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José García Domínguez

¿Qué hacer con la extrema derecha?

Vox, tras muchos intentos frustrados, ha conseguido, ahora sí, penetrar en el segmento de las genuinas clases populares.

Vox, una fuerza política que acata y respeta el orden democrático vigente, pero solo por imperativo legal, sin ningún entusiasmo y mucho menos convicción filosófica alguna, va camino de aproximarse a niveles del 20% de aceptación entre el electorado. Una irresistible ascensión, esa suya, que sería un error comparar a la que experimentó aquel primer Podemos, el germinal, tras el estallido brutal de la crisis del euro en España; sería un error porque el primer Podemos y Vox representan ejemplos de acierto en el afán de canalizar el malestar de grupos sociales muy distintos.

Podemos siempre fue lo mismo que su líder, Pablo Iglesias: clase media aspiracional adoptando la estética impostada del Che Guevara. En cambio, Vox, tras muchos intentos frustrados, ha conseguido, ahora sí, penetrar en el segmento de las genuinas clases populares. Unas clases populares, las auténticas, que siguen siendo muy conservadoras en sus modelos culturales (a fin de cuentas, apenas las separan dos generaciones de aquel viejo mundo agrario, católico y tradicional del que marcharon sus abuelos en los años sesenta). El éxito del partido de Abascal entre los varones jóvenes de ese segmento, los que hoy perciben cuestionadas sus señas de identidad masculinas en un entorno empeñado en indicarles que incluso Cervantes era gay, ilustra la vigencia de ese poso intergeneracional profundo.

Las élites dirigentes españolas interpretaron mal la velocidad de los cambios – mucho más lentos y matizados de lo que ellas quisieron suponer – en eso siempre tan etéreo que son las mentalidades colectivas. Y ahora lo están pagando; sobre todo, el PP (hasta un millón de votos se estima que se les estarían fugando por la derecha). Y colocar al señor Tellado en el centro de la pista mediática para que escenifique una voluntarista imitación del discurso de Vox, copia que siempre resultará mucho menos verosímil que el original, no va a cambiar gran cosa. ¿Qué hacer, entonces, con la extrema derecha? Quizá solo haya una solución: imitar lo que hizo Sánchez con Podemos. Dejarles tocar un poco de poder en el Consejo de Ministros también los devolvería a la nada.

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