
Al día siguiente de que el Moisés naranja de Nueva York la liara parda con la presentación pública de sus nuevas tablas de la ley, le leí aquí mismo a la compañera Losada que había habido más obreros en aquel acto, el de los jardines de la Casa Blanca, que en todos los mítines de la historia de Podemos desde el día que se fundó la cosa en la Complutense hasta hoy mismo. Y era cierto. El gran fenómeno novedoso de la política en Occidente durante el tiempo presente, sin duda, es ese. A saber, que la clase obrera, o lo que todavía queda de ella aquí y allá tras el temerario suicidio industrial de Europa y Estados Unidos, vota cada vez más a la extrema derecha. Y que, por su parte, la izquierda se ha convertido, también poco a poco, en la seña de identidad electoral exclusiva de los universitarios posmaterialistas de la clase media urbanita.
En España, curiosamente, el PSOE representa todavía una excepción a la tendencia general visible en toda Europa, pero no Sumar y Podemos, dos grupos que responden a ese perfil sociológico típico, el de los jóvenes de cierta pequeña burguesía provista de credenciales académicas y origen familiar bienestante, aunque laboralmente frustrada y proclive a la agitación iconoclasta. El problema de esa izquierda que quiere percibirse a sí misma como radical y transformadora, por oposición al inane vacío ideológico de los socialistas, es que no tiene nada que decir sobre la economía; simplemente, no albergan en la cabeza ni una sola idea propia sobre ese asunto, ni una.
Y resulta que el Problema, con mayúsculas, del siglo XXI se llama economía. Tras luchar en solitario por la muy revolucionaria y anticapitalista causa de la gordofilia, ahora el Podemos renovado y purgado del matrimonio Ceaucescu ansía resucitar enarbolando la bandera de la paz en Europa. O sea, convirtiéndose en avalistas intelectuales y aliados tácitos del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, cuyo proyecto para Ucrania no constituye un secreto para nadie. La revolución resultó ser el Partido Republicano de los yanquis. Cosas veredes.
