
Para olvidar un escándalo no hay como asistir a otro mayor. Ni en la más atrevida parodia de serie B imaginaríamos a un presidente de los Estados Unidos aliado con los rusos y profiriendo frases arrabaleras como la que figura ya en su grotesca colección a cuenta de los aranceles. Este gigantón crudo aparca la pickup en el Bronx y le limpian los cristales. Hasta que se la roben.
El problema de la inmediatez mediática —todo pasa volando— es que cuando se está analizando un asunto grave, de pronto empeora ostensiblemente o surge otro problema peor y al final se enmascaran muchas desgracias. Silencios colaterales y alivios inconvenientes a los que estamos más que habituados en la prensa. La ventaja es que en España está tan mal la cosa que se puede colar una morcilla en cualquier artículo apocalíptico y nunca desentona. Hoy es uno de esos días. Ábalos (ya Abaloves) y su patrón no están tan lejos del American Psycho de los aranceles. Pero vayamos por partes.
El mal patriotismo se ha estrellado en todas partes contra un muro de hormigón armado. En Estados Unidos hemos pasado de un Make America Great Again con sobradas razones en su defensa a un supremacismo barriobajero que algunos acompasan con el brazo en alto de los años 30 a los que parece que nos quieren encaminar un siglo después. Y del MAGA, acaban en el MAKA, Make America Kiss my Ass, porque la primera víctima es, desde luego, la nación norteamericana.
La expresión, fuera del aforismo, es del propio Trump, no una broma de internet ni un deepfake de inteligencia artificial. Es Torrente en el Capitolio en una versión que podría imaginar Santiago Segura para redondear una secuela de su extraordinario personaje al otro lado del charco y con maletín nuclear. "Me llaman para negociar. Me están besando el culo".
Son palabras del presidente de los Estados Unidos de América, el mismo que juró así su cargo:
Juro solemnemente que cumpliré fielmente el cargo de presidente de los Estados Unidos y que daré lo mejor de mí para preservar, proteger y defender la Constitución de los Estados Unidos con la ayuda de Dios.
Pues ahí tienen lo mejor que nos puede ofrecer Trump: su culo. Dios lo confunda. Las bolsas del mundo, que no son un juego de ricos sino la economía real de países puesta en los mercados, tiemblan por culpa de este trilero del que todavía no se sabe si va de farol, si es un cobarde o si necesita una carga extra de litio en el cerebro, como los Tesla de su algorítmico amigo, para paliar el catálogo de psicopatías que nos obliga a sufrir junto a él.
Haya o no moratoria arancelaria, restrinja o no la guerra a China y decida o no una rebajita para el resto del mundo, un atrabiliario como Trump no está capacitado para la autoridad que le confiere el cargo de presidente del país (todavía) más poderoso del mundo. ¿Y si le da por jugar al tres en raya con los misiles cuando se aburra con el Monopoly? Ya, los frenos y contrapesos echarían humo y quizá conseguirían bajar a Donald del tiovivo, pero la disuasión mal entendida también puede arruinar al mundo. Y nos quejábamos del anciano que saludaba a las sombras… (y volveríamos a quejarnos, por supuesto).
Como capítulo añadido al folletín, el electroduende Musk se ha quedado sin pilas chinas para sus coches sosos y ha tenido que cambiar de tercio. ¡Aranceles no, gracias! Pocas bromas con el negocio. Al papá de los impuestazos mercantiles, Peter Navarro, le ha dedicado lo mejor de su prosa: "Es un perfecto idiota". Y un más que acertado "es más tonto que un saco de ladrillos" que después elevó todavía más al pedir "perdón a los ladrillos" por hacer una comparación tan gravosa para tan noble material.
El electroduende llama en redes al amigo arancelario de Trump "Peter Retarrdo". Todo muy serio. Para zanjar el espectáculo, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, defiende este enfrentamiento como una prueba más de la transparencia de la administración Trump y reduce a "cosas de chicos" la trifulca entre el Saco de ladrillos y el Algoritmo multimillonario. Y mañana será otro día.
El trumpismo a izquierda y derecha. Del PSOE a Vox
Otro Peter de similar condición a la de los ladrillos es nuestro Peter, el marido de Begoña y hermano de David, que busca refugio en la China de Xi Jinping, y que exhibe un especial instinto para chupar cámara en política exterior en el peor momento posible.
Sus hitos personales son de sobra conocidos: regalar el Sáhara Occidental a Marruecos, reconocer el inexistente Estado Palestino, no reconocer al presidente electo de Venezuela pero hacer negocios con Maduro y, ahora también, hacerse la foto como si de un sinólogo se tratara, con la más grande dictadura comunista en plena guerra comercial mundial. Nuestro Peter, siempre rompiendo el hielo. Y mientras ensaya cómo se dice cualquier mamarrachada en chino mandarín, su familia carnal y política se ahoga en el fango verdadero de la corrupción.
El mensaje del ósculo macarra no debería resultarnos a los españoles ni escandaloso ni ajeno. Seguro que en Junts y Bildu, los del prófugo y los del expresidiario, la frase del yanqui les ha resultado familiar. Tienen derecho a pensarlo. Aquí los aranceles llevan pagándose décadas y adoptan las formas más diversas, desde cupos hasta transferencias pasando por boicots a todo lo español mediante etiquetas. Y los menas, y la deuda y todos los caprichos que se pasan a cobro puntualmente para que no se apague la luz en la Moncloa. La humillación del presidente ante sus acreedores políticos es diaria.
Pero hay otra burla todavía más insoportable y que resuena como la frase de Trump desde dentro de ese palacio que habita el marido de Begoña. Es difícil acumular más corrupción en menos tiempo en un solo partido y que la lluvia no moje, que el barro no manche. Urge despertar o quedaremos narcotizados para siempre, acostumbrados a un paisaje salpicado de rescates a empresas amigas, de colocación en administraciones públicas de sobrinas de catálogo, de hermanos ubicuos y amnésicos, un país de mordidas, pellizcos, cohechos, estafas… y con la eterna sensación de que no pasa nada.
Hay más gente contra Pedro Sánchez que a favor. El problema es que sumen esfuerzos para echarlo y, desgraciadamente, en este momento uno de los bueyes con el que habría que arar anda vitoreando a los machos de la antigua guerra fría, creyéndose, como Sánchez, un papel que no tienen. Son los patriotas del acabose. Tienen en común lo peor de cada uno, que ya es casi todo. Y así es imposible avanzar.
Ni España ni América serán grandes con tipos que se anteponen a esa misión y que cunden como setas después de la lluvia. De usarla mal, la democracia está dejando de lado a la libertad, al individuo, a lo irrepetible de cada persona y voluntad. La última vez que el mundo se abandonó de esa manera acabamos obedeciendo a los que cada cierto tiempo pretenden que les hagamos lo que pide Trump.



