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Amando de Miguel

El canto del cisne de la Transición

Frente al llamado conflicto catalán, Sánchez no solo esconde la cabeza como el avestruz, sino que entona su postrera canción como el cisne moribundo.

Frente al llamado conflicto catalán, Sánchez no solo esconde la cabeza como el avestruz, sino que entona su postrera canción como el cisne moribundo.
Las flores rojas fueron colocadas entre las amarillas | Moncloa

Las leyendas antiguas gustaban mucho de las fábulas, esto es, los cuentos en los que los animales se comportaban de forma extraña, humanizada. Por ejemplo, los avestruces escondían su cabeza en tierra cuando advertían la presencia de un enemigo. O también, el cisne entonaba una misteriosa canción cuando intuía que iba a morir.

Pues bien, al doblar el solsticio de invierno de 2018 hemos asistido los españoles a un raro acontecimiento político. Ha sido la ostentosa visita a Barcelona del presidente Sánchez, con todo su séquito de ministras y un millar de policías como escolta. Solo le han faltado los elefantes para parecer un sátrapa oriental. Para celebrar tal fasto, el Gobierno de España ha seguido otorgando mercedes al Gobierno de Cataluña. Lo que importa: ambos Gobiernos han escenificado una especie de reunión en la cumbre, como si cada uno de ellos representara a un país diferente. Era la exigencia de la Generalidad catalana para seguir apoyando a Sánchez en su capricho de seguir habitando el palacete de la Moncloa.

La comedia de los dos presidentes (curiosamente ninguno de ellos ha llegado al poder como resultado de una votación) ha significado el ápice de la política de apaciguamiento. Con ligeras variantes, es la que han seguido todos los Gobiernos de la Transición democrática. Entendían que era una forma de mantener a raya al catalanismo y al vasquismo. Se equivocaron.

El apaciguamiento significa la política de acceder a las demandas o imposiciones de la otra parte contratante, en este caso el Gobierno de Cataluña. Concedidas tales demandas, se abre la válvula para ulteriores exigencias, siguiendo el modo de proceder de los chantajistas. Así hasta el pleno reconocimiento de la independencia de Cataluña.

La voz apaciguamiento (en inglés appeasement), con su significación política, apareció por primera vez en el Times de Londres en 1934. Indicaba la política que había dejado de oponerse al rearme de Alemania. La personificación de tal política culminó en la actitud del primer ministro británico Chamberlain en la conferencia de Múnich de 1938. El atildado inglés reconocía las pretensiones de Hitler de invadir los países vecinos con el fin de asegurar la paz. El líder de la oposición británica, Churchill, declaró: "El Gobierno del Reino Unido ha tenido que escoger entre la guerra y el deshonor. Ha elegido el deshonor; tendrá también la guerra". Así fue.

El caso de la visita de Sánchez a Barcelona resulta menos espectacular, pero para los españoles tiene una gran trascendencia. En efecto, rubrica la larga secuencia de apaciguamiento de los Gobiernos de la democracia respecto de las exigencias de los nacionalistas catalanes, ahora abiertamente secesionistas. Significa rendirse, claudicar, humillarse ante la Generalidad. El chantaje es ahora "diálogo", o más cursi todavía, "espacios de diálogo".

Frente al llamado conflicto catalán, Sánchez no solo esconde la cabeza como el avestruz, sino que entona su postrera canción como el cisne moribundo. Se dirá que solo pretende que los contribuyentes le sigan pagando el alquiler del hotelito de la Moncloa durante unos pocos meses más. Pero el asunto es mucho más serio. Nada menos que anuncia simbólicamente el final del régimen establecido por la Constitución de 1978. En nombre de los españoles, el Gobierno ha escogido el supuesto diálogo, pero tendrá que enfrentarse a la continua violencia por parte de los trabucaires del siglo XXI. En ello estamos.

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