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Pablo Molina

La vía valenciana

Lo que está ocurriendo en Valencia no es fruto de la casualidad, sino un paso más en una relación de entendimiento de populares y voxistas que se inició antes que en ningún sitio.

Juanfran Pérez Llorca, junto a los diputados del PP, Laura Chuliá y Victor Soler y el portavoz parlamentario de Vox, José María Llanos. EFE/Kai Försterling | EFE

La primera noticia positiva tras la designación de Juan Francisco Pérez Llorca para suceder a Carlos Mazón en la presidencia de la comunidad valenciana es la manera en que Vox ha saludado su nombramiento. El entendimiento que se anuncia tras las reacciones del partido clave en la gobernabilidad de Valencia es un activo con una indudable proyección nacional. Se trata, no solamente, de garantizar un final de legislatura tranquilo y productivo, sin los bloqueos y la bronca constante que estamos viendo en otros lugares donde PP y Vox mantienen un enfrentamiento constante. Es también la prueba de que el entendimiento entre las dos fuerzas representativas del centro-derecha es posible, una circunstancia que va a empezar a calar en el electorado si la operación política valenciana sale bien y Vox no decide (otra vez) sacudir el tablero y provocar un adelanto electoral.

Lo que está ocurriendo en Valencia no es fruto de la casualidad, sino un paso más en una relación de entendimiento de populares y voxistas que se inició antes que en ningún sitio. La Comunidad Valenciana es la primera que alcanzó un pacto de legislatura tras las elecciones de 2023 y la primera también que ha aprobado sus presupuestos tras la abrupta salida de Vox de los gobiernos autonómicos de los que formaba parte. Algo, por cierto, que Abascal tendrá que explicar a sus votantes en las próximas elecciones autonómicas, si es que puede.

Juanfran Pérez Llorca atesora un bagaje personal del que carecía Mazón. Es un político con experiencia en el ámbito municipal, el más cercano al ciudadano y el que obliga a gestionar con solvencia los intereses públicos de las personas con las que te cruzas cada día en la calle. Su labor al frente de la secretaría general del PP valenciano ha contribuido a fortalecer al partido en una región que ha vivido un cataclismo político con escasos precedentes, sin que sus efectos hayan provocado una fractura definitiva con la sociedad. La buena relación con el partido del que depende el PP para gobernar es otro aval significativo que, sin duda, habrá pesado en Feijóo a la hora de hacer su elección.

El PP valenciano ha gestionado su crisis política al contrario que el extremeño, donde la presidenta ha hecho del enfrentamiento con Vox su principal aval para pedir el voto de los ciudadanos en poco más de un mes. A falta de ver cómo resulta la apuesta del PP en Extremadura, parece evidente que hay dos maneras ("sensibilidades", dirían en Génova) de gestionar la situación política en la que vive actualmente el centro-derecha, la de María Guardiola y la correcta. Valencia ha optado por el segundo modelo, que es, por otra parte, el que tendrá que adoptar Feijóo si es que quiere gobernar.

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