En los últimos tiempos, España acumula una cantidad de ponzoña difícil de medir. La bazofia digital se multiplica cuando viaja por los sistemas informáticos y una parte de la chusma no respeta la libertad de opinión ni de expresión; menos aún, la de ideología.
X
Seamos coherentes: la palabra «Twitter» es más ingeniosa que «X» para nombrar una red social. Esa aplicación, utilizada en ordenadores —los teléfonos móviles son dispositivos informáticos más pequeños que, en origen, servían para comunicar a las personas; ahora su utilidad ha cambiado: onda para lanzar piedras, fotografías que almacenas y olvidas a los quince segundos, entre otras—, se ha convertido en un cenagal donde hoza una multitud de perfiles anónimos de valientes que ocultan su identidad real y su imagen verdadera; aunque sean feotones.
Aprovechan ese anonimato para preguntar y entablar debates —o pretenderlo— cuando no insultan a perfiles con nombre real e imagen. La temática recorre la variopinta actualidad de este hermoso país llamado España, incluso hechos más o menos cercanos, sin olvidar la Guerra Civil de 1936-1939, que nuestros abuelos sufrieron en ambos bandos. Este asunto resulta muy solicitado, pues el bando que no ganó insiste en las poderosas razones para levantarse en armas entre hermanos, familia y vecinos.
Olvidan la transición de la dictadura a la democracia. Excepto los terroristas —mayoritariamente de extrema izquierda—, que se negaron a aceptarla. A día de hoy continúan; y han aprendido a vivir de las subvenciones, presionando con los sesenta años de terrorismo en España. Espera, antes de insultarme —otra vez—, te recuerdo: hay cerca de cuatrocientos asesinatos sin resolver. Ahí tienen una deuda insalvable la democracia española y los etarras. Sí, los etarras que gobiernan por un personajillo interpuesto sin decoro, moral ni principios.
WhatsApp —«Guasap», para los castizos—
Este sistema de mensajería instantánea resulta muy útil para la vida diaria. Permite enviar textos e imágenes, realizar llamadas de audio y vídeo —¡qué gran utilidad para los abuelos ver a hijos y nietos!—, compartir dirección y posición, e incluso comentar el estado del usuario —alegre o triste, enojado o feliz, además de un compendio de imágenes de su día a día—.
Las aplicaciones se configuran para personas con menos destreza en el uso de sistemas informáticos. «Acepta todo», consejo de la juventud a los mayores. Y se acepta. Desde ese instante, la aplicación recoge tu agenda de contactos; desde ese momento, cualquiera de ellos puede comunicarse contigo, enviarte mensajes, compartir posición y ver tu estado.
Terroristas en Gaza
Exacto, terroristas en Gaza. ¿Son todos palestinos? Una gran parte, seguramente. Es historia, hemeroteca y casi tradición en ese pueblo; pueblo al que no quieren acoger sus propios vecinos —como Jordania e Israel—. ¿Por qué será?
En Gaza residen numerosos terroristas, encuadrados en diferentes grupos armados. Su única postura en común es acabar con el Estado de Israel y con sus habitantes. Sí, también con los musulmanes, católicos y fieles del resto de religiones. Porque, como dice esa basura de gentuza, «hay que convertir a los infieles a la única religión verdadera». ¡Coño, qué bonito resulta el respeto a los demás!
La Vuelta Ciclista a España de 2025 nos ha traído un número de protestas ciertamente incomprensible; incomprensible por el lugar, la forma y el motivo, salvo por un pequeño negociete que ha pasado desapercibido. El apoyo a Palestina supone un olvido de los asesinatos del 7 de octubre, violaciones y secuestros de hombres, mujeres, niños y jóvenes sin importar edad, tanto en sus domicilios como en un festival de música. A día de hoy, según parece, todavía hay cerca de cincuenta personas secuestradas por los terroristas de Hamás en Gaza. Los manifestantes de la banderita palestina olvidan esta circunstancia. Y no solo esta.
No hace muchos años, nuestro país amanecía con un atentado de ETA. Sí, de la banda terrorista que ha formado un grupo político para vivir a costa de las subvenciones. Sí, de la banda que colocaba paquetes bomba en coches, en las proximidades de los domicilios donde residían familias de guardias civiles y militares, entre otros. Sí, de la banda que asesinaba a modestos concejales de pueblo, dueños de bares, taxistas, carteros, empresarios… hasta un exministro de la PSOE por la acusación de «ser español». ¿Qué delito es ese?
Antes les hablé del negociete. Nunca en la vida vimos tantas banderas de Palestina, ni juntando los momentos más singulares en nuestra España. De esa confección, alguna empresa se habrá hecho cargo. De la producción, distribución y venta, alguien habrá salido beneficiado. Porque las banderas cuestan dinero, y dudo mucho que ese dinero salga de territorio patrio. Nos conocemos, queridos. ¿Verdad?
Atizar el avispero
La creación de perfiles anónimos, discretos o con identidad e imagen falsas en Twitter acostumbra a producir comentarios poco educados, como mínimo. Exigen debates que no merecen; lanzan preguntas con doble o triple sentido para, de manera premeditada, entablar una discusión que suele finalizar con los siguientes adjetivos: «facha», «genocida» y «calvo», entre otros.
La gente ha dado un paso más. Ahora utiliza WhatsApp para enviarte mensajes y vídeos; comentan tu estado o tu muro con la fotografía que tú has puesto porque haces uso de tu libertad.
En ambos sitios, la actualidad palestina se ha convertido en un arma arrojadiza. A diario repiten el término «genocidio en Gaza». Ahora bien, he encontrado la piedra de toque. Antes de mostrar mi postura —que es mía, muy mía y personal— me gusta preguntar a estos perfiles por los secuestrados israelíes en manos de los terroristas de Hamás.
¿Qué sucede entonces? Inmediatamente aparecen los términos arriba descritos, sin responder a la duda.
¿Qué está pasando en la época de las comunicaciones? La dictadura avanza hacia el pensamiento único, ya sea en público o en privado, con o sin publicidad. Es tiempo de hozar.
Resistiré. Rendirse no es una opción, calamidades odiadores.

