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Amando de Miguel

Futuro político imperfecto

Las pasadas elecciones andaluzas constituían una anticipación del esquema de poder a escala nacional.

Estaba claro que las pasadas elecciones andaluzas constituían una anticipación del esquema de poder a escala nacional. Es lo que se ha llamado "cambio de ciclo". Así lo escribí yo, en esta pantalla, y así ha sido. Es muy probable que se convoquen elecciones generales antes de lo previsto. Se intuye por el grave deterioro económico del vecindario y por la insegura personalidad de nuestro amado Presidente de Gobierno, que no puede salir a la calle sin que le abucheen. El PSOE no es ninguna de las cuatro cosas; por lo que podría cambiar el marbete. Su historia secular tampoco es como para producir entusiasmo.

Naturalmente, el PP ascenderá a la Moncloa (que, paradójicamente, es la cota más baja del plano de la ciudad de Madrid). Lo más seguro es que el nuevo Gobierno sea del PP en solitario, es decir, sin Vox. Los voxeros arrastran el prejuicio que proyectan sobre ellos los medios más establecidos y el grueso de los periodistas, profesores, escritores y artistas; es decir, los "intelectuales", según se decía, antes. Se trata de un prejuicio muy parecido al revelado por la escala F contra los fascistas y los nazis en el siglo pasado. En el mejor de los casos, el desdén hacia Vox se expresa con un cierto tono sarcástico; lo que indica que el prejuicio contra él no se manifiesta con seguridad. La expresión más común contra Vox es la de considerarlo como "extrema derecha", una especie de dicterio para la doctrina progresista dominante. De forma objetiva, Vox es una nueva fuerza conservadora, atenta a los valores tradicionales de patria, familia, religión, libertad, vida, etc. En realidad, es una ideología que no se deja manipular, fácilmente, por el Partido Socialista o el Partido Popular; critica a ambos. Es una posición incómoda: el régimen político vigente ha primado la alternancia en el Gobierno de los dos grandes partidos. Ellos se dicen "partidos de Estado". Como señala Luis Racionero, la diferencia entre el PP y el PSOE no es una cuestión de programas (que, al final, se parecen mucho más de lo que se dice), sino de talante o estilo de las personas que los dirigen. Se alojan en la mejor tradición española del personalismo (en el sentido más vulgar del término), lo que conduce a la necesaria corrupción política. La cual se da más en la Administración "autonómica" que en la nacional.

En definitiva, PP y PSOE, junto a otras fuerzas de tipo empresarial o ideológico, forman juntas lo que podríamos llamar "el Establecimiento". A Vox, le corresponde ser la auténtica oposición a ese conjunto de "los que mandan". Por tanto, es un error su reiterada pretensión de formar parte de los Gobiernos del PP.

Como digo, el PP sustituirá, pronto, al Gobierno del PSOE (con sus atrabiliarios afines) mas no acabará con las ominosas leyes de la "memoria democrática" y las que se derivan del ecologismo, feminismo y animalismo en su versión radical. Esa mezcolanza aparece dominada por un extraño acuerdo progresista. Pero, como la política aborrece el vacío, el hueco lo rellena, automáticamente, la oposición de Vox, poco moderada y más vocal que otra cosa.

El progresismo es lo que domina, hoy, en todos los cuarteles de la sociedad. Es un mundo en el que, por ejemplo, hay más mascotas que bebés. Pronto será más numerosa la población de lobos y jabalíes que la de terneros. Ni siquiera se darán muchos divorcios, porque se constituirán muy pocos casamientos. La Cuaresma ya ha desaparecido; se aproxima su sustitución por el Ramadán. En la enseñanza (mal llamada "educación") están a punto de desaparecer los libros, los exámenes y muchas de las clases "presenciales". En las Universidades (habrá cientos de ellas), lo que prima es el extenso abanico de "titulaciones". Dentro de muy poco, ya no habrá "inmigrantes ilegales", puesto que, realmente, no existirán las fronteras. Tampoco se encontrarán "drogas ilegales"; se habrán aceptado con ánimo terapéutico. La acción principal de la población activa no será la de trabajar, sino la de disfrutar. Lo malo es que todo eso forma parte del "progreso sostenible" o, mejor, de la "resiliencia".

Algunas de las novedades dichas yo no las veré culminar, pero caerán de forma inexorable, como si respondieran a una verdadera ley de la gravedad.

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