Menú

Guerra en Europa: ¿a qué nos enfrentamos en los próximos años?

No debemos prepararnos para luchar contra Rusia en cinco años sino para defender en el mundo nuestro modelo político, cultural y económico.

No debemos prepararnos para luchar contra Rusia en cinco años sino para defender en el mundo nuestro modelo político, cultural y económico.
Soldados ucranianos viajan en un vehículo militar en Mariupol, Ucrania. | Gtres

A lo largo de la historia se identifican dos tipos de países agresores: aquellos que atacan obedeciendo a un plan definido, a una necesidad estratégica, y a una base ideológica; y aquellos que se enzarzan en guerras concatenadas sin responder a ningún plan diferente de una reacción ante cada hito, en una especie de acción-reacción.

Los socios del Club LD tuvieron la oportunidad de participar el pasado martes en un coloquio exlusivo en el que se abordó esta cuestión con el almirante retirado Juan Rodríguez Garat, Enrique Navarro y Javier Arias Boque.

La Segunda Guerra Mundial obedece a ese primer tipo. En primer lugar, había una ambición estratégica, más bien ideológica de pretender ser un gran imperio hegemónico en su área de influencia y decisivo en el mundo, expresado en numerosos documentos, discursos y programas electorales. El segundo aspecto fue la generación de la necesidad que justificaba esa ambición estratégica y que normalmente tiene que ver con la seguridad de las fronteras, el desarrollo económico, la obtención de mano de obra, el acceso a materias primas, cuestiones históricas sin resolver etc.

El tercer paso es el planeamiento político-militar que haría posible la meta final. Se incluyen en esta fase: la definición de los objetivos, redacción de los planes, la provisión de los medios militares y políticos mediante la asignación de recursos y el establecimiento de una doctrina militar adecuada a los fines perseguidos. El objetivo final es establecer un marco político que materialice la permanencia de los objetivos una vez conseguidos. Es un esquema que se ha repetido en numerosas ocasiones en la historia.

El mismo proceso se ha producido en el caso de la Rusia de Vladimir Putin. En primer lugar, tenemos la ambición estratégica. Esta no es nueva, Rusia la ha tenido siempre y ha sido muy clara: dominar Eurasia para convertirse en un imperio hegemónico con la seguridad que proporciona un vasto territorio y con los recursos económicos que soporten la idea imperial. Hoy, Rusia sigue aspirando a construir un mundo en el que controle el este de Europa y Asia Central, y a mantener una alianza con China para descabezar a Occidente.

La llegada de Putin al Kremlin tiene que ver precisamente con la recuperación de esa ambición estratégica que Rusia había perdido con la caída de la Unión Soviética. Putin llegó al gobierno para resolver la guerra de Chechenia que formaba parte de la restauración de esa ambición estratégica, una ambición que hunde sus raíces en filósofos como Alexander Duguin, fundador del partido nacional bolchevique y del partido Eurasia, cuya hija fue asesinada en un atentado terrorista en 2022; o Vladimir Ilyin, admirado y recordado a diario por Putin por su nacional-ortodoxismo y por su ambición imperial. Ambos defendían, a su manera, la versión de que Rusia debería ser la tercera Roma que salvase al cristianismo, en este caso el ortodoxo, después de la caída de Roma y de Bizancio y que se extienda desde Vladivostok a Lisboa.

El segundo paso ha sido definir la necesidad que justifica esa ambición. En el caso de Rusia y con respecto a Europa, es la seguridad de sus fronteras y asegurarse una ascendencia y un cierto control político y económico sobre la segunda región más próspera del mundo. El tercer paso ha sido el planeamiento de las operaciones político-militares para conseguir los objetivos anteriormente enumerados, comenzando en el año 2000 con un vasto plan de reorganización de sus fuerzas armadas y con un programa de inversiones cercanos al billón de euros. Cada uno de los pasos desde el comienzo del milenio ha seguido la misma dirección.

Según un informe de la inteligencia norteamericana que ha sido revelado recientemente y entregado en 2011, el objetivo de Rusia es el dominio de Europa y Asia. Se establecen en ese documento cuatro teatros de operaciones.

El primero lo constituyen aquellos países del Este y de Europa Central que deben ser controlados militarmente para asegurar la frontera adyacente a sus centros de poder. Desde el Vístula a Moscú se extiende una gran llanura por la que alemanes y franceses discurrieron con gran facilidad sin los medios actuales, e igual ocurrió en el otro lado con los mongoles en 1237 que mataron a la mitad de la población rusa. Esta conciencia de vulnerabilidad está en la base ideológica de su ambición estratégica. Conociéndose y sabiéndose como un país débil, necesita ser hegemónico para protegerse y poder actuar sin pedir permiso a otras grandes potencias. Pues bien, en este primer teatro de operaciones se incluía el control militar de Bielorrusia que ya lo tiene, de Ucrania, de Armenia y de Georgia.

El segundo teatro de operaciones se encuentra en los países periféricos de Asia Central en los que se plantea un control político, económico y de supervisión militar que afectaría a Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Azerbaiyán, Kazajstán y Uzbekistán.

El tercer teatro sería en los Estados Bálticos que incluiría el control político y militar de los tres estados bálticos que son los más cercanos a Moscú y San Petersburgo. Una operación militar que requeriría de una interferencia política previa para provocar una involución, acciones que llevan años en desarrollo.

Finalmente el cuarto escenario serían los países del corazón de Europa: Moldavia, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria, recreando el Pacto de Varsovia y creando esa zona buffer de seguridad. El debilitamiento de la Unión Europea, la interferencia política, las amenazas y el miedo provocarían el derrumbamiento de los sistemas democráticos y el abandono de la Alianza Atlántica ante la falta del paraguas norteamericano. Es decir, en una expresión muy rusa, "obligándolos a ser amigos".

Este es el objetivo militar político de Vladimir Putin que ya planteó en la Conferencia de Múnich en 2007. Su conclusión textual fue: "Rusia aspira a destruir el mundo creado con el final de la Guerra Fría", lo que supone la restauración de la Unión Soviética, del pacto de Varsovia y el sometimiento político de Europa Occidental.

El modus operandi de Putin también tiene en Hitler a su gran maestro: la táctica del caos que consiste en la creación de quinta columnas, generación de confusión política, promoción de **alianzas contra natura, mensajes contradictorios, amenazas híbridas, ciberataques, terrorismo, lo que ahora llamamos guerra híbrida o no lineal en la terminología usada por Valeri Guerásimov, el Schlieffen de Putin. La reunión de Alaska y la inacción posterior es una muestra perfecta de la generación de caos en Occidente que pretende introducir Moscú, y alterna momentos de euforia por la paz con otros cercanos al colapso total.

Cuando el enemigo era Estados Unidos, su objetivo fue atraer a Alemania y a Francia. Los acuerdos energéticos subvencionando el precio del gas, las recompensas a políticos alemanes, las inversiones billonarias de empresas francesas en Rusia, las compras de material a la industria europea, pretendían atraer a Europa hacia Moscú enfrentándola a los Estados Unidos. La llegada de Trump en 2016 trastocó los planes. Putin comprendió que le resultaría más fácil controlar al pueblo norteamericano, cansado de aventuras y de esta manera se enmarcó su interferencia en los procesos electorales de los Estados Unidos. El reemplazo de Biden por Trump es sin duda su mayor victoria.

El documento de la Inteligencia americana de 2011 señalaba que el ataque a Ucrania sería solo el primer paso, "el principio de este conflicto", es decir hace catorce años ya descontábamos que esta invasión podría ocurrir. Para el cumplimiento efectivo de estos planes ha sido necesario crear un régimen autocrático en el interior de Rusia, y movilizar a casi un millón de efectivos militares solo en la fase inicial del conflicto y entrar en una economía de guerra.

¿Cuál es a mi juicio la estrategia que Putin planea seguir en los próximos años?, es decir, ¿a qué nos enfrentamos?

Su primer objetivo es la ocupación del este de Ucrania y el control político del resto, mientras que genera el caos necesario para provocar los siguientes movimientos.

El segundo paso es la interferencia política en los Estados Bálticos, Moldavia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria y Finlandia para debilitar su compromiso con la OTAN y con Occidente. El objetivo final es invadir estos territorios con el consentimiento del gobierno afín y sin reclamar la aplicación del artículo V a los socios de la OTAN. Algo parecido a lo que la Unión Soviética hizo en Checoslovaquia, Polonia y en Hungría durante la Guerra Fría acudiendo a la llamada de los gobiernos nacionales.

El tercer paso será el caos táctico, que ya se ha iniciado, básicamente creando una guerra híbrida contra Europa para debilitarla, para limitar su capacidad política de entrar en guerra con Rusia, poniendo a las sociedades occidentales, a través de la movilización de partidos afines, medios de comunicación, opinadores e intereses empresariales, en un ambiente pacifista y de resignación.

El cuarto se producirá si esa Europa reacciona contra el peligro. En este caso, y ante la inferioridad táctica, Rusia utilizará el armamento nuclear táctico en el campo de batalla dando lugar a una guerra asimétrica entre armamento convencional de Occidente y nuclear de Rusia, sin escalarla al nivel estratégico para evitar la guerra del fin del mundo y convenciendo a China y Estados Unidos de aceptar los hechos consumados y no iniciar aventuras de final incierto y tremendamente peligroso.

La pregunta que podemos hacernos a continuación, es si los planes de Rusia pueden salir adelante. La respuesta va a depender básicamente de los europeos.

¿Qué necesitan hacer los europeos para detener Rusia? En primer lugar, eliminar la subversión interna en los países europeos promovida por Rusia; dos, el rearme militar, necesitamos una gran superioridad táctica sobre Rusia que nos permita incluso avanzar militarmente ante una respuesta nuclear; tres, disuasión activa, actuar con contundencia contra los ataques derribando aviones y drones que se introduzcan ilegalmente en el territorio europeo; cuatro, necesitamos debilitar económica y políticamente a Rusia y a sus aliados y esto pasa por un enorme sacrificio para Europa; y cinco, finalmente la determinación de Europa será la determinación de los Estados Unidos que no querrá quedarse al margen de la derrota de su gran contrincante hegemónico sin haber contribuido de forma significativa.

La posible entrega de armamento militar de gran profundidad como los misiles Tomahawk y de defensa antiaérea a unos ritmos que todavía no se habían recibido antes, anulará muchas de las capacidades militares de Rusia y entonces es posible que Moscú acabe perdiendo la guerra de Ucrania y que veamos incluso un colapso de su presencia en el país si se produjera una involución política en Moscú, algo muy normal en la Rusia comunista.

Sin embargo, la posibilidad de una derrota rusa en Ucrania igual que podría abrir la posibilidad de una involución política, también podría dar lugar a la respuesta con el uso nuclear táctico minimizando su impacto geoestratégico, lo que daría lugar obviamente a que esta Europa tuviera que plantearse el uso de sus armas nucleares e involucrarse en una guerra nuclear o responder con una clara superioridad táctica, lo que en un entorno de cientos de cabezas nucleares parece poco fiable. Es por ello fundamental el desarrollo de una capacidad de misiles tácticos nucleares por Europa para garantizarse que en caso de una guerra abierta, esta se moverá exclusivamente en el ámbito convencional.

¿Conseguirá Putin sus propósitos o Europa saldrá victoriosa? Y unido a lo anterior, ¿cuál será el desenlace de la guerra de Ucrania?

En todos los fracasos políticos y militares de la historia, y excluyendo intervenciones divinas, concurre al menos una de estas dos circunstancias: sobreestimación de las capacidades propias y subestimación de las del enemigo.

Un ejército es sobre todo un equipo. Se pueden invertir billones de dólares, pero si el equipo no está organizado, entrenado, con moral de victoria, con el equipamiento alistado en cada momento, perderá seguro. Rusia creyó que disponía del mejor ejército del mundo y Ucrania lo tiene paralizado hace tres años. Una Ucrania que tiene un equipo con disciplina y moral patriótica que sabe por qué lucha, pero que ha tenido que pelear hasta ahora con material de mercadillo. Con las nuevas fábricas de munición, los desarrollos locales, los misiles Tomahawk, los Patriot, y los nuevos materiales que Ucrania va a comenzar a recibir este otoño, el panorama cambiará notablemente. Quizás no para revertir la situación pero sí para empujar a las líneas rusas a las fronteras de 2015.

A pesar de que la información que llega del frente está muy fragmentada, podemos extraer algunas conclusiones. Rusia ha perdido un 60% de sus vehículos de combate y el restante está demasiado obsoleto. Su producción de misiles Iskander está detenida y las fábricas de aviones y helicópteros paralizadas. Tiene enormes problemas para obtener materiales críticos para la munición y sistemas electrónicos. Rusia, si continúa la guerra, puede perder toda su capacidad militar convencional en un año, y esto es algo que Moscú no puede permitirse. Los drones que se lanzan ya no son iraníes, los cuales tienen también enormes problemas ya que los ataques israelíes le hicieron un favor a Zelenski, y ya hablamos de sistemas bastante simples, baratos, pero efectivos con una carga explosiva relativamente pequeña.

Es muy posible que si rascamos, el arsenal nuclear tampoco sea tan enorme como se nos hace creer en desfiles y algaradas. Como a lo largo de su historia, Rusia es un gigante de pies de barro, y en Rusia en invierno hay mucho barro.

No solo ha subestimado a los ucranianos sino sobre todo a Europa. Es verdad que no estábamos preparados, pero en apenas cuatro años hemos multiplicado por dos las inversiones militares y serán por tres en dos años más; se está adquiriendo material americano para Ucrania y el compromiso político es enorme. Ahora que Rusia ya flaquea, Ucrania va a disponer de más capacidad militar; es cierto que los soldados están exhaustos, pero la moral del equipo que defiende su país es incomparable con la del atacante que no entiende qué hacen arriesgando la vida en Ucrania.

La guerra de Ucrania y la amenaza rusa desaparecerán en un año, dos a lo sumo. Ya sé lo arriesgado que es hacer predicciones y que luego te las echen en cara, pero tengo varios argumentos. Frente a una supuesta Europa débil, las victorias europeístas en las elecciones en el este de Europa han sido un espaldarazo; el apoyo a la guerra de Meloni, que representaba a esa derecha comprensiva con Rusia ha movilizado a casi todo el populismo europeo; el regreso de Reino Unido a Europa y los gigantescos programas de rearme de Alemania, Francia e Inglaterra, ya deberían haber llevado al convencimiento a Putin de que todos aquellos planes que comentaba anteriormente son imposibles de alcanzar. No tiene sentido pasarse tres años más en un frente que se lleva a diario más de 200 millones de dólares y la vida de trescientos jóvenes, es una sangría que se puede volver en contra. Si las sanciones afectan a la exportación de petróleo y gas a India y otros países, la situación va a ser imposible de manejar en unos meses. Muchos en Moscú ya aspiran a la rusificación del Donbás y mantener Crimea y regresar a los cuarteles de invierno y misión cumplida.

¿Eso significa que Europa debe olvidarse del plan de rearme?

La respuesta es que sí, y lo hará; y me explico. El actual programa de rearme en Europa tiene por objetivo alcanzar rápidamente capacidades militares para estar listos en cinco o siete años para un enfrentamiento con Rusia. Este, como señalaba, no se va a producir, pero existe un riesgo mucho mayor para la seguridad de Europa que Rusia: es quedarse en la prehistoria del progreso del siglo XXI y perder capacidades frente a China y Estados Unidos. Es decir necesitamos un gran plan tecnológico e industrial para la Unión Europea con cinco objetivos: uno) eliminar en diez años el gap en IA, cuántica, espacio, fotónica y sistemas de energía dirigida con China y Estados Unidos; dos) la autonomía estratégica asegurando el flujo de tierras raras, semiconductores y equipos críticos para la defensa y la industria; tres) un reforzamiento y consolidación de los centros universitarios y militares de investigación a nivel europeo; cuatro) crear un gran fondo público-privado de venture capital para startups (100.000 millones de Euros), centrado en adquirir y desarrollar capacidades de tecnología avanzada, y quinto) el reforzamiento de las capacidades de proyección nuclear para ser el cuarto agente de disuasión nuclear en el mundo, lo que resultará fundamental para garantizar la paz y la seguridad.

No debemos prepararnos para luchar contra Rusia en cinco años sino para defender en el mundo nuestro modelo político, cultural y económico y no caer en las redes de los populismos, ni los nacionalismos ni los comunismos. Solo siendo líderes y fuertes podremos conseguirlo.

Temas

En Defensa

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal