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Después de Sánchez, ¿qué?

Los daños infligidos son múltiples y diversos. Afectan tanto a los sistemas como a los procedimientos y las conductas. Hasta será difícil de evaluar el destrozo.

Los daños infligidos son múltiples y diversos. Afectan tanto a los sistemas como a los procedimientos y las conductas. Hasta será difícil de evaluar el destrozo.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto de inauguración del Hospital Universitario de Melilla. | Europa Press

En el partido de Sánchez vuelven a aparecer voces. Voces como de espíritus que vagan por pasillos mal iluminados y estancias deshabitadas por tanto tiempo que los muebles están tapados con sábanas, como se hacía antes del plástico. Son las que se llaman voces críticas, son las voces preocupadas por los daños. Ahora preocupan los que inflige - y se le permite infligir - a la "fontanera" que hace las delicias del espectáculo mediático. Antes fueron esta o aquella corrupción, antes fue la amnistía, antes también los pactos con los separatistas catalanes y la santificación de Bildu como socio preferente, y así una serie de transgresiones que van quedando como olvidadas, empequeñecidas, superadas siempre por las siguientes.

Un primer problema de estas voces es que no hay manera de cuantificarlas y pocas tienen nombre y apellidos. Un segundo problema es que o no tienen influencia en los órganos de dirección o no la ejercen. Claro que hablar de órganos de dirección hoy en el partido del Gobierno linda con la ciencia-ficción. El único órgano realmente existente es el que toca, locamente, la gente que forma el grupo, la clique, la banda o la panda del presidente. Locamente y con ira. A Madina, por decir algo crítico sobre el último escándalo en un programa de radio, lo acaba de insultar el ministro del ramo del insulto. Bueno, uno de ellos.

Los whatsapp entre Sánchez y Ábalos ya dieron prueba de la incapacidad del jefe de la banda o la panda para tolerar las voces que no se ahorman al coro de la consigna, el autobombo y la confrontación.

Esa intolerancia, casi física, también significa que las teme. Quizá absurdamente. Si pudo surgir una rebelión a bordo tras el desastre de mayo de 2023 - municipales y autonómicas que dejaron al partido sin poder territorial -, el peligro se conjuró con el adelanto electoral y su resultado: desde entonces, ni un conato. Precisamente, una de las pocas voces con nombre pide estos días otro adelanto electoral para que los destrozos en la política nacional no los paguen ¡otra vez! las pobres sucursales. García-Page, en fin, mira por lo suyo y ahí se queda. Que no se diga que ataca de frente a la panda y la banda. Que no se diga que es "desleal". Aquí se puede ser desleal a lo más importante, pero al partido, no.

Entre las voces anónimas que aparecen en las crónicas, alguna decía esta semana que "después del sanchismo no pueden quedar las instituciones del sanchismo". Hablar de instituciones del sanchismo es un sarcasmo, involuntario o no. Aunque sí puede decirse que con Sánchez se ha institucionalizado la corrupción de las instituciones. No en el sentido económico, sino en el de instrumentalizarlas, socavarlas y pudrirlas. La cuestión que se plantean las voces anónimas no es pequeña cosa. Los daños infligidos son múltiples y diversos. Afectan tanto a los sistemas como a los procedimientos y las conductas. Hasta será difícil de evaluar el destrozo. Pero está claro que las vías que ha utilizado para salirse con la suya no se las han inventado Sánchez y su panda. Estaban ahí. Sólo que nadie había tenido el desparpajo de llegar tan lejos por ellas. Quiere decir esto que lo que hay que asegurar es que no pueda volver a ocurrir. Hay que cambiar la cerradura y tapar los huecos para que se no cuelen unos desaprensivos que se llevan lo que hay de valor y dejan unas falsificaciones. Esta tarea necesita un programa meditado, más que un título con pegada: hace una década se le llamó "regeneración" y allí se quedó. Si el PP lo tiene, no lo enseña mucho ni lo detalla. Pero para tener algún viso de realidad, no debería ser ni de un solo partido ni el típico programa que dura lo que dura una campaña.

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