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El gurú de la pichona

Como buenos horteras, los Sánchez-Gómez creían que el presupuesto público es un cheque en blanco y La Moncloa su cortijo.

Como buenos horteras, los Sánchez-Gómez creían que el presupuesto público es un cheque en blanco y La Moncloa su cortijo.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su mujer, Begoña Gómez, a su llegada a la premiere de "El cautivo", de Alejandro Amenábar, este miércoles en el cine Callao en Madrid. | EFE

Juan Carlos Barrabés se ha labrado una justa fama de experto en las nuevas tecnologías, con todo lo que eso lleva consigo en términos de popularidad y de influencia económica, política y social. Tras regentar una tienda online de productos de montañismo creó un emporio de la consultoría estratégica que, como ocurre siempre con los gurús, vende sus consejos a los emprendedores a un alto precio sin que sus recomendaciones tengan una aplicación práctica fácilmente entendible por los aconsejados.

De Barrabés podemos decir que nadie sabe lo que vende, pero lo vende muy bien. Su consultoría es, como suele ocurrir en estos casos, un valor en sí misma, de manera que los clientes pagan la tarifa por el hecho de haberse dejado asesorar. El que sus recomendaciones tengan o no un resultado fehaciente en las cuentas de la empresa que contrata sus servicios es algo irrelevante, porque lo que cuenta es que Barrabés abre los ojos a sus clientes a un mundo futuro complejo, descrito con una serie de conceptos vacuos expresados con gran ampulosidad.

"No es lo mismo una azada que un algoritmo", sostiene Barrabés en una de las numerosas entrevistas que ha concedido en los últimos años, en las que anuncia al mundo que estamos "en un momento de transición hacia algo mejor" porque "el éxito ya no se basa en un salario superior o un estatus más elevado, sino en explorar maneras diferentes de vivir y construir un significado". Ole. Montar un negocio con base en esos principios y otros parecidos requiere de un talento notable, porque no es fácil convencer a los empresarios para que aflojen la mosca a cambio de un discurso personalizado con ideas que se pueden encontrar en cualquier libro de autoayuda, con el objetivo final de "construir un significado", sea eso lo que quiera ser.

Uno de los productos estrella de la factoría Barrabés es la Transformación Social Competitiva, una especie de coaching para ejecutivos que buscan lavar su mala conciencia ecológica, feminista o conservadora con el dinero de sus clientes. Pedro Sánchez y su señora conocieron a Barrabés y, como es natural, quedaron fascinados ante la posibilidad de participar en esa aventura cutre que promete liderar el próximo salto de la humanidad.

La consecuencia de esta especie de joint venture es la multiplicación exponencial de la facturación al Estado de las consultoras de Barrabés y creación de una cátedra de la pichona para que la dirija la mujer del presidente, que nunca antes había pisado una Universidad. A estos efectos, el pelotazo fue un éxito colateral (Barrabés no busca dinero, sino comprender el futuro construyendo significados) y la cátedra de la pichona, su contrapartida. Todos contentos.

El problema es que, como buenos horteras, los Sánchez-Gómez creían que el presupuesto público es un cheque en blanco y La Moncloa su cortijo. Solo así se entiende lo de la cátedra fake, la funcionaria privada o que el hermano del presidente, convenientemente enchufado al presupuesto, viviera de okupa en La Moncloa para evitar pagar impuestos en Portugal.

No se puede ser más cutre y la suerte de esta familia es que la Justicia (todavía) no considera delito hacer alarde de tanta vulgaridad.

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