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Amando de Miguel

La cueva de Alí Babá

Carecemos de un dato público precioso. Cuánto se va, de nuestros impuestos, a pagar las vacaciones del presidente del Gobierno y de sus ministros.

Ni se sabe la amplitud y detalle del tesoro que contenía la cueva de Alí Babá. Pues algo parecido ocurre con los llamados Presupuestos Generales del Estado. Más bien habría que referirse a los Presupuestos Particulares del Gobierno, por la cuidadosa ocultación de ciertas partidas del gasto público. Por lo menos, son un misterio para las gentes del común. Daré algunas ilustraciones de lo conveniente que sería conocer el detalle de cómo se gastan nuestros dineros, los que van al Tesoro.

Sería del mayor interés que nos dijeran, por una vez, cuál es el volumen del parque de coches oficiales, en todos los escalones de la pirámide de poder. Permítaseme un recuerdo minúsculo. Hace algún tiempo tuve que dar una conferencia en una universidad de una provincia con cierta tradición intelectual. Cuál no sería mi sorpresa cuando la vicedecana de la facultad, que iba a presidir el acto, se excusó porque le había fallado el coche oficial. He estado de profesor visitante en la Universidad de Texas (San Antonio). El rector me invitó a comer en un buen restaurante para conocer mi plan de trabajo. El hombre llegó en su coche particular, pues el oficial del Rectorado solo era para actos oficiales.

Pongamos un asunto actual y grave. Este es el momento en que los contribuyentes (aunque nos llamen "ciudadanía") no sabemos cuánto dinero está suponiendo la atención a la pandemia del virus chino. Concretamente, no hay forma de saber cuánto han costado las dichosas vacunas, por qué tantas escaseces y cómo es que suben de precio por unidad. Es claro que se trata de un mercado de oligopolio, pero, por eso mismo, sería de gran interés saber lo que nos cuesta vacunarnos. Con el despilfarro general de las subvenciones a los chiringos de los amiguetes del Gobierno, bien valdría haber reservado una partida para promocionar una vacuna española.

Lo más perentorio sería averiguar si hay algún plan para poner nuevas dosis de vacunas ("de refuerzo", dicen) a la población española y cuánto dinero hay previsto para la operación. Nos dijeron que la inmunidad gregaria (de rebaño) se iba a conseguir con el 70% de la población adulta vacunada. Ahora insinúan que se necesita el 90%. No se sabe si ese añadido estaba presupuestado.

Tampoco se sabe nada del inmenso desembolso que hemos tenido que hacer los españoles de modo particular para proveernos de mascarillas y de pruebas de antígenos, o como se llamen. Sorprende que no sean considerados artículos que provea la Sanidad pública. Se podría sospechar que detrás de este gasto extraordinario está también la figura del oligopolio. Me conformaría con que se nos dijera la amplitud y distribución de tales gastos desusados. Alguien innominado ha hecho su agosto.

Carecemos de un dato público precioso. Cuánto se va, de nuestros impuestos, a pagar las vacaciones del presidente del Gobierno y de sus ministros. Sería más legítimo que cada uno abonara sus vacaciones de su peculio personal, que tampoco es una miseria. Esto de las largas vacaciones del equipo gubernamental es una herencia del franquismo, que, en este caso, no se incluye en la memoria democrática. Sería curioso saber el detalle de cuánto ha costado la reciente gira del presidente del Gobierno a los Estados Unidos, con un nutrido séquito. No hicieron ninguna visita a ningún funcionario federal, no ya al presidente de los Estados Unidos. Me pregunto cómo se puede justificar tal dispendio en los Presupuestos Generales del Estado.

Hay un dato secreto de un extraño gasto público. Me refiero a cuánto tiene que pagar el Fisco español a la Unesco para que declare un paraje o un monumento "patrimonio de la Humanidad". Un título tan rimbombante debe de costar mucho dinero, ya que proporciona buenos réditos turísticos al país favorecido. Es más, sospecho que se trata de una actividad comercial rutinaria, con la que se mantiene a la Unesco y a sus miles de funcionarios ociosos. Dada la gran demanda sobre el particular, cabe sospechar que circularán generosas mordidas, en dinero o en especie. Pero, repito, este asunto no es ya reservado sino secreto.

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