
La conmemoración de 50 años de Democracia que el Gobierno anunció en enero tomando como fecha de inicio la muerte de Franco está resultando de lo más discreta. A punto de entrar en la recta final de un año que se prometía saturado de "memoria histórica", los actos que iban a festonearlo -más de 100, se dijo- no han encontrado la proyección que podía esperarse. Tan discretas están siendo las bodas de oro que se diría que se celebran en la clandestinidad, como corresponde. De hecho, si las menciono es por el recordatorio que ha supuesto un mensaje de Pablo Haro Urquízar en las redes. Haro hace preguntas a Transparencia y acaba de averiguar que Máximo Pradera cobró 4.500 euros por rasguear una guitarra e imitar a Paco Ibáñez –o algo así– en uno de esos actos.
🔴 EXCLUSIVA | Máximo Pradera cobró 4500 euros por esta actuación musical en un acto del año Franco.
Se trata del tercer evento del aniversario en la que participa pic.twitter.com/UhNFqwCXOB
— Pablo Haro Urquízar (@pabloharour) August 4, 2025
No sabía yo que Pradera fuera cantautor, culpa mía, pero me parece notable que alguien que viene de conocidas familias de los vencedores participe en actos que, en teoría, son para los vencidos. Es que está todo muy mezclado.
Este agosto, uno de los actos del cincuentenario va a tener por objeto la "conmemoración de la liberación de París", una liberación que en la letra pequeña atribuyen a una "sublevación de la Resistencia francesa en la ciudad". Hasta para hablar de París tienen que embellecer la historia. Es sabido que los ejércitos aliados se quedaron a las puertas para dejar, por cortesía - y por la indomable voluntad de De Gaulle - que entrasen primero en la ciudad las tropas de la Francia Libre. Aunque es cierto que había fuerzas de la Resistencia dentro, también lo es que muchos franceses se habían adaptado muy bien a la ocupación alemana. Esto lo sabía De Gaulle perfectamente, pero en sus primeras palabras en el París liberado no se le ocurrió mencionarlo ni agradecer nada a británicos y estadounidenses. Dijo, por el contrario, que París se había liberado a sí misma, con la asistencia de toda Francia, "la Francia que lucha, la verdadera Francia, la eterna Francia". De Gaulle reescribió la historia, y con enorme éxito. Pero lo hizo por una buena razón. Para no estorbar su propósito de "restaurar la fe de Francia en sí misma", como dice Kissinger en su ensayo sobre el general.
En la reescritura de la historia que se practica en España bajo el paraguas de la "memoria histórica" no hay buenas y patrióticas razones como las que animaron a De Gaulle. Se utiliza para la mezquina batalla política, asunto sobre el que ya no merece la pena insistir, pero ha tenido cierto éxito por lo mismo que el mito de la Resistencia en Francia: hace de los que no resistieron, resistentes heroicos. Y la cantidad de gente que se entrega encantada a esa metamorfosis es asombrosa. Una reciente columna de Arcadi Espada sobre Santiago González, que deja de publicar en El Mundo, me llevó a pensar sobre la prensa en los años de la Transición. Decía allí Espada que la generación del columnista González, al incorporarse al trabajo, había vivido un problema de transmisión del saber profesional, porque "tomaron a todos los viejos por franquistas" y los apartaron. Puede ser. Pero si fue así, no fue porque la profesión estuviera llena de antifranquistas. Cómo iba a ser. De lo que estaba llena la profesión era de adaptados. E igual que se adaptaron a una cosa, se adaptaron a la otra. Los que fueron apartados lo fueron, seguramente, porque ya no tenían flexibilidad para subirse al carro.
Mirando estas cosas, he descubierto que la prensa fue antifranquista de corazón y será por eso que tantos periodistas que a los jóvenes nos parecían fachas eran en realidad muy de izquierdas. El mito del periodismo resistente no lo han alimentado políticos mentirosos, sino periodistas de pro. Ahora el mito se pasea incluso por tesis doctorales. En alguna he leído que redacciones como las del Arriba y el ABC estaban repletas de izquierdistas aquellos años. Hay que echarle. Pero es así como la mentira se pone las patas largas y marcha de generación en generación, cantando a lo Paco Ibáñez.
