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Agapito Maestre

La 'democradura' de Sánchez-Iglesias

El pueblo auténtico y virtuoso no tiene mejores representantes que los del PSOE, Podemos, los separatistas y los exterroristas de ETA. ¡Terrible!

El pueblo auténtico y virtuoso no tiene mejores representantes que los del PSOE, Podemos, los separatistas y los exterroristas de ETA. ¡Terrible!
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en la bancada azul del Congreso | EFE

La ideología es enemiga del sentido común. Por eso es imposible combatir los estragos de la ideología populista de Sánchez-Iglesias sin conocerla. Es menester estudiarla. Este populismo tiene trágicas peculiaridades respecto al venezolano. La sesión del miércoles del Congreso de los Diputados nos dio alguna pista segura para saber a qué tipo de maldad se enfrenta el ciudadano medio de España. Todas ellas nos confirman que estamos en un régimen político de corte autoritario. Sánchez hizo una ostentación de fuerza ante su absoluta carencia de argumentos democráticos. Excluyó por completo cualquier acuerdo democrático con la oposición. Era previsible que Sánchez rechazara las ofertas del PP para salir del aparente caos en que nos ha instalado este Gobierno, pero poner como primera exigencia para hablar con Casado que éste retire su crítica al Gobierno nos sitúa al borde del abismo.

La exigencia de Sánchez de la retirada inmediata del informe presentado por el PP ante el Parlamento Europeo sobre la vulneración de derechos y libertades durante el estado de alarma convierte a este Gobierno en el campeón del autoritarismo populista. Este Gobierno, lejos de buscar legitimidad democrática negociando con la oposición, no tiene otra pretensión que instaurar un régimen político que "mezcla las apariencias democráticas y un ejercicio autoritario del poder". Exigir al primer partido de la oposición que retire, seguramente, la principal iniciativa política de este partido es tanto como declararlo fuera de la democradura que ha impuesto Sánchez-Iglesias.

El paso dado por Sánchez es gravísimo. Se trata de algo más que una neutralización, por otro lado, perfectamente programada de la oposición. El Gobierno de Sánchez-Iglesias no admite crítica alguna. Se reclama investido de una supuesta legitimidad que excluye política y moralmente a los adversarios. Perseguirá a quien denuncie que vivimos en una democradura. El Poder Ejecutivo impone un dilema a todo el sistema político: o la oposición retira la crítica de autoritarismo o Sánchez seguirá persiguiendo al PP. El dilema es, en buena lógica, irresoluble. Ése es exactamente el objetivo del Gobierno. Hay que hacer imposible la vida democrática.

El Gobierno ha dinamitado hasta hacer saltar por los aires la posibilidad de que existan elementos de lenguaje común entre el Gobierno y la oposición. Sánchez-Iglesias rompe por completo la idea de que puedan oponerse argumentos fundamentados en una descripción de hechos aceptados por los contendientes. El Gobierno se niega por completo a dar datos reales, o mejor, a compartir datos concretos y objetivos con la oposición. El Ejecutivo persiste en disolver la diferencia entre hechos y opiniones. Se trata de seguir actuando bajo una politización general que se lleva a la máxima radicalización. Sánchez extrema hasta el ridículo, como si fuera Chávez o Maduro, su lenguaje. Es casi de esperpento la percepción que ofrece de sus oponentes políticos, calificándolos como inmorales y corruptos, al servicio de intereses apátridas y, por supuesto, sin derecho a participar en el proceso político. La "derecha" y la "ultraderecha", en su lenguaje, están estigmatizadas. Demonizadas. El pueblo auténtico y virtuoso no tiene mejores representantes que los del PSOE, Podemos, los separatistas y los exterroristas de ETA. ¡Terrible!

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