Silvia Orriols se quita la cruz y desprecia la evangelización de América
A caballo de la ignorancia sobre la historia de España, promovida por el nacionalismo, Orriols ha acabado por desconocer su propia historia, la de Cataluña.
Hace un año, vi por primera vez, en uno de esos regalos que sirve el algoritmo en YouTube, hablar a Silvia Orriols en el Parlamento Catalán. Creo recordar que era en un canal llamado Espíritu o Spirit de Tabarnia, es decir, crítico con los golpistas del prusés y con las progradas habituales de la izquierda, en especial el wokismo, la ideología de género y el islamismo.
Me pareció tan sólido su discurso contra la ideología de género y el islamismo que, por un momento, la vi proclamando la república catalana, algo más de siete segundos. Era, es y supongo que seguirá siendo el talento político más original salido en Cataluña desde hace bastantes años; para ser precisos, desde Albert Rivera y la aurora real, luego boreal, de Ciudadanos. Pero tener ideas para defender España y la Libertad en la Cataluña actual es relativamente fácil. Son tan evidentemente superiores a toda la palabrería separatista que sólo necesitan un orador que las sepa explicar con fuerza y gracia, frente a la grisalla separatista. Vidal Quadras, Albert Rivera, Inés Arrimadas o Alejandro Fernández, desde que en 1980 llega Pujol al poder y empieza la liquidación de la España catalana, lo han demostrado muy bien.
Orriols, de los Pujol Ferrusola
Lo original de Silvia Orriols es que no está en esa línea de defensa de la libertad, la sociedad abierta y la economía de mercado que es, por cierto, una constante del pensamiento político catalán, desde Figuerola y la peçeta. En pugna, eso también, con el mercantilismo y el proteccionismo que ya atisbó Stendhal en el puerto de Barcelona y que se traducen en aranceles que en nombre de España se imponen a los españoles. Para Cataluña se defiende el proteccionismo y para el conjunto de España, el liberalismo. A Cambó le dijeron que debía escoger entre ser el Bolívar de Cataluña o el Bismarck de España. Y entre ambas naufragó. Esa tensión entre lo que es y lo que sueña, paraliza Cataluña desde hace un siglo y ha hundido a España.
Lo novedoso de Orriols era que ese discurso moderno, europeo y de raíz liberal frente al islamismo no lo hacía desde los escaños ilustrados de Albert Boadella, sino desde el torvo antiespañolismo de Marta Ferrusola. Y lo hacía, lo hace, muy bien. Su estilo pasivo-agresivo, muy de ama de casa con espolones –cinco hijos, farmacia– es de una eficacia brutal. Como no levanta la voz, es fácil atender a sus ideas. Lo malo es cuando las ideas que defiende y las frases que dice son la negación de la cruz que lleva al cuello.
Orriols, como Rufián o Anna Gabriel
Criticando que el 12 de octubre, Día de la Fiesta Nacional Española, el presidente de la Generalidad, Salvador Illa, fuera a Madrid dijo Orriols:
"Mientras el temporal golpeaba Cataluña, usted sonreía en Madrid celebrando la Hispanidad y, por lo tanto, el asesinato indiscriminado de indígenas".
En ese momento, como siempre, Orriols llevaba al cuello una cruz, símbolo de los valores cristianos y occidentales que el islamismo, junto al laicismo izquierdista, está destruyendo en todas las sociedades europeas. Y el 12 de octubre es la fecha que marca la expansión universal de la religión católica, gracias al descubrimiento, conquista y evangelización de América.
Si para Orriols lo importante fuera, sobre todo, su fe, no habría dicho ese disparate sobre la Hispanidad, propio de un Rufián o una Anna Gabriel. Añadió que Illa había ido a Madrid a "saludar a una cabra", por el carnero de la Legión, chiste que la asemeja a cualquier influencer descotada de las que pueblan TV3 y delata una ignorancia profunda de la historia catalana, incluidas instituciones a medio camino entre el mito y la historia, como la de los almogávares, cuya herencia reivindicaron los tercios… y la Legión.
Pero lo importante es la Hispanidad, cuando España y la Cristiandad llevaron sus valores, su genio y su fe al Nuevo Mundo. La cruz, lo primero que alzaron al pisar tierra los descubridores y que Orriols lleva al cuello, es el símbolo de todo lo que calumnia, veja, difama e infama. Y al hacerlo, se infama a sí misma. Nunca en la Hispanidad se ha celebrado el asesinato de indígenas, al revés, fueron los españoles, con la cruz por delante, los que acabaron con los sacrificios humanos de los aztecas, razón por la que unos pocos cristianos ganaron: porque libraban del canibalismo a los indígenas.
Pero es que, además, la Hispanidad, entendida como el proceso del descubrimiento, conquista y evangelización de las Indias, es el único caso en la historia de la Humanidad en el que los que descubren y conquistan a otros, los españoles de 1492, se plantean los términos morales en que deben relacionarse con ellos. Y atendiendo, en primer lugar, a que los indígenas están hechos a imagen y semejanza de Dios, y por ello su vida es sagrada.
Isabel La Católica, defensora de los indígenas
El primer gran documento de la Hispanidad es el testamento de Isabel la Católica, precisamente estableciendo la defensa de los indígenas. Pero no fue un hecho aislado o un caso de conciencia particular, sino un debate sobre los términos en que debe desarrollarse una política de Estado que se quiera llamar cristiana. Ya reinando su nieto Carlos I tiene lugar la controversia de Valladolid entre Sepúlveda y Las Casas, éste último, por cierto, creador de todas las mentiras sobre los abusos de los conquistadores, en unas tierras que no conocía, unos datos que se inventó y unos números absolutamente disparatados. Tanto, que su crédito en la Corte, desapareció. Se le rescató para la leyenda negra antiespañola, protestante… y catalana.
Lo más repelente, por ignorante y zafio, pero también por cruel, es achacar a los españoles el exterminio de indígenas, cuando, en los tres siglos de pertenencia a la Corona, tiempo bastante para que Orriols se haya enterado, fueron los que defendieron sus vidas y haciendas frente a los criollos. Todas las masacres de indígenas se producen después de la independencia. Y que lo sabían o veían venir los indígenas y mestizos, cuya existencia es una viva enmienda a la totalidad del supuesto exterminio racial, es que en las guerras participaron, de forma generalizada, en las filas de la Corona.
¿Y sabe todo esto Orriols, o es tan ignorante como cualquier Rufián?
Orriols, otra víctima de la incultura nacionalista catalana
Pues esto es lo peor de todo: que, a caballo de la ignorancia sobre la historia de España, promovida por el nacionalismo catalán, Silvia Orriols ha acabado por desconocer su propia historia, la de la Cataluña española, que no es sólo la media Cataluña que le estorba a ella, sino su propia mitad. ¿Cómo podría llevar la crucecita al cuello Silvia Orriols si Cataluña no hubiera siempre formado parte de la civilización cristiana de España? Aportase más o menos, según las épocas, no cabe distinguir una de otra. La crucecita de la farmacéutica de Ripoll es la de la Corona de Aragón, y la de Recaredo, la del reino de Toledo, heredero de la Diócesis de Hispania, dos siglos antes de la invasión islámica. Frenar al islam, como quiere ahora Silvia Orriols es, ni más ni menos, que la historia de España, de la que ella, ignorante, reniega. La Reconquista, para la que nace la Marca Hispánica, es la que alumbra la gran potencia militar, política, institucional y cultural que descubrió, conquistó, colonizó -poco- y evangelizó -del todo-, América.
El nacionalismo destruye los cerebros en que se asienta. El talento de Orriols, devorado por el separatismo, la hace maldecir hasta de su cruz. Y negarse a luchar por ella en compañía de los que siempre han estado ahí, de los españoles a los que odia, pero de los que viene, a los que quizás no va a volver nunca, pero sin los que el Islam, finalmente, la aplastará. Lástima.
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