
Egregios representantes de lo que da de sí la filosofía en Cataluña, promotores del catalanismo más chic, artistas de la moral pública y árbitros del buen gusto periodístico y gastronómico no cesan en sus arremetidas contra las actrices de la compañía "Teatro sin papeles", las que osaron denunciar la compulsiva imposición del catalán en ámbitos como la sanidad o la administración. Se trata de mujeres de origen hispanoamericano y de una obra, "Esas latinas", en la que se recogen algunas de las humillaciones que sufren por su condición de inmigrantes e hispanohablantes.
Uno de esos fenómenos de la escena periodística catalana escribía este miércoles que "un grupo de panchitas acomodadas hicieron escarnio de la lengua catalana". ¿Panchitas? Ni Ábalos es tan merluzo. También las motejaba de "panda de pijas desagradecidas con el país que las ha acogido"
En el mismo medio, el digital independentista más leído, se publicaba también ayer otro artículo sobre la cuestión cuyo autor sostiene que "la incontrolada migración proveniente de las Américas está poniendo en peligro la supervivencia del catalán". Peligro que atribuye a "la calculada política de los diversos gobiernos españoles que han hecho de la migración descontrolada latinoamericana un arma de destrucción masiva de aquello que tanto molesta de Cataluña: sus costumbres, con la lengua como piedra angular. El aeropuerto de El Prat es un coladero sin control".
El caso es que llamar "panchitas" a las mujeres de origen sudamericano podría tener consecuencias gravísimas si no fuera porque quien así se refiere a las actrices latinoamericanas del grupo "Teatro sin papeles" es el típico catalanista prepotente y soberbio, un divo de los medios públicos y de los subvencionados que goza de la protección política del nacionalismo y que tiene carta blanca para el machismo, el racismo y la xenofobia. Más o menos igual que su colega de tribuna, el del "coladero sin control".
De modo que ahí tenemos a dos considerados ciudadanos de la Cataluña catalana, gente de orden. Catalanistas. Y progresistas, por supuesto. Uno se queja de que estas "panchitas" son unas desagradecidas con el "país que las acoge". El otro, de que el Gobierno está fomentando la inmigración ilegal de ciudadanos sudamericanos para acabar con el sacrosanto idioma catalán. Qué cosas.
Si a alguien de Vox o del PP se le hubiera ocurrido llamar "panchitas" a las mujeres sudamericanas ya estaría denunciado por la fiscalía, por Illa, la ANC, Òmnium y el Ateneo de Vich. Pero esto es Cataluña, una especie de agujero negro en el que Sílvia Orriols crea escuela en la generación de fracasados y resentidos del 1-O y hasta entre los herederos de la aristocracia de izquierdas.
Pero no pasa nada. Torre Pacheco, Torre Pacheco, una maniobra de distracción perfecta para taparlo todo, de los prostíbulos de Sabiniano al concierto catalán, que más que cupo es un butrón.
