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Feminismo socialista: de la manada aulladora al rebaño enmudecido

Hemos llegado hasta aquí con mil leyes feministas y "el Gobierno más feminista de la historia" lleno de abusadores sexuales, todos absolutamente impunes.

Hemos llegado hasta aquí con mil leyes feministas y "el Gobierno más feminista de la historia" lleno de abusadores sexuales, todos absolutamente impunes.
Una imagen del Comité Federal del 5 julio, con Pedro Sánchez rodeado de mujeres del PSOE. | PSOE

El escándalo de los abusos sexuales impunes en el PSOE es inseparable de la hegemonía ideológica del feminismo de izquierdas en la vida política de las últimas décadas y, en particular, en la legislación que, a la sombra de sus dogmas, se ha promulgado en España, desde la ley Viogen a la del Sí es Sí, pasando por todas las campañas y chiringuitos ocupados por las profesionales del sexismo, socialistas y comunistas. Hay miles de mujeres hoy cobrando muy buenos sueldos para defender la diferencia ante la ley de hombres y mujeres: todos los hombres, en principio, culpables, y todas las mujeres, inocentes, "hermana, yo si te creo…" …si no estorbas.

La superioridad moral de la izquierda que traga la derecha

En el fondo, esta ideología parte siempre de la superioridad moral que la izquierda se atribuye y que, silenciosa, acata la derecha política. Por eso hizo suya la ley Viogen, y Feijóo mantiene ese apoyo y hasta lo amplía, a pesar de que ni en la teoría ni en la práctica sea compatible con el Estado de derecho y con una visión liberal de la sociedad. El último libro de Soto Ivars demuestra, con casos escalofriantes, que además de un disparate liberticida, la ley Viogen produce lo que cabría llamar criminalidad de Estado, destrozando sádicamente desde la burocracia la vida real de gente inocente, cuyo único delito es haber nacido con el sexo equivocado… para la ley Viogen.

Pero como denunció el autor de Esto no existe en Es la Mañana de Federico de esRadio, eso no altera la convicción de Feijóo, de que el consenso siempre es bueno. Menos cuando, como en este caso, es malo, se pensará. Pues no. A la derecha le cuesta más rectificar sus errores que a la propia izquierda, y sólo cambia si cambian o rectifican sus enemigos. No es sólo tara del PP y de Feijóo, que lo es. Ciudadanos, por orden de Rivera y Arrimadas, votó a favor de la Ley del Sí es Sí, empujado por el progre desvaído Edmundo Bal. Rajoy y Rivera apoyaron a la secuestradora Juana Rivas. Salvo Ayuso, Cayetana y pocos más, al menos en público, la derecha siempre ha acatado la superioridad moral de la Izquierda, su ideología y su legislación sobre algo tan delicado como el comportamiento sexual, el consentimiento y los derechos civiles, que empiezan por el de la presunción de inocencia. Esto debe cambiar. Para hacerlo bien hay que ver cómo empezó, cómo hemos llegado hasta aquí, con mil leyes feministas y "el Gobierno más feminista de la historia" lleno de abusadores sexuales, todos absolutamente impunes.

La Manada, atropello consensuado al Estado de derecho

Si en términos legislativos, el origen de esta situación de impunidad machista en el PSOE es la aprobación de la ley Viogen, Ley contra la Violencia de Género que votaron las Cortes por aclamación, la gran movilización que borró cualquier atisbo de resistencia organizada contra la legiferación queer que vino después fue la de La Manada, una supuesta violación grupal que el tribunal de Pamplona y el Tribunal Superior de Justicia de Navarra condenaron como agresión sexual, no violación, y uno de los tres jueces negando la existencia, por el vídeo que fue la única prueba legalmente admitida, ni siquiera agresión, y que la relación fue siempre consentida.

Una movilización batasuna, excitada por la presencia de un militar entre los hombres juzgados, con el apoyo de comunistas y socialistas, rodeó los tribunales navarros al grito de "¡no es agresión, es violación!", por supuesto, sin haber visto el vídeo de prueba. El PP y Ciudadanos se unieron raudos al clamor por juzgar en el Supremo lo ya juzgado en Navarra, y con el respaldo de los más insignes catedráticos penalistas, condenó la supuesta violación, sin ver pruebas, ni cumplir los mínimos trámites de la legalidad. En mi libro La vuelta del comunismo cuento en detalle aquella atrocidad.

La Derecha seguidista del PP y el radicalismo superizquierdista de Vox

Naturalmente, si una agresión puede ser considerada violación, y por aclamación, una violación pasará a ser legalmente sólo agresión. Y ese fue el origen de la Ley del Sí es sí, que se aprobó pese al aviso en este sentido que, después del bochornoso episodio de La Manada, hicieron muchos juristas. En la cuesta abajo del Estado de Derecho y con los comunistas de Podemos abonados a la ideología queer, llegó la Ley Trans, un crimen que, dada la identificación de Sánchez con la extrema izquierda, venció la resistencia de las feministas clásicas del PSOE. El PP, cobardeando siempre, se unió al Infectódromo del 8M, con Cuca Gamarra yendo de tapadillo por la acera, pero cuando la suelta de violadores en aplicación de la Ley se convirtió en escándalo, votó discretamente con la Izquierda su reforma, no su abolición.

En suma, ni PP ni Ciudadanos debatieron nada ni defendieron una postura mínimamente liberal. Y lo de Vox fue peor: criticó la Ley pero pidió cadena perpetua para los violadores, que, vista la literalidad de la Ley, puede ser cualquiera, hasta Abascal. Pero en esa demagogia sigue. Muerto Ciudadanos, el PP continúa a remolque de la izquierda, con la contumacia de Feijóo, entre tozuda y obtusa, de la que hablamos a propósito de Soto Ivars.

Si la izquierda es moralmente superior, los socialistas no serán violadores

Cuando el grupo dirigente sanchista se ha revelado carne de burdel y los casos de agresión sexual dentro del PSOE son noticia día tras día, se ha producido un doble fenómeno: la derecha ha criticado su hipocresía, pero no ha entrado en el verdadero escándalo que es la protección de los acosadores por las acosadas, y en especial por las mujeres encargadas de impedir ese comportamiento. Ni una de las que han denunciado haber sido agredidas en Moncloa ha presentado denuncia en un juzgado. Y la secretaria de Igualdad del PSOE, a propósito del caso Salazar, ha explicado que no denuncian ante la Fiscalía a los agresores sexuales "para proteger a las agredidas que no quieren denunciar". Las mismas que decían que siempre hay que denunciar ahora dicen que no hay que denunciar si las agredidas prefieren no hacerlo.

¿Y cómo van a denunciar a compañeros socialistas, moralmente tan superiores como ellas, e incluso más? Si fueran de derechas, lo harían sin dudar, pero, claro, siendo de izquierdas, hay que evitar el daño al partido, "destrozarles la vida", "pensar en su familia", sobre todo "su mujer e hijas" y todas esas quisicosas que se negaban a otros, pero la izquierda sí merece.

El silencio de las mujeres de la derecha política

Esta es la realidad del feminismo de izquierdas, hegemónico hasta la náusea en el discurso público, despótico en las leyes que ha impuesto pero indiferente a su efecto en las mujeres reales que padecen su dogmatismo y su incompetencia. Ni una dirigente socialista, ni, pese a su cacareo, ni una comunista han denunciado en la fiscalía o en el juzgado a estos agresores izquierdistas y a las encubridoras de sus delitos, que estos sí son de género.

Hay un cierto paralelismo entre la subordinación de las mujeres de izquierdas al sórdido interés de sus jefes, y el silencio de las mujeres de la derecha, que no esperan que sus hombres digan esta boca es mía. Hablan en las Cortes cuando les toca, pero no alzan la bandera del feminismo liberal, no vayan a mosquearse esos señoros de provincias que dominan el partido, tan despistados, tan medrosos, tan parecidos, en el fondo, a las charos de la izquierda, incapaces de quejarse sin permiso de sus hombres, de izquierdas.

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