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Alberto Nadal debe irse

¿Cómo puede el PP oponerse cuando hizo lo mismo la última vez que estuvo en el poder? Puede, siempre y cuando repudie lo que hicieron Rajoy, Montoro y todos sus esbirros, entre los que estuvo Alberto Nadal.

¿Cómo puede el PP oponerse cuando hizo lo mismo la última vez que estuvo en el poder? Puede, siempre y cuando repudie lo que hicieron Rajoy, Montoro y todos sus esbirros, entre los que estuvo Alberto Nadal.
Cristóbal Montoro, Soraya Sáenz de Santamaría y Alberto Nadal, este viernes, antes del comienzo del Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF), en Madrid. | LD/Agencias

El pecado de Noelia Núñez puede justificar su dimisión por aquello de la ejemplaridad y el intento de demostrar a la opinión pública que el PP no es lo mismo que el partido de Sánchez. El PSOE tiene en sus filas a un buen montón de zurupetos, de Pilar Bernabé a Patxi López, pasando por la mismísima presidenta del partido, Cristina Narbona, que han alardeado de tener unos estudios de los que carecen. Pero en el mundo del doctor Fráudez, son pecados veniales. A nadie en el PSOE se le ocurriría dimitir por semejante nimiedad, teniendo en cuenta que se trata de un partido en el que la corrupción a todos los niveles, del económico al moral, está completamente normalizada y forma parte del ADN del partido.

Lo de Montoro es otra cosa. Sí, puede que tenga suerte y se libre no por ser inocente sino por irregularidades procesales. Pero la infección que supuso el peor ministro de Hacienda de la democracia española no debería alcanzar a la cúpula del partido de Feijóo, quien por entonces estaba dedicado a Galicia y poca relación podía tener con esta trama. No sólo por la corrupción económica, sino también, y muy especialmente, por la ideológica. Montoro llevó a cabo la mayor subida de impuestos de la democracia hasta entonces, traicionando desde el primer día el programa con el que el PP había ganado las elecciones, y destruyendo no sólo la credibilidad del partido a futuro en temas fiscales, sino dando cobertura a las numerosísimas subidas fiscales de su sucesora socialista. ¿Cómo puede el PP oponerse cuando hizo lo mismo la última vez que estuvo en el poder? Puede, siempre y cuando repudie lo que hicieron Rajoy, Montoro y todos sus esbirros, entre los que estuvo Alberto Nadal.

Javier Milei ha demostrado al mundo que la forma de salir de los apuros del déficit no consiste en subir impuestos, sino en reducir el gasto y el peso, también regulatorio, del estado en la economía. No es que hiciera falta otra demostración más, pero a políticos y votantes parece que les cueste entender que el Estado no es la solución, sino el problema, por más que lo hayan demostrado una y otra vez todos los países que han apostado de verdad por la vía liberal, desde Irlanda, Polonia o Estonia hasta Argentina. Si queremos salir del desastre económico en el que nos ha embarcado Pedro Sánchez, que como los peronistas está comprando con deuda más empleo público y pensiones más altas condenando a los asalariados del sector privado, especialmente a los más jóvenes, la única vía es congelar pensiones y sueldos públicos, reducir impuestos y eliminar todas las regulaciones posibles para que el sector privado pueda de nuevo liderar un crecimiento sano y sostenible, que no deje atrás a las nuevas generaciones condenándolas a vivir de alquiler en pisos compartidos hasta los cincuenta.

Incluso si el plan de Feijóo no es ir tan lejos, como desgraciadamente parece que es, incluir a personas de la confianza de Montoro en su Ejecutiva envía un mensaje claro: que le parece bien el gasto público sin freno sufragado con impuestos abusivos. Que le parece bien una Agencia Tributaria que emplea sus atribuciones para castigar a los críticos, enriquecer a unos pocos y condenarnos a todos a la inseguridad fiscal. Que está de acuerdo, en definitiva, con la política económica de Pedro Sánchez. No parece el mensaje que deba abanderar el líder de la oposición. Es un mensaje de desesperanza, de convencernos de que España no va a coger el camino correcto jamás, votemos lo que votemos. Eso es lo que simboliza Alberto Nadal, méritos y deméritos personales aparte. Y por eso debería quedarse en su empleo actual y no entrar en septiembre en la Ejecutiva del PP.

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