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Amando de Miguel

A vueltas con la nueva Constitución

No es que sobren CCAA sino que las regiones deben organizarse de otra forma; siempre serán menos autónomas que el Estado central. Las llamadas autonomías no habrían funcionado mal si se hubieran corregido seculares vicios: el caciquismo y la corrupción.

Se confirma la sospecha de que los españoles suelen llevar en la cartera un borrador ológrafo del proyecto de nueva Constitución. Recibo aquí numerosos y documentados correos sobre esos borradores de una nueva carta magna. Solo me da espacio para comentar algunos.

Isidro Fuentes critica mi idea de que se forme un grupo de notables (no solo juristas) para que se pongan a redactar el nuevo texto constitucional. Su opinión es que ese grupo de notables lo debe elegir el pueblo a través de una suerte de referéndum. Me parece un exceso de democratismo. Todas las Constituciones que en el mundo han sido se han redactado por un grupo de notables que se ha ido formando por un proceso natural. La Constitución de 1978 no fue una excepción. A mi modo de ver no fue un texto malo (aunque excesivamente largo y a veces confuso).

El problema es que se ha ido degradando con el tiempo. Sobre todo, el famoso título octavo, sobre las autonomías, ha sido particularmente problemático. Era de esperar. En su día ya se vio que era imposible llegar a un acuerdo sobre el particular.

Adolfo Flores arguye: "Me gustaría que los personajes públicos como usted, con voz en los medios, no cargaran sobre la estructura del Estado, sino sobre lo que los profesionales de la política han convertido a España. No sobran las autonomías, sobran políticos, cargos, normas y reglamentos, asesores, fundaciones y empresas públicas". Redarguyo que eso que sobra tiene mucho que ver con la estructura del Estado. No es que sobren autonomías sino que las regiones deben organizarse de otra forma; siempre serán menos autónomas que el Estado central. Las llamadas autonomías no habrían funcionado mal si se hubieran corregido los seculares vicios del caciquismo y la corrupción. A todo eso junto lo llamaba Ortega y Gasset "particularismo".

José Sogo Flores sostiene que "España no es una democracia" sino una especie de continuidad con el "franquismo sociológico y el clientelismo romano". Supongo que se refiere a la Roma antigua. Cierto es que permanecen muchas formas del franquismo sociológico (expresión que yo inventé en su día) y del sistema oligárquico de épocas pasadas. Sin embargo, no cabe duda de que España es ahora una democracia, sobre todo si vemos el panorama mundial. La democracia es una cuestión de grado.

Otra cosa es que haya que mejorar muchas cosas, algunas tan fundamentales como la Justicia, la organización territorial o el Estado del bienestar. Doy la razón a don José en el principio de que la relación entre gobernantes y gobernados debe basarse en la desconfianza. Aunque cabe el peligro, como él mismo señala, de que la desconfianza extrema puede degenerar en el germen de los totalitarismos. Una idea interesante de don José es que lo fundamental, en una democracia sana, no es tanto el sistema pacífico para nombrar a los gobernantes como para echarlos de sus cargos. Aquí se les echa con demasiados privilegios, que ellos mismo se otorgan.

Francisco Moreno Doncel da en el clavo al decir que cualquier nuevo proceso constituyente va a tropezar con una especial dificultad. A saber, no va a ser posible el consenso con vascos y catalanes (se entiende, los nacionalistas de esas regiones). Es cierto, el consenso será difícil también con los nuevos nacionalismos de otras regiones e incluso comarcas. En esta última generación se han creado tantos intereses en las regiones que será peliagudo romperlos. Desde luego, ese intento no va a poder realizarlo un partido solo. El problema está en que los dirigentes de los partidos se odian entre ellos. Además, hemos dado en tolerar los partidos totalitarios, lo que parece un contrasentido.

José Alberto Torrijos Regidor añade otra dificultad teórica. La reforma a fondo del Estado debe descartar el axioma de que las autonomías acercan la Administración al ciudadano. Esa prensión resulta confusa. El famoso acercamiento lo que ha hecho es aumentar la maraña legal, la ineficiencia administrativa. Le doy la razón, fundada en mi humilde experiencia personal.

Por todas partes se confluye en la idea de que el gran obstáculo constitucional va a ser la superación del famoso título octavo del texto vigente. Un premio millonario para quien dé con la solución del enigma. Una vez más, ¡qué difícil es entenderse con las palabras!

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