
La ratificación del auto de procesamiento contra García Ortiz puede parecer, a la vista del voto particular de uno de los tres magistrados, algo discutible. Y, sin duda, desde el punto de vista jurídico-penal, lo será. Pero, más allá de la exigencia de que nadie sea condenado sin las debidas garantías, todos sabemos lo ocurrido. De hecho, el auto desdeña la afirmación del juez Hurtado según la cual García Ortiz obró por orden de Presidencia del Gobierno porque no está probado, pero la declaración de la fontanera Pilar Sánchez Acera y, sobre todo, el que fuera ella la que envió el correo electrónico a Juan Lobato no deja margen a las suposiciones.
Por otra parte, al fiscal se le pidió que lavara la imagen de su señorito y afirmó en rueda de prensa que asumía toda la responsabilidad de la filtración. Claro que ahora que esa asunción incluye una condena penal, el garbo y la bizarría han desaparecido por completo. No sólo, sino que quien parecía tener anchas las espaldas tuvo la precaución de borrar sus terminales informáticos para que las muchas pruebas que en ellos había no cayeran en manos de la Justicia a ver si se libraba. Quizá lo consiga, pero de momento, nadie va a ahorrarle el banquillo y allí ya veremos si no se le calienta la boca y no termina diciendo, como Nicholson en "Algunos hombres buenos", sí, lo hizo mi menda lerenda ¿y qué?
En cualquier caso, el asunto es prueba de lo importante que es para el sanchismo eliminar el peligro que para su supervivencia supone Isabel Díaz Ayuso. Tanto como para que "su" fiscal general arriesgue una condena penal que llevaría aparejada la inhabilitación y verse en la penosa necesidad de tener que pedirle trabajo a Garzón. Y lo peor es que, a trompicones, gracias a la fuerza del aparato del Estado y a la torpeza del novio, Ayuso está quedando, sin comérselo ni bebérselo, lamentablemente descartada para suceder a Feijóo si éste vuelve a palmar en la siguiente batalla electoral. Los socialistas creen que la toma de esa colina merece la desaparición de cuantas unidades sea necesario sacrificar. En sus laderas han ido cayendo en combate Ángel Gabilondo, Juan Lobato, Pablo Iglesias e Ignacio Aguado. Y Óscar López va camino de perecer también antes de alcanzar la cima. Y eso por no hablar de los tontos útiles de su propio partido, Pablo Casado y Teodoro García Egea, que yacen en la misma fosa. Le han rebuscado en la basura, en internet, en Hacienda, en los negocios de su hermano y en los de su padre y nada hallaron. Lo de su novio tampoco es nada, un fraude fiscal en el que ella nada tuvo que ver. Sin embargo, tiene tanta mala prensa la evasión de impuestos, salvo cuando la comete Pedro Almodóvar, que parece inevitable que a la larga quede la brava madrileña descartada para dar el salto a la política nacional de ser necesario. Ahora bien, para desalojarla de la Comunidad de Madrid, hacen falta más Garcías y más Lópeces o, como diría Muñoz-Seca, más Quiñones.
