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Luis Herrero Goldáraz

¿Feliz Navidad?

La Navidad es sinónimo de tristeza en la senectud en la misma medida en que también lo fue de jolgorio durante la infancia.

Feijóo a Sánchez: "Oiga delincan ustedes más despacio. Es que es imposible seguirles" | EFE

Dice mucho de Feijóo que sepa plantarse ante lo inadmisible y, a despecho del qué dirán, contra la corriente dominante, atado al mástil del sentido común para evitar la tentación de otras modas más perversas, se atreva a señalar al emperador desnudo y se arranque a felicitar la Navidad, pues no está el horno para demasiadas "fiestas" anunciadas por políticos, a estas alturas, y mucho menos si esas fiestas vienen con final feliz. Hay en ese arranque del gallego algo así como una sutil perspicacia sociológica que pocos analistas han captado. Un reposicionamiento estratégico que no lo contrapone tanto a la hipocresía analfabeta del progresismo en su conjunto como a las correrías depravadas del PSOE, en particular. Y que tendría cierto sentido si sirviese de alguna forma para ligar su figura, más que a la palabra Navidad, a la palabra felicidad.

Es una conversación cada vez más mantenida: ¿no es la Navidad la fecha más triste del calendario? Uno afina el oído en las tabernas, en los parques, en las tertulias de la radio, y lo escucha cada vez con más frecuencia: ¿no es acaso la época en la que recordamos a quienes ya no están, lo que ya no somos ni seremos, lo que nunca volverá? La Navidad es sinónimo de tristeza en la senectud en la misma medida en que también lo fue de jolgorio durante la infancia. Y tanto más triste es como más feliz fue, por lo que no extraña que en esta España envejecida, con una democracia cansada de repetirse lo joven que debería ser mientras padece los achaques de la ancianidad, decir "Feliz Navidad" sea una temeridad.

Sin embargo, ahí se lanzó Feijóo, con la imprudente inconsciencia que comparten los adolescentes y los octogenarios dementes, izando al aire la bandera de un alegato político que, como todos, sólo logrará ilusionar en la medida en que consiga ser creíble. ¿Lo es? Después de tantas décadas de corrupción y de estancamiento económico, después de la puntilla del sanchismo, ¿somos capaces de mirarnos como a niños esperando bajo el árbol el regalo de la regeneración institucional? ¿O lo único que nos queda es recordar las oportunidades pasadas con la nostalgia gris de quien sólo puede esperar que llegue su final? Miramos a Feijóo y qué vemos, ¿la imagen contagiosa de cierto sano idealismo, ese ímpetu lleno de vida que sortea cualquier dificultad, o la de un viejo senil? Escuchándole el otro día, a mí lo único que me quedó claro es que ya ha llegado la Navidad.

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