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Más se perdió en Cuba

¿Podrían DEJARNOS EN PAZ y dejarnos elegir qué canciones escuchamos, qué cultura consumimos, sin pasar censura?

A algunos queridos lectores de por aquí les puede incluso sorprender que, con la que está cayendo, me dedique a cantarles habaneras. Havaneres, como decimos en catalán. Pero es que pocas veces se ha visto tanto esperpento junto, y tan significativo, en torno a una canción.

José Luis Ortega Monasterio fue un militar y músico nacido en Santoña, Cantabria, pero acabó tan apasionadamente radicado en Cataluña que muchos preferían llamarle Josep-Lluís. Sobre todo, desde que compuso la havanera más famosa, cantada y querida de todos los tiempos: El meu avi. Con la cual lo petó. Por varios motivos, todos ellos interesantes.

El género de l'havanera, muy popular en Cataluña, donde todos los veranos se celebran festivales para cantarlas y beber rom cremat, es un residuo musical de la fuerte presencia de los españoles (catalanes incluidos) en la isla de Cuba. Por si a alguien se le había olvidado, España sólo estuvo en el siglo XX en guerra con un país, los Estados Unidos de América, y fue por Cuba. Mucho antes de que se inventara Fidel Castro, los antepasados de Donald Trump ya le tenían el ojo echado a la perla del Caribe, entonces una posesión colonial española, y la que más dolió perder. De ahí la estoica expresión "más se perdió en Cuba".

Los catalanes arrebatados siempre han adorado El meu avi porque, aparte de la indiscutible belleza y ternura de la melodía, se la considera un exaltante himno patriótico. Ahí era ná, en 1968, componer una canción íntegramente en catalán, que además acaba al grito de "Visca Catalunya, visca el Català", que no sólo pasó la censura, sino que encumbró a su autor, que era encima un militar español, a la popularidad máxima.

Pero atención a la letra pequeña: ese Català al que la canción lanza emocionados vivas es ni más ni menos que "el mejor barco de guerra de la flota de ultramar". La flota española, se entiende. Ortega Monasterio se adelanta una década entera a la Constitución y el régimen del 78 recosiendo patriotismo catalán y español en una misma nostalgia.

No se crean que es algo tan fácil. Cuando servidora de ustedes, allá por 2020, tradujo al catalán el Episodio Nacional de don Benito Pérez Galdós dedicado al sitio de Girona, y a la heroica resistencia de esta ciudad frente a las tropas de Napoleón, me lo agradeció todo el mundo, menos los indepes. Que el heroísmo gerundense lo fuera de toda España parece ser que les ponía de los nervios y por eso esa parte gloriosa de nuestra común historia, si pueden, se la saltan.

Seguimos. Que Ortega Monasterio siempre tuvo genio y figura lo acredita que, no mucho más tarde de componer El meu avi, se afiliara a la clandestina Unión Militar Democrática (UMD). En 1976 le pillaron con unas octavillas, le formaron juicio y le condenaron a cinco meses de presidio militar en Cádiz. Acabó expulsado del ejército bajo la fea acusación de "ofensa al honor", vaga y turbiamente relacionada con supuestas conexiones con prostíbulos. ¿Un predecesor de Ábalos y Santos Cerdán?

No si nos atenemos a dos sentencias firmes posteriores que le exculparon. En 1984, ya en democracia, el gobierno de Felipe González ordenó reabrir su expediente y, un poco al estilo del caso Dreyfus, le devolvieron los honores y el rango de coronel. Ortega Monasterio no volvió a vestir uniforme porque ya triunfaba a pleno rendimiento con sus havaneres. Falleció en 2004 tras recibir en los últimos años una verdadera lluvia de homenajes. Monumentos, calles y plazas a su nombre, y por supuesto El meu avi cantada a pleno pulmón en todos los festivales de havaneres que se precian y que se celebran con profusión en verano a lo largo y a lo ancho de la Costa Brava.

Veinte años después, es decir, el año pasado, TV3, la televisión pública catalana, emitió un controvertido documental, Murs de silenci, que reabría las sospechas y las acusaciones por las que Ortega Monasterio fue apartado de la carrera militar. El documental vinculaba al compositor y a su mujer con varios negocios de explotación sexual. Ya se pueden imaginar el impacto, más en los tiempos que corren.

El caso es que la familia Ortega Monasterio, lejos de bajar la cabeza, ha llevado a los tribunales a la periodista autora del documental y a la televisión pública catalana por emitirlo. Les acusan de mentir, de ensuciar el honor de su ilustre antepasado y de no haber contrastado en ningún momento con ellos ninguna información. Es pronto para saber cómo acabará el asunto, que sigue judicializado, y aprovecho para sugerir que todos actuemos con serenidad y con prudencia hasta que haya un veredicto.

Pero no todo el mundo lo ve así. A la espera de saber quién tiene razón, el mundo de las havaneres ha entrado, no sé si en pánico o directamente en estado catatónico, eliminando El meu avi de los repertorios, proponiendo retirar placas y monumentos a Ortega Monasterio. Una verdadera reacción nuclear en cadena. La havanera atómica.

Sin juzgar ni prejuzgar, ya me perdonarán que diga que ser catalán no debería ser excusa para hacer el ridículo. No se debería cancelar a nadie sin pruebas, ignorando encima sentencias firmes que una vez ya exculparon a Ortega Monasterio de aquello mismo de lo que ahora se le acusa. Pero incluso si hubiese aparecido nueva información comprometedora -debo admitir que ni he visto el documental, ni conozco el tema a fondo-, ¿qué puñetas tiene que ver una cosa con la otra?

¿Ya estamos otra vez con lo mismo? ¿El imperio puriwoke contraataca? ¿Podrían DEJARNOS EN PAZ y dejarnos elegir qué canciones escuchamos, qué cultura consumimos, sin pasar censura? Te puede gustar la poesía de Rafael Alberti -o no- al margen de lo que pienses del comunismo, no hace falta ser homosexual para leer a Lorca, ni creo que haya que renunciar a la entera filmografía producida por ese notorio delincuente sexual que ha resultado ser Harvey Weinstein. Con que Weinstein vaya a la cárcel a mí me parece más que suficiente. No hace falta quemar en la hoguera películas como Shakespeare in love, El paciente inglés o Pulp fiction. ¿Qué tienen que cantar els nois de Calella para tener la fiesta en paz? ¿La Internacional?

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