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Agapito Maestre

Cuestión nacional

El concepto de heterodoxia, e incluso de 'librepensador', utilizado por los heterodoxos contemporáneos fue creación, grandiosa elaboración intelectual, de Marcelino Menéndez Pelayo, intelectual ortodoxo que hablaba catalán tan bien como castellano

 

La heterodoxa filosofía española, nuestra genuina meditación, siempre se ha desarrollado en la calle, en los foros públicos, en las conversaciones improvisadas con un desconocido o por un encuentro, que a veces se convierte en un encontronazo, con un antiguo amigo o un viejo colega. Mil son las situaciones hispánicas que mueven al pensamiento, la consideración, la objeción y la crítica más apasionada para resolver o darle salida a una casualidad vital. Se diría que nosotros no pensamos por pensar, sino urgidos por una urgencia vital, cotidiana, para salir del paso o, sencillamente, para que nos quieran tratamos de sintetizar al máximo lo que pensamos acerca del asunto más trivial o, a veces, más trascendental surgido al hilo de una leve  conversación azarosa.
 
El azar, en efecto, me condujo ayer a unos minutos de charla sustanciosa con un viejo amigo. Muchos años han pasado sin vernos. Los dos coincidimos, creo que fue nuestro único acuerdo en la conversación, al decir que no nos veíamos, desde hacia 15 años, en un curso en la Universidad de Santander. Al instante le dije: "¡Ay, amigo, Santander! El nombre de esa ciudad me hacer evocar bellísimos recuerdos. A pesar de que hay una leyenda, la recojo del filósofo judío Walter Benjamin, que afirma que aquí nació el demonio. Espero que esa leyenda nada tenga que ver con un ilustre hijo de la villa: Marcelino Menéndez Pelayo".
 
Mi amigo soltó una carcajada de escandalo y una vez recuperada la compostura me espetó: "Sigues igual de provocador que la última vez que nos vimos. Menéndez Pelayo no fue un demonio, pero ha hecho mucho daño a la cultura española, como demostró el libro por el que mi hermano recibió un premio nacional". Obviamente, yo le contesté sin acritud, pero con pasión: "Discrepo, amigo, de tu valoración. Más aún, en este año que recordamos el centenario de su muerte, podríamos levantar acta de un par de contribuciones determinantes de nuestra cultura política actual".
 
"Para empezar nadie, en su sano juicio político, es capaz ahora de poner en duda que el concepto de heterodoxia, e incluso de 'librepensador', utilizado por los heterodoxos contemporáneos fue creación, grandiosa elaboración intelectual, de este  intelectual ortodoxo que hablaba catalán tan bien como castellano. Por otro lado, independientemente de su  poco afecto por Erasmo de Rotterdam, que murió en Basilea, y los erasmistas españoles, resulta imprescindible, aún hoy, pasar por su Historia de los heterodoxos españoles, para estudiar el rol desempeñado por la filosofía humanista de Erasmo en nuestra actual cultura política".
 
Me despedí de mi amigo, como lo hago ahora de ustedes, tratando de darle en algo la razón y, por tanto, le solté una provocación: La obra y la figura de Marcelino Menéndez Pelayo sigue siendo una cuestión de carácter nacional. Mientras las principales agencias de socialización cultural española no se pongan de acuerdo sobre sus grandes contribuciones intelectuales y políticas, nuestra educación nacional seguirá renqueando.

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