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Sarah de España: vivo retrato de un país y de un tiempo

Santaolalla acaricia la omnipresencia mediática porque renta. Sin más. Programa en el que está, programa en el que uno se queda.

Santaolalla acaricia la omnipresencia mediática porque renta. Sin más. Programa en el que está, programa en el que uno se queda.
Sarah Santaolalla, en 'Horizonte', la tertulia política de Iker Jiménez. | Imagen de vídeo

Everybody knows, que cantaba san Leonard Cohen: el pasado martes, Sarah Santaolalla subió a su cuenta de X el siguiente comentario: "Salir de la televisión, llegar a casa y seguir preparando las tertulias y el curro de las próximas semanas porque las vacaciones están sobrevaloradas o eso dicen. Por supuesto, siempre teniendo presente a las 7291 víctimas de las residencias. Justicia ya". Ilustraba su publicación con cuatro autorretratos en las que posaba, en plan influencer –otros han utilizado calificativos mucho más gruesos–, luciendo una camiseta negra, en la que se podía leer: "7291 víctimas". Los hunos la han puesto a parir, los hotros la han defendido y, entre todos, la han convertido en trending topic y han disparado su popularidad.

Santaolalla, Pérez de primero, es el Joaquín Sánchez de las tertulias políticas televisivas. A saber, a la joven salmantina la podemos ver en los programas Horizonte, En boca de todos y Todo es mentira, de Cuatro; en Espejo público, de Antena 3, y en Malas Lenguas y en Mañaneros 360, formato capitaneado por su supuesta pareja, el periodista Javier Ruiz, de TVE. Algo habrá hecho, y no seré yo quien suscriba la tesis de Macarena Olona.

Mi teoría es más sencilla e inocente: Santaolalla acaricia la omnipresencia mediática porque ceba audiencias, ergo renta. Sin más. Programa en el que está, programa en el que uno se queda para darle la razón, si es de los suyos, o para ponerse de los nervios con sus comentarios, si no es de los que tiran pétalos por do mora el presidente Sánchez. La contertulia es musa, placer culpable y activo rentable. Carece de duende, pero imanta y garantiza el circo. Los directivos han entendido que encarna a la perfección aquello que dejó escrito Lope de Vega, Fénix de los Ingenios, en el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo: "Porque, como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto". En un congreso de periodismo, el maestro Jesús Quintero, más tosco, le dijo algo similar a Carlos Alsina hace ocho años.

Mal que a muchos les pese, Sarah de España es el vivo retrato de un país y de un tiempo. Convergen en ella un físico atractivo, la polarización efervescente y el maniqueísmo farisaico de nuestros días. El lunes, por ejemplo, atizaba al presidente del Senado, Pedro Rollán, por figurar como diplomado en la web del Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz, donde fue alcalde, pese a que no lo es: "Esto es de extrema gravedad. ¡La cuarta autoridad falsificando su titulación, eliminándola! ¡Hasta tal punto que, a día de hoy, no aparece! Es muy llamativo cómo empiezan siendo grandes universitarios en el PP y luego son grandes casados, grandes padres de familia". Bien. Al día siguiente, leíamos en Heraldo de León: "Un letrado leonés denuncia ante el Consejo General de la Abogacía a la televisiva Sarah Santaolalla". Según el denunciante, la contertulia no es "ni abogada, ni jurista", sino "una estudiante de Tercero de Derecho que se hace pasar por lo que todavía no es". En su perfil de Cuatro, en el apartado "Profesión", la presentan como "Abogada y analista política". Algunos programas han pasado de rotularla como "abogada" y "jurista" a "analista política" e, incluso, "activista". Pero Pedro Rollán.

Sí, Santaolalla consejos vende…, etcétera, pero lo hace porque puede: porque se los compramos. Usted y yo.

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