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Potencia de Pérez

Basta de "teorías" sobre cuándo y cómo caerá Sánchez. Son placebos para engañarnos de la agonía de una nación.

Basta de "teorías" sobre cuándo y cómo caerá Sánchez. Son placebos para engañarnos de la agonía de una nación.
Belarra y Montero, protegidas por sus escoltas policiales, alentando las protestas en Madrid. | EFE

Miremos lo concreto y veamos al instante el inmenso poder de Sánchez. Abramos los ojos. No ocultemos lo evidente: Sánchez no depende de nadie (sic). Todo lo domina. Es un dictador. Sus resortes de poder son inmensos; entre las miles de armas de represión que le asisten, hay una que funciona a la perfección, fue mostrada, o mejor, pensada en el pasado por uno de los grandes poetas de España. Nada mejor para pensar que la poesía. La literatura. La palabra da plenitud a la experiencia. Hoy los versos de Jorge Guillén, extraídos de su poema Potencia de Pérez, son más actuales que ayer. Son filosóficos:

"El Jefe/
No, nunca se equivoca".

He ahí la bomba atómica más importante de Sánchez. Es de su entera propiedad. Es el fundamento de una sociedad envilecida. Haga lo que haga por brutal y criminal que sea, por abyecto y vil que le parezca al hombre de la calle, siempre aparecerá para el Jefe y sus acólitos como algo normal.

"El Jefe/
No, nunca se equivoca".

Los dos versos de Guillén sintetizan el principal mal de España. Valen más, infinitamente más, que las mil "teorías" que tratan de entender qué pasa en España. Dos versos borran toda la faramalla de los falsos "saberes" sociológicos y "politológicos" que pretenden explicarnos lo inexplicable: no puede llamarse democracia a lo que es la columna vertebral de la dictadura. El poema, sí, piensa mejor lo inmediato que las mil elucubraciones, abstracciones y teorías sobre el devenir de un Estado-nación, España, en ruina moral y política.

Tienen razón, pues, los poetas: no es tiempo de abstracciones sino de la descripción de la realidad. Un verso contiene el todo. Basta de "teorías" sobre cuándo y cómo caerá Sánchez. Son placebos para engañarnos de la agonía de una nación. Basta de conceptualizaciones sobre la caída de Sánchez por su incompetencia para gobernar. Son argucias para ocultar nuestra falta de valentía y carencia de inteligencia para combatirlo. Basta de especulaciones sobre cuándo los separatistas y los ex-terroristas le retirarán su apoyo. Son engaños de la casta política para ocultar lo obvio: la decadencia absoluta del sistema democrático.

¿O acaso no es la ruina de cualquier democracia la entrega a los violentos, exterroristas y revolucionarios del instrumento clave del Estado de Derecho: sólo el Estado, el poder político, tiene el monopolio legítimo de la violencia? Exactamente fue lo que hizo el domingo pasado Sánchez en Madrid para boicotear la Vuelta ciclista a España. Sánchez no está con los violentos sino que los promociona. Les entregó el último instrumento de la democracia. Una foto justifica mi crítica. Revela la situación política y moral de la nación. Ha aparecido en toda la prensa española y europea. Me refiero al retrato de Irene Montero, eurodiputada española, manifestándose violentamente contra la celebración de la etapa final de la Vuelta ciclista a España. Esta señora va escoltada por unos guardaespaldas del Estado, o sea por policías vestidos de paisano que Sánchez ha puesto a su servicio, mientras increpa con agresividad, insolencia y brutalidad a la policía uniformada que trata de poner orden entre los alborotadores. Sobran comentarios…

También en este siglo XXI se repiten los tiranos que vio Guillén en el XX:

"En este siglo son tres los tipos de tirano.
El loco, el perverso, el vulgar.
(…)
Mediocre pillo sin ninguna idea
En su favor irradia su poder absoluto."1

Ninguno de esos tipos prescinde del arma mortífera:

"El Jefe/
No, nunca se equivoca."

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