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Ni pueblo ni Nación, sólo Estado y encima malo

Es casi imposible que estos viajes al desastre les saliesen bien a Moncloa: para estas cosas Sánchez está más quemado que la Biblioteca de Alejandría.

Es casi imposible que estos viajes al desastre les saliesen bien a Moncloa: para estas cosas Sánchez está más quemado que la Biblioteca de Alejandría.
Pedro Sanchez durante su visita a Villablino para ver los estragos causado por los incendios forestales. | EFE/EPA/FERNANDO CALVO / MONCLOA

Cuando no quedaba otro remedio, empujado por la estrategia cortoplacista que sus propios ministros habían desatado sólo unos días antes a golpe de rebuznos en las redes sociales, Pedro Sánchez acabó viajando a las zonas arrasadas por los incendios.

Se trató de dos visitas que Moncloa planificó con el cuidado que dedica al único tema que le interesa: la propaganda. Todo estaba medido: un dispositivo de seguridad que alejase a los afectados, comparecencias sin preguntas, fotógrafo propio para controlar las imágenes…

Es curioso que, pese a tanto esmero en la preparación, la cosa les haya salido tan mal a los asesores monclovitas. También es verdad que a estas alturas es casi imposible que les saliese bien: a estos efectos Pedro Sánchez está más quemado que la Biblioteca de Alejandría y el pánico a un nuevo Paiporta es más que evidente. Y con razón.

Pero aun así, a quién se le ocurre viajar a una catástrofe y no encontrarse con ni uno de los afectados. Es un nivel de desprecio sideral, propio de un señor medieval: voy a ver que tal están mis tierras, pero a los súbditos les pueden dar mucho por saco, con perdón. Todo para el pueblo, pero el pueblo más allá del cordón policial, por favor, circulen, y no grite, señora.

¿No había ni un mísero militante del PSOE al que hacer pasar por paisano? Ya sé que el partido en Castilla y León está hecho unos zorros, pero ¿tampoco del PSOE de Extremadura? No sé, ¿dónde está el casi aforado Gallardo cuando se le necesita?

Por otra parte, tampoco se entiende el discurso de Sánchez en sus breves encuentros –sin preguntas, no lo olvidemos– con la prensa: a estas alturas hasta la charos más recalcitrantes saben que lo de los pactos de Estado es una milonga, el truco de un trilero que ni siquiera tiene bolita, una chapucería intelectual que no cuela.

Y luego lo de declarar las zonas catastróficas aparcado hasta la próxima semana: el presidente le ha dicho a los españoles, y sobre todo a los afectados, que ya se ocupará de lo suyo en unos días, que ahora se vuelve a sus vacaciones. Demoledor.

Aunque desde el punto de vista propagandístico quizá no sea lo peor, a mí lo que más poderosamente me ha llamado la atención es el mensaje insistente de Sánchez de que "el Estado somos todos". Más que nada por lo que revela, otra vez, de la mentalidad del marido de Begoña: el Estado como ente supremo, como comunidad, como único punto de conexión entre los ciudadanos. Le ha faltado decirlo, pero pincho de tortilla y caña a que estaba pensando que "el Estado soy yo". El presidente sol.

Lo que sí somos todos es una Nación, pero como le dijeron en un debate hace ya muchos años –¿te acuerdas Patxi?, qué tiempos aquellos–: "Vamos a ver Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?". No lo sabe y no quiere hablar de ello, entre otras razones porque lo que sí sabe es que la está vendiendo a plazos para poder quedarse en Moncloa.

Ni pueblo, que estaba detrás del cordón policial; ni Nación, esa gran desconocida; lo único que importa a Sánchez, lo único que "todos somos" es Estado. Y encima el Estado, tu Estado Pedro, falla más que una escopeta de caña.

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