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EDITORIAL

Las condiciones de Vox y el electorado del PP

Las condiciones políticas que plantea Vox son todas ellas perfectamente asumibles, cuando no respaldadas, por el propio electorado del PP

A la vista del desplome de los socialistas en Extremadura, es del todo lógico que Salvador Illa marque distancias con Sánchez y subraye que el PSC y el PSOE "son partidos diferentes". Lo que no tiene lógica alguna es que esta sea la hora en la que la candidata más votada en aquella Comunidad autónoma, María Guardiola, que ha quedado lejos de obtener la mayoría absoluta, no se haya puesto todavía en contacto con los representantes de Vox y todavía acaricie la idea de gobernar en solitario. Entendemos perfectamente que Guardiola no convocó elecciones anticipadas para obtener únicamente un escaño más de los que ya tenía o para que Vox más que duplicara su representación en Extremadura. Pero los errores dan derecho a corregirlos no a incidir en ellos.

El PP no puede aspirar a algo tan ilusorio -además de injusto- como sería que los representantes de Vox le entregaran gratis et amore sus escaños. Cantinelas como esas de que "Vox no se confunda de enemigo", que "Vox no debe ser obstáculo" o que "Vox debe tener sentido de la responsabilidad" dejarían de ser engañifas o perogrulladas si María Guardiola diese muestras de entender que su primera responsabilidad como candidata más votada es tratar a los representantes de Vox, no como enemigos sino como aliados naturales con los que tiene, más que el derecho, el deber de conformar gobierno o, cuanto menos, llegar a acuerdos de investidura y de legislatura. Más aun, cuando las condiciones políticas que plantea Vox para brindarle su apoyo, lejos de ser un obstáculo, son todas ellas cuestiones perfectamente asumibles, cuando no respaldadas, por el propio electorado del PP, tanto en Extremadura como en toda España. ¿O es que Guardiola está tan desnortada como para creerse que los 228.300 extremeños que la han votado -algo menos que los 236.235 extremeños que lo hicieron hace dos años- lo han hecho para que no rebaje los impuestos, o para que siga respaldando junto a socialistas y comunistas la barra libre a la inmigración ilegal, el Pacto Verde Europeo o el gasto público en políticas de ideología de género?

Naturalmente, Vox también tiene que asumir que, a pesar de su espectacular crecimiento, tiene casi tres veces menos escaños que el PP, por los que sus pretensiones han de ser "proporcionales" al apoyo que brindan, tal y como sensatamente sí ha señalado Feijóo. Pero Guardiola no debe tratar el hecho de que haya obtenido más escaños que todos los que han obtenido juntos los partidos ubicados a su izquierda como recurrente latigillo para exigir la abstención de Vox a su investidura como si este partido no existiera o no tuviera representación parlamentaria.

Como no nos cansamos de repetir, el primer deber de la oposición al socialismo es entender que PP y Vox tienen el derecho y el deber de llegar a acuerdos. A poder ser, con orgullo y sin complejos. Y esto, que es decisivo en Extremadura, lo es tanto a más en el conjunto de España. Lo que no es de recibo a estas alturas es que haya un solo representante del PP que aun trate a Vox como la caricatura que del partido de Abascal hace la izquierda, una formación fascista con la que no es legítimo llegar a ningún tipo de acuerdo. Si, pese a lo anterior, María Guardiola sigue presa de sus complejos o sigue sintiéndose más cómoda pactando con los socialistas que con los conservadores, lo que debería hacer no es convocar nuevas elecciones, sino, simplemente, presentar su dimisión. Y es que todo tiene un límite, incluido el ridículo.

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