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Las hijas de Oriana

. Quisiera que las hijas de Oriana Fallaci repoblaran el periodismo y la tierra. No está todo perdido quizás aún.

. Quisiera que las hijas de Oriana Fallaci repoblaran el periodismo y la tierra. No está todo perdido quizás aún.
La periodista Oriana Fallaci en 1981 | Cordon Press

Avatares de la vida me llevan a agotar las últimas horas de la Nochebuena en la sierra de Madrid, que parece haberse dado cita toda ella —me aseguran que es tradición— para tomar el aperitivo en Torrelodones. Mi querida Beatriz Salama, un prodigio de mujer y de amistad, me sienta en una mesa de la plaza que llama la atención porque está llena de mujeres jóvenes (una de ellas es su hija), todas explosivamente guapas y, según comprobaré muy pronto, explosivamente inteligentes también. Me toca al lado Lara, que es periodista y que casi me hace saltar las lágrimas al hablarme con admiración de Oriana Fallaci: ¿de verdad queda alguien de su generación que sepa quién fue... y, sobre todo, qué grande fue?

Lara lleva tiempo buscándose la vida y el trabajo en otros países, como sucede cada vez más a menudo con los jóvenes más preparados del nuestro. Por suerte para ellos y para desgracia de los que nos quedamos aquí, viendo escurrírsenos tal que arena entre los dedos toda esa energía, todo ese talento. Siempre se van los mejores. ¿Por qué será?

Hablamos de lo difícil que es hacer buen periodismo en el mundo actual y no digamos en la España que nos ha tocado vivir. Aunque en otras partes también cuecen habas. Consciente, por experiencia directa, de ello, Lara me sorprende con una idea audaz que se me antoja incluso demasiado romántica: un pool internacional de periodistas pasándose información unos a otros, compartiendo noticias para que en Madrid o en París, pongamos, se publique lo que —por lo que sea— no se pueda publicar en Kuwait. O viceversa. Me emociono al oírlo y más al ver cómo le brillan los ojos. Me fuerzo a ponerme dura y a hablarle claro: una cosa así solo se puede hacer con poca gente, extremadamente de confianza, en estos tiempos en que la verdad es una mercancía y la IA no se usa siempre para optimizar su búsqueda, más bien para ahorrarse el trabajo.

Un problema no menor del periodismo actual es que hay un serio desfase entre quién lo financia, patrocina o subvenciona, y quién lo consume. Los hay que se quejan de no sé qué "máquina del fango" cuando en realidad se duelen de no poder chapotear todavía más a gusto en él. La comunicación es un arma de guerra que requiere del lector, oyente o televidente una sangre fría a toda prueba. Casi hay que ser un profesional de la información para consumirla sin riesgo de intoxicarse.

¿Acabará siendo la información veraz un lujo solo al alcance de quién la pueda y además quiera pagar, no a precio de saldo sino de oro? Le sugiero a Lara que una persona tan capaz como ella igual debería plantearse no intentar informar a todo el mundo, sino solo a selectos colectivos conscientes de que para tomar decisiones importantes (desde invertir en un negocio hasta votar a un partido político, ay) hay que saber de verdad, con un mínimo margen de error, lo que vale un peine. Mientras la mentira cotice igual en el mercado generalista que un hecho cierto y debidamente verificado o que un análisis serio y honesto, estaremos todos cada vez más perdidos. Aparentemente sobreinformados, ahítos en realidad de desinformación.

Yo no quiero que Lara se vaya lejos. Quisiera encontrarme una en cada redacción y en cada esquina. Quisiera que las hijas de Oriana Fallaci repoblaran el periodismo y la tierra. No está todo perdido quizás aún. Para que nos cuenten la verdad, lo primero es hacernos dignos de conocerla y apreciarla en lo que vale. Feliz Navidad.

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