
Por mucho que una incansable legión de economistas al servicio del establishment predique a diario justo lo contrario, lo cierto es que el grueso de la inmigración que ha recibido España en las dos últimas décadas no supone ningún activo productivo a largo plazo para nuestra economía. No representa activo alguno porque los activos, y por definición, generan riqueza. Pero resulta que la mayor parte de los asalariados extranjeros – los no cualificados – que trabajan en España, lejos de suponer una fuente de beneficios económicos agregados, representan un coste neto a largo plazo para la sociedad receptora que los ha acogido ( el truco del engaño oficial reside siempre en ocultar esos costes a largo plazo).
No se trata de una opinión, sino de una evidencia estadística avalada por fríos pero indiscutibles números. En la España contemporánea, país completamente abducido por esa bobalicona beatería buenista con la que igual comulgan la izquierda y la derecha biempensantes, estas cosas no se pueden decir en público. Y, por supuesto, mucho menos se puede certificar su realidad fáctica en los documentos oficiales que, entre otros, emite el Instituto Nacional de Estadística. Pero no toda Europa es tan ciega y negacionista como España. Así, el Gobierno socialista (el socialista, sí) del Reino Unido ha difundido las conclusiones de una investigación propia en la que se señala el origen geográfico específico de una parte de la población inmigrante como factor explicativo de su muy baja aportación de valor económico.
En concreto, el Gobierno laborista señala de modo particular a las mujeres oriundas de países musulmanes que, por atavismos culturales y religiosos, eluden trabajar fuera del domicilio familiar. Algo que las convierte, vía ayudas sociales, en una pesada carga financiera para el Estado. Por cierto, aquí, en España, ocurre exactamente lo mismo. Naturalmente, el Ejecutivo español se guarda muy mucho de mencionarlo, pero existe constancia estadística de que, mientras el 77% de las mujeres españolas en edad laboral trabaja, únicamente el 38% de las inmigrantes procedentes de territorios musulmanes realiza alguna actividad laboral. Pero, claro, tampoco se puede decir con voz demasiado alta.
