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La ideología del PP

El sentido común como supremo principio doctrinal de la derecha, en el fondo, solo consiste en cambiarle el nombre a la tecnocracia de toda la vida.

El sentido común como supremo principio doctrinal de la derecha, en el fondo, solo consiste en cambiarle el nombre a la tecnocracia de toda la vida.
Alberto Núñez Feijóo se reúne con Úrsula Von der Leyen en Bruselas. | PP

Con el Partido Popular y el asunto de la ideología siempre ha ocurrido lo mismo que teorizó Pío Baroja sobre el pensamiento navarro. Por eso, no esperaría yo del congreso que acaban de convocar grandes prodigios filosóficos al respecto. No se le pueden pedir peras al olmo. Ni falta que hace, por lo demás. La única ideología en la que se reconoce y siente cómodo el Partido Popular remite a lo que ellos llaman "sentido común". Y ese sentido común suyo no admite otra definición que la concepción exclusivamente técnica, administrativa y gerencial de la cosa pública. El sentido común como supremo principio doctrinal de la derecha, en el fondo, solo consiste en cambiarle el nombre a la tecnocracia de toda la vida.

De ahí que sus dirigentes gusten tanto de presentarse en sociedad como "gestores", jamás como exponentes de una determinada corriente doctrinal que, a su vez, expresa una visión específica del mundo opuesta y confrontada con otras distintas y alternativas. Ello implicaría el riesgo de meterse demasiado en política. Y el PP, ya se sabe, es apolítico por vocación. De ahí que el PP esté tan rendidamente enamorado de Uropa. Y es que Uropa, en la medida que ha absorbido lo más importante y fundamental de la antigua soberanía española, les permite no tener que pensar en las ideas políticas. Para eso ya están Uropa y los sabios de Bruselas, que son los que de verdad entienden de esas cosas tan difíciles y abstractas.

Pero de Uropa les va a venir ahora el problema en el no habían pensado. Porque el molesto incordio de la extrema derecha solo se puede resolver plantando cara al sarampión woke y al descontrol migratorio. Pero resulta que el catecismo woke tiene en la Comisión Europea a sus principales valedores. Y en el asunto migratorio ocurre otro tanto de lo mismo. Así las cosas, cualquier dirigente conservador que se aparte un milímetro de esa ortodoxia se arriesgará a verse metido en el mismo saco de los apestados que Orbán y compañía. Uropa es su solución; pero también, ¡ay!, su problema.

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