¿Eutanasia a la inteligencia?
Ya lo dijo en su día la gran Oriana Fallaci, que hay dos tipos de fascistas: los propiamente dichos y los que presumen de antifascistas.
Corría el año 1936 cuando Millán Astray se encaró con don Miguel de Unamuno en el paraninfo de la Universidad de Salamanca al grito de "Muera la inteligencia". Eslogan que se comentaba solo y que ha pasado a la Historia como símbolo del desprecio de la fuerza bruta y la barbarie contra la libertad y el intelecto. Casi tanto como la célebre respuesta de Unamuno: "Venceréis, pero no convenceréis".
Ya sé que lo he dicho muchas veces, pero lo volveré a decir otras tantas si no se entiende ni a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera. ¿Por qué la barbarie de derechas no asusta ni la mitad que la de izquierdas, procesista catalana o abertzale?
En los últimos días, los autoproclamados "antifascistas" de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), esos que revientan carpas de S'Ha Acabat, han vuelto a la carga contra una de sus bestias negras favoritas, el profesor de esa institución Rafael Arenas. Ya le han insultado en público y hasta zarandeado físicamente en repetidas ocasiones. El último ataque ha consistido en esparcir por los patios de su Universidad una nota que textualmente dice (en catalán):
"Rafael Arenas,
Las Antifascistas de la Universitat Autònoma de Barcelona te dirigimos esta carta. No eres bienvenido en la universidad, y nos aseguraremos de que así te sientas. Tus ideas xenófobas y españolistas, que intentas ocultar bajo un "paraguas" de constitucionalidad y conservadurismo, son la defensa del capitalismo más voraz. No permitiremos que sigas propagando tu discurso lleno de veneno que busca segregar la clase obrera y mantener los privilegios de la burguesía. Da igual si vas acompañado por vuestros guardaespaldas nazis, los pringados de S'ha Acabat o la colaboración del decanato: os echaremos. Esto es sólo un aviso. Y mañana es sólo el comienzo, nos seguiremos encontrando hasta que os vayáis de la universidad. En la universidad, ni fascistas ni amigos de fascistas. Permaneced atentas. Hasta mañana."
No consta, por ahora, que la UAB haya emitido ningún comunicado público de condena, y eso que no es la primera vez que se acosa al profesor Arenas. El caso es extremo, pero no aislado. En la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), el profesor de Filosofía Carlos Martínez Gorriarán, antiguo diputado de UPyD, acaba de anunciar su jubilación prematura después de una escalada de hostigamiento que han culminado con la aparición en el campus de unas pintadas que lo ponen en la diana bajo las acusaciones de "tránsfobo, machista, fascista y sionista". El profesor Martínez Gorriarán ha recibido una llamada solidaria a título personal del rector de la universidad, pero tampoco en este caso la institución ha juzgado oportuno, o se ha atrevido, a hacer un comunicado público de condena.
¿Qué está pasando aquí? Es verdad que bestias ha habido siempre, en todos los sitios. La universidad no iba a ser una excepción. Lo excepcional es que en la universidad se les tolere casi más y mejor que en otras partes. El profesor Gorriarán explica que sus acosadores pertenecen a la organización estudiantil abertzale Ikasle Abertzaleak, la rama universitaria del movimiento Euskal Herriko Kontseilu Sozialista, que al parecer llevaría desde la pandemia de la covid disputándole el control de la UPV y otros centros a las juventudes de Bildu. Matan así dos pájaros de un tiro: conseguir que se jubile anticipadamente uno de los fundadores del Foro de Ermua y de la plataforma Basta Ya, al que evidentemente odian con toda su alma, a la vez que marcan paquete por quién corta el bacalao del "antifascismo" en los campus.
Ya lo dijo en su día la gran Oriana Fallaci, que hay dos tipos de fascistas: los propiamente dichos y los que presumen de antifascistas. Nunca verá usted a un verdadero antifascista jactarse de serlo. Si lo hace, tiéntese la camisa. Y la libertad.
Ya es triste que volvamos a estar como en aquellos tiempos en que las juventudes estudiantiles falangistas y franquistas se atizaban en la universidad. ¿Por qué es tan difícil garantizar un espacio seguro de crecimiento intelectual y de diálogo?
El profesor Martínez Gorriarán trata de describir el modus operandi de la bestia: explica que estas organizaciones estudiantiles despiadadamente radicalizadas en realidad tienen un músculo muy exiguo, pueden representar a menos del 3 por ciento del alumnado. Están en cambio muy sobrerrepresentadas. Se les permite tomar el control de los consejos de estudiantes y influir en la elección de rectores y equipos de gobierno. Con lo cual se les deja hacer. Porque se les tiene miedo.
Conviene recordar que el mundo académico, a diferencia del político, no pasa regularmente la ITV de unas elecciones de verdad. O la pasa de otra manera. Las personas que hacen carrera en los claustros dependen de complejos equilibrios de poder, incluso de intrigas, que escapan al escrutinio público y que además están envueltas en una aparente respetabilidad académica muy difícil de desenmascarar cuando se pervierte. Estoy segura de que muchos profesores tanto de la UAB como de la UPV deploran los ataques contra Arenas y Martínez Gorriarán -o contra otros-, pero no van a poner en peligro sus posiciones para defenderles. Son menos víctimas que ellos, pero también víctimas, de un sistema de secuestro de la normalidad institucional por parte de un fascismo disfrazado de antifascismo. Víctimas y a veces cómplices de un "muera la inteligencia" más disimulado. De una ¿eutanasia intelectual?
Ya me dirán ustedes qué sentido tiene poner el grito en el cielo porque Donald Trump intente tomar el control de una universidad tan prestigiosa como la de Harvard si aquí permitimos que pase esto. Lo cual también nos obliga por lo menos a revisar nuestro ideal de "universidad prestigiosa": ¿y si Trump no desvaría cuando denuncia que los campus de su país son caldo de cultivo del peor antisemitismo, y no sólo por ceguera fanática? A mí me dio mucho que pensar el movimiento de Trump para limitar el derecho de Harvard a recibir estudiantes extranjeros. Piensen una cosa: la mayoría de los estudiantes "normales" en un centro como Harvard -extranjeros y no extranjeros- lo son gracias a obtener becas. Pero en los últimos tiempos se ha multiplicado la cantidad de estudiantes chinos que no necesitan becas. Que pagan sin pestañear esa carísima, prohibitiva educación, al contado. ¿Ven por dónde voy? Trump podría no tener razón, o no toda, pero tener sus razones. ¿Cuánta razón tenemos aquí? ¿Y qué estamos dispuestos a hacer para defenderla?
Supongo que es utópico pretender una universidad pura, prístina, ajena a las tensiones y miserias del mundo real. Pero algo habría que hacer para que allá donde se supone que se van a formar las mejores mentes, la inteligencia no muera tan rápido, tan impúdicamente, tan a la vista de todo el mundo. Si vencen, por lo menos que no nos convenzan. ¿Hay alguien ahí que haya leído a Unamuno?
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