlo él. Era amigo y financiador del izquierdista Clinton, y el aún más izquierdista Obama, se burló salvaje y públicamente de él cuando, tras criticarlo, dejó caer que podría entrar en política. Menudo ojo. Y como Berlusconi, Trump ha creado algo parecido a un programa político en clave de reality. Los dos son profesionales de la televisión, el americano más zafio y el italiano más listo, pero al volver a la Casa Blanca Trump ha decidido no asumir la difícil realidad y hacer política en términos de concurso televisivo. El ciudadano, reducido a la condición de espectador, desde su sillón de Nerón pobre, sube o baja el pulgar, decide entre los buenos y malos, nominados y expulsados, perdonados y condenados, pero todos personajes que le ofrece el programa.
El ciudadano no se da cuenta, o prefiere no hacerlo, de que actúa dentro de la ficción que el guionista le brinda, lejos de la realidad, así que a Trump le es fácil presentar su política económica al modo de una película del Oeste, con honrados labriegos y torvos forasteros, inocentes a la espera del pistolero que, solo ante el peligro, acabe con los malvados. Luego lo hacen sheriff, se casa con la maestra y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Pero si Melania no encaja del todo en el papel de maestra, el que jamás podría ser El hombre que mató a Liberty Valance, es el fanfarrón y exhibicionista Trump. Esto lo consiguió Reagan, un actor profesional que sabía diferenciar la realidad de la ficción y nunca sobrepasó sus límites. No lo logrará Trump porque la realidad demostrará que siempre hay límites y que el voluntarismo y el relato —o cuento— tropieza fatalmente con la verdad.
La naturaleza del arancel y cómo combatirlo
La película presentada por Trump Productions.inc se basa en ese guion de buenos buenísimos que han sido engañados y arruinados por malos malísimos durante muchos años, no aclara cuántos. Pero el sheriff, que es Trump, va a devolver a los americanos, víctimas de esos malvados extranjeros, sólo extranjeros, porque todos los americanos son buenos salvo algunos presidentes, toda la riqueza perdida: Make America wealthy again.
La bala de plata para acabar con los insectos que chupan la savia de los USA es sencilla: subir los aranceles a todo el mundo o casi todo. Salva a Putin, aunque no descarta castigarlo si no obedece. En teoría, lo que hace es aplicar una regla que estima la balanza comercial desfavorable a su país, pero es una regla tan estúpida —Juan Ramón Rallo, a quien felicito por el premio Juan de Mariana, ha diseccionado sus errores técnicos— que, en el caso de la Unión Europea, mete el IVA en el cómputo global de impuestos a las empresas americanas, cuando se trata de un impuesto al consumidor.
Pero lo que prueba la idiocia de Trump y la ignorancia de su Gobierno es que recurre al arma de sacarse los ojos con tal de dejar tuerto al enemigo. Como tenemos déficit comercial, voy a combatirlo encareciendo el gasto de los norteamericanos, que comprarán lo propio más caro que lo ajeno barato. La sociedad norteamericana pagará esa política de Estado que Trump dice que es infalible para beneficiarla, pero que empieza por perjudicarla. Y no como vacuna, sino como remedio definitivo.
Pero, ¿qué es un arancel? En la tertulia de La mañana de este viernes, Manuel Llamas, Carlos Cuesta y Luis Balcarce explicaron muy bien que es, simplemente, un impuesto. Uno de los muchos que gravan o multan a toda actividad económica, vendedor y comprador, mercancía y consumidor. Ese impuesto se impone a toda mercancía por el hecho de cruzar una frontera, y en su origen, podría pasar por un pequeño peaje por gastar el camino. Pero, como la especialización es una pieza clave en el desarrollo de la economía, el Estado vela para que la mercancía que llega no perjudique a la que sale. Y eso se traduce en que cada impuesto, pongamos, a una mercancía textil española, acarree un impuesto parecido a una mercancía textil extranjera. Esa es la idea, claro. Luego, la realidad es sólo sacar dinero, sin excusas.
Las empresas en España y en todo país de la UE, tienen varios tipos de impuestos: el primero, el de su Estado; el segundo, el de la UE. Y ambos a su vez dos tipos, el puramente fiscal y el de las regulaciones ambientales. Hay un tercer nivel: el de la presión fiscal a los ciudadanos, que les dejará más o menos dinero para comprar. Las empresas perjudicadas lo serán indirectamente, ya que, directamente, la subida de precios sólo perjudica al consumidor norteamericano, porque al repercutir en el precio la subida del arancel le resultará más caro. Y más aún si se produce una recesión general.
La forma inmediata de ayudar a nuestras empresas
¿Hay alguna forma de ayudar a nuestras empresas? Por supuesto. Y es la contraria a la anunciada por el gobierno, darles más dinero hasta ver cómo superan esta situación. La equivocación es doble: no se sabe si esto va a durar mucho o poco, por lo que los parches sólo alargan la agonía, y además nuestro gobierno y los de la UE tienen fácil compensar la pérdida de sus mercados: aligerar la carga arancelaria de las regulaciones de la UE.
El FMI considera que las empresas de los países europeos tienen un gravamen del 44% del valor de sus productos, por los impuestos que esos países se imponen entre sí. Si bajaran a la mitad, mejoraría la situación en cuanto a los bienes. La presión a los servicios, según el FMI es aún peor: más del 100%, así que el 20% de Trump sería aún más fácil de compensar. Pero eso supondría rebajar el gasto público, y los políticos de la UE antes nos arrastrarán a una guerra comercial contra los USA por el 20% de los aranceles de Trump, que bajarán el 50% por los aranceles de la propia UE. ¡Qué sería del Planeta, si no luchamos contra el cambio climático! Nada, por supuesto, pero ¿quién dice que el ecologismo es una estafa criminal?
Otro recurso en manos de cada Gobierno es rebajar la presión fiscal. Pero justo eso es lo que no harán. Los aranceles no afectan a más de un 2% de nuestras empresas, que siguen exportando sobre todo a los países de la UE. ¿Se quiere reforzar la competitividad, su talón de Aquiles? Limítese al mínimo el inmenso fardo fiscal que hoy les impone. En vez de poner más impuestos con excusas apocalípticas, rebajen el apocalipsis de sus bolsillos. Nunca ha sido más barato reconducir la deriva ruinosa de la UE. Nunca, y volvemos al principio, han hecho más falta las ideas económicas correctas. Por desgracia, Europa no es liberal, y Trump, menos. Occidente vuelve a los años 30 en muchos sentidos. Milagro será que no liquide sus libertades.




