Al desastre provocado por el apagón del pasado 27 de abril hay que sumar ahora la paralización forzada de 30 trenes AVE el pasado domingo, como consecuencia de una extraña incidencia que dejó a 11.000 viajeros encerrados en los vagones durante varias horas camino de Sevilla. En uno y otro caso el Gobierno ha tratado de eludir sus responsabilidades refiriéndose a hechos fortuitos, tratando así de ocultar el grado de improvisación e incompetencia de los altos cargos que el sanchismo ha colocado en puestos clave como Red Eléctrica o el Ministerio de Transportes.
Óscar Puente achacaba ayer el caos provocado en la línea de AVE Madrid-Sevilla a un robo de cable en cinco puntos de la provincia de Toledo, mientras que el presidente de Renfe aludía al enganchón en la catenaria de un tren de la compañía Iryo como origen del problema. Más tarde, el ministro se ha descolgado con la hipótesis de un sabotaje a gran escala, teoría conspiratoria sin confirmación posible hasta el momento, que recuerda a la sospecha ridícula de un complot del Kremlin para justificar el apagón que sufrió España la semana anterior.
En todo caso, es bueno recordar que no es la primera vez que se produce un robo de cable en los tendidos ferroviarios, un hecho que sucede con cierta frecuencia sobre todo en Cataluña. En todos los casos se trataba de grupos de delincuentes comunes, lo que cuestionaría la teoría del sabotaje propagada por Puente sin aportar la menor prueba al respecto.
Pero el problema de Renfe no es solamente el robo puntual de algún tramo de cableado eléctrico. Bajo el mandato de Óscar Puente en el ministerio se han producido todo tipo de incidencias en el servicio ferroviario, que han provocado retrasos y parones en gran parte de la red. La mala ejecución o el momento elegido para las obras del ministerio, los problemas de gestión del tráfico ferroviario en momentos clave o los fallos de los nuevos trenes de Renfe no son hechos fortuitos ni el producto de una oscura conspiración, sino el reflejo de una gestión incompetente que perjudica gravemente a todos los ciudadanos mientras el ministro se dedica a insultar en las redes.
Óscar Puente representa lo peor del sanchismo por la zafiedad con que irrumpe en el debate público para atacar a cualquier adversario político que ose criticar a Pedro Sánchez, su líder supremo. Mejor le iría al ministro (y a todos los españoles), si las energías que dedica a rondar por internet celebrando chascarrillos las empleara en gestionar su departamento con la eficacia y solvencia que merecen los españoles.