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Vértigo (cutre) en el Palau

Hoy en día el Palau es tanto o más famoso por los casos de corrupción (de prebostes del pujolismo) que por la música, los que allí gritan "in-de-pen-dèn-cia" cobran sueldos públicos o viven de la subvención,

Hoy en día el Palau es tanto o más famoso por los casos de corrupción (de prebostes del pujolismo) que por la música, los que allí gritan "in-de-pen-dèn-cia" cobran sueldos públicos o viven de la subvención,
LD

Hace unos días vi por la tele (menos mal que no me tocó verlo en directo) un acto en el Palau de la Música Catalana de Barcelona, organizado por Òmnium Cultural, con asistencia del presidente de la Generalitat, Salvador Illa, y el del Parlamento catalán, Josep Rull. Aquello no acabó como una comparecencia pública de Leire Díez, pero poco faltó. En un momento dado, todos los presentes se pusieron a gritar a pleno pulmón "In-de-pen-dèn-cia!", mientras aplaudían hasta romperse ellos las manos y romper a los demás los tímpanos. Rull, al lado de Illa, gritaba y aplaudía como si no hubiera un mañana. Que, a juzgar por las encuestas, igual es verdad que no lo hay para Junts, como no espabilen. Aunque, de haberlo, queda claro que el actual presidente del Parlament tiene mucho interés en heredar las llaves de la masía.

Illa, que encima es bastante alto para ser catalán y para ser político, no sabía dónde mirar ni dónde meterse. Viendo las imágenes, me acordé de mi propia experiencia en otro templo de la música catalana, el Liceu, en el año 2003. La describí en este artículo, publicado hace ya unos cuantos años.

Para quien no tenga tiempo y/o ganas de leérselo, en esencia contaba que servidora, que por aquel entonces ya llevaba cinco años viviendo en Madrid, tuvo un primer pálpito anticipado de lo que iba a ser el procés al asistir a un concierto en el Liceu que se convirtió en un acto de "exaltación patriótica", con todo el mundo cantando Els Segadors de una manera tan antinaturalmente agresiva que asustaba. Hasta a los que siempre nos habíamos considerado catalanistas, sin por ello sentirnos obligados a ser separatistas ni antiespañoles. Ese día yo comprendí que todos esos matices se iban a acabar. Habría que "elegir bando", no precisamente a favor o en contra de España, sino, peor aún, a favor de unos catalanes y en contra de otros. El resto es Historia.

Titulé mi reseña Vértigo en el Liceu (y no Cachondeo en el Liceu, por ejemplo) porque, para qué nos vamos a engañar: aquello daba miedo. ¿Daba miedo lo del otro día en el Palau de la Música? Pues no. Lo que daba, es pena. Más de dos décadas después, la historia se repetía no como tragedia, sino como farsa. Bastante cutre.

No digamos si lo comparabas encima, no ya con lo mío en el Liceu en 2003, sino con lo de Jordi Pujol en el mismo Palau de la Música en 1960. Los famosos Fets del Palau. Cuando otro concierto allí se convirtió en un alegato catalanista y antifranquista, con el público entonando el Cant de la Senyera (un himno mucho más inclusivo y hermoso que Els Segadors…) que había sido excluido del programa por las autoridades. También se distribuyó un panfleto contra Franco redactado por el propio Pujol, que no asistió al concierto, pero esa misma noche fue detenido en su casa. Pudo escapar, muchos se lo aconsejaron, pero no lo hizo. No todos son como Puigdemont. Ni siquiera cuando va en serio y te "enfrentas" no a un Estado democrático de Derecho sino a una dictadura plena. Pujol fue torturado en comisaría, se le formó consejo de guerra y fue condenado a siete años de prisión. Al final cumplió sólo tres, pero vaya, que aquello iba en serio. Muy en serio. No como todo y todos los que han venido después.

Hoy en día el Palau es tanto o más famoso por los casos de corrupción (de prebostes del pujolismo) que por la música, los que allí gritan "in-de-pen-dèn-cia" cobran sueldos públicos o viven de la subvención, al resto de España se la suda lo que griten y a los únicos que nos molesta es a los catalanes partidarios de la convivencia y de la normalidad institucional y constitucional. Franco está muerto por mucho que lo saquen a pasear día sí, día también en una especie de apocalipsis zombie. Aquellos que, en plena enajenación del procés, por lo menos tuvieron la gallardía de dar la cara y llegaron a entrar en prisión han sido indultados o serán amnistiados. Incluso los que se dieron a la fuga después de malversar cantidades indecentes de dinero público. Laura Borràs, otra expresidenta del Parlament, apeada de ese alto honor por su trilerismo cuando estaba al frente de la Institució de les Lletres Catalanes y troceaba contratos a favor de dealers y amiguetes, pretende que la indulten por la cara y sin ni necesidad de mostrar arrepentimiento.

Si no eres independentista todo esto te da mucha vergüenza ajena. Si eres independentista, yo creo que te debe dar hasta vergüenza propia. Porque a mí estos no me representan, pero a ellos sí. Y hay que ver cómo les han tomado el pelo y se lo intentan seguir tomando. Con representantes así, ¿quién necesita enemigos? Yo propongo que nos busquemos un espacio de reunión que, para evitar el mal fario, no sea ningún Palau. Ni el del Liceu, ni el de la Música, ni el de Pedralbes.

Busquemos un sitio normal donde ser gente normal con preocupaciones normales en un país normal. Con héroes de la normalidad y no de pacotilla.

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