
El presidente del Gobierno que, hablando de España en el Senado, dijo que "el concepto de nación es discutible y discutido" es el mismo que acaba de declarar en una entrevista en el diario La Vanguardia que "hay que ir al reconocimiento de la identidad nacional de Cataluña". Nos referimos a José Luis Rodríguez Zapatero, que es quien negocia con el prófugo Carles Puigdemont. El peor expresidente del Gobierno, Sánchez aparte, y el peor expresidente de la Generalidad en dura pugna con Pujol y Mas.
Las reuniones de estos dos personajes se llevan a cabo en Suiza y bajo la mediación de un diplomático salvadoreño. En ellas se discute el futuro de España y a nadie le puede caber ya la más mínima duda de que el capítulo final será un referéndum de autodeterminación. Esa es la traducción exacta de "reconocimiento de la identidad nacional de Cataluña". El ínclito Zapatero ha señalado también y en la misma entrevista que entre él y Puigdemont "ha cuajado una relación de confianza, quizá algo más que una relación de confianza". El desastre para España de semejante amistad está garantizado.
El expresidente socialista se labró un gran porvenir convirtiendo la derrota social, policial y judicial de la banda terrorista ETA en una victoria política de los asesinos y ese es el plan para Cataluña, que la derrota de los golpistas se convierta en la derrota de España, de los ciudadanos que se niegan a dejar de ser españoles, de los jueces y fiscales que frenaron los abusos independentistas y del Rey que no quiso contemplar impasible cómo pisoteaban el Estado de derecho Puigdemont, Junqueras y sus Mossos.
¿Cómo no se van a llevar bien además dos tipos a los que España no les parece una nación y Cataluña sí? Son tal para cual sin que sea posible determinar con exactitud quién es más nocivo, frívolo, tóxico y dañino. Puigdemont dio un golpe de Estado y se reunió en la Generalidad con rusos que decían ser emisarios de Putin. Sí, pero no hay criminal internacional que no tenga una foto con Zapatero, empezando por el sátrapa Maduro. Y la agenda de un expresidente del Gobierno es más abultada que la de un expresidente autonómico por más que se trate de un delincuente prófugo.
Así es que la sonrisa de la dictadura venezolana y seguro servidor de Xi Jinping es quién ha entregado el control de la inmigración y de las fronteras al tipo que huyó en un maletero tras proclamar la república catalana del 17. A cambio de eso y mucho más, Sánchez sigue en la Moncloa.
