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Emilio Montilla

Zapatero fue el cáncer, Sánchez es el tumor

Las dos principales derivas del sanchismo tuvieron su origen en las dos legislaturas del expresidente.

El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. | Europa Press

Esta semana hemos asistido a una revelación que confirma lo que muchos ya intuíamos: José Luis Rodríguez Zapatero no es una figura retirada de la política española, sino de una pieza activa y fundamental en su espiral de degradación. El expresidente se reunió con Julio Martínez, directivo de Plus Ultra, sólo tres días antes de que este fuera detenido.

Puesto que UDEF sospecha que los 53 millones de euros del rescate que recibió dicha aerolínea se usaron para blanquear dinero corrupto del régimen venezolano –y visto como el expresidente ha blanqueado en los últimos años a Nicolás Maduro–, los indicios en su contra se están convirtiendo en demoledores.

Permítame el lector que le aclare que las palabras que dan título a este texto no son mías, sino de Rosa Díez, pero las uso precisamente porque condensan una verdad incómoda: Pedro Sánchez no es una anomalía, sino la continuación lógica de un proyecto político que comenzó hace casi dos décadas.

La primera gran deriva que ambos comparten es la renuncia a cualquier límite moral en la búsqueda del poder. Zapatero inauguró esa senda al pactar con ETA rompiendo los consensos básicos en la democracia española y otorgando legitimidad política a quienes habían intentado destruirla a través del terror, y Sánchez ha recorrido el mismo camino pactando con los secesionistas y aceptando como socios a quienes niegan abiertamente la soberanía nacional y el marco constitucional. Cambian los actores, pero no el método, ya que ambos están dispuestos a pactar con quien sea si eso les permite cumplir con sus objetivos políticos.

La segunda deriva es aún más profunda y peligrosa: la erosión consciente de las instituciones del Estado. Zapatero marcó un antes y un después cuando se comprometió a aprobar "cualquier Estatut que apruebe el Parlamento catalán", incluso aunque vulnerara la Constitución. Aquella cesión no fue un fallo de cálculo, sino una declaración de principios, pues dejó muy claro que la ley dejaría de ser un obstáculo para convertirse en un límite a sortear. Sánchez ha llevado esa lógica hasta las últimas consecuencias avalando indultos y una amnistía diseñada para satisfacer a sus socios, dinamitando la igualdad ante la ley y subordinando al Estado de Derecho a su supervivencia personal.

Y ahora emerge un tercer elemento que empieza a cerrar el círculo que ya no pertenece al terreno de las interpretaciones ideológicas, sino de los hechos inquietantes. Cada vez existen más indicios de que Zapatero no es sólo el antecedente político del sanchismo, sino de que podría estar integrado en la trama de intereses que rodea al actual Gobierno. Su papel como valedor internacional del régimen de Nicolás Maduro, su cercanía a actores beneficiados por decisiones del Ejecutivo y este encuentro con un directivo investigado por usar presuntamente un rescate público para blanquear dinero espurio, dibujan un patrón que no puede seguir despachándose como casualidad, sino más bien como causalidad.

Conviene ser prudentes, pero también críticos y exigentes. No se trata de dictar sentencias, sino de formular las preguntas legítimas. ¿Por qué se produce esa reunión? ¿Por qué en un área de acceso restringido? ¿Quién en Patrimonio Nacional autoriza a que así sea? ¿Qué relación existe entre el expresidente y rescate más opaco de la legislatura? Teniendo en cuenta que el hijo de Ábalos ya afirmó que tanto Zapatero como Begoña Gómez presionaron a su padre con el célebre rescate, la explicación al azar deja de ser verosímil y las sospechas comienzan a convertirse en hechos.

Si echamos la vista atrás podremos comprobar que el zapaterismo no fue un paréntesis, sino el ensayo general. El sanchismo es su versión perfeccionada: más agresiva, más consciente y más dispuesta a cruzar líneas que antes sólo se insinuaban.

Zapatero abrió una puerta que nunca debió cruzarse y Sánchez no sólo la ha atravesado, sino que se ha asegurado que no pueda cerrarse. Pero lo peor de todo es que al igual que Rajoy no hizo lo necesario para fortalecer al Estado y evitar que una deriva así pudiera darse, lo que resulta más inquietante es no saber si quien sustituya a Sánchez querrá gobernar con límites o seguir viviendo a base de no tenerlos.

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