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Amando de Miguel

La venganza catalana

El idioma común de los irlandeses (y nadie les gana a nacionalistas) es el inglés, lo que ha convertido a Irlanda en una gran potencia económica y cultural.

El idioma común de los irlandeses (y nadie les gana a nacionalistas) es el inglés, lo que ha convertido a Irlanda en una gran potencia económica y cultural.
Manifestación de 'Somescola' contra el fallo del 25% de castellano en las aulas en Barcelona. | Europa Press

Estamos acostumbrados a percibir las noticias como sucesos, hechos ocasionales y discretos; a veces, incluso, aleatorios. Sin embargo, la realidad noticiable es, más bien, una trayectoria continua de hechos concatenados. Este es el caso, por ejemplo, del intento de orillar la lengua castellana (la común de los españoles) de Cataluña. Este es el verdadero "proceso" independentista; lleva operando, silenciosamente, desde hace más de una generación.

En los países europeos resulta normal que se hable un idioma común y, luego, distintas lenguas o dialectos regionales. Lo más corriente es el bilingüismo de hecho, por parte de muchos nacionales, pero, también, que la enseñanza de todo el país se realice, fundamentalmente, en el idioma común. España es una notoria excepción, al menos por lo que respecta a la región catalana. En ella, durante los últimos cuarenta años, los partidos dominantes han sido los nacionalistas o separatistas. No pretenden, como dicen, asegurar el bilingüismo, sino desplazar el castellano (hablado por la mitad de la población, más o menos), para quedarse con una única lengua, el catalán, considerada como "nacional". No se trata de sucesos discretos, anecdóticos, sino de una tendencia firme que no siempre se detecta bien. Realmente, es una pretensión imposible. Aunque el castellano no sea la "lengua vehicular" de la enseñanza, o no domine en la tele, no es fácil que desaparezca de la sociedad catalana. Razón de más para que los separatistas dominantes arrecien en su pretensión de erradicar de la región catalana la lengua común de los españoles.

Las autoridades de Cataluña (las políticas y las culturales) podrían haberse fijado en el modelo de Irlanda que, hace un siglo, luchó bravamente por su independencia. Claro es que las escuelas irlandesas actuales proveen de cursos para estudiar el gaélico. Desde luego se puede practicar y cultivar donde quiera que se tercie. Pero el idioma común de los irlandeses (y nadie les gana a nacionalistas) es el inglés. Gracias a ello, la verde Erín se ha convertido en una gran potencia económica y cultural. Tanto es así, que está a punto de superar la hegemonía del Reino Unido de la Gran Bretaña y el Norte de Irlanda.

En Cataluña, la situación es la contraria del modelo irlandés. No hay que llegar a ejercer la censura o la imposición lingüística. La sociedad catalana lleva cuarenta años expulsando profesionales y empresarios por el hecho de la discriminación lingüística en contra del castellano. En el fondo, se trata de una suerte de racismo, de odio étnico. Se basa en la pasada superioridad de Cataluña como núcleo fundamental de la industrialización española. Eso fue en el pasado. Hoy, la economía catalana ha entrado en franco declive. Lo cual lleva a una suerte de resentimiento colectivo en las huestes de los separatistas. Es lógico que desemboque en un movimiento de venganza respecto a los castellanohablantes, de desprecio de lo español.

En buena lógica, a las autoridades separatistas de Cataluña les interesaría que los escolares aprendieran bien el castellano, sin vacilantes porcentajes. Podría, incluso, plantearse la doble opción de unos centros escolares en castellano y otros en catalán. El castellano es una lengua "fuerte" de comunicación internacional y de suma utilidad. Queda dicho que el ejemplo irlandés puede ser un buen modelo. Sin embargo, no lo será para los catalanes mientras permanezca latente y se cultive el complejo racista del resentimiento y el lógico afán vengativo.

En definitiva, no hay nada que hacer respecto a la cuestión catalana, si no se alteran, radicalmente, los planteamientos políticos. Lo peor, que ese mismo esquema se contagie a todas las regiones españolas con dos lenguas: País Vasco y Navarra, Galicia, Valencia y Baleares. En cuyo caso llegaríamos a una verdadera esquizofrenia colectiva, al odio étnico como criterio de organización social.

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