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Amando de Miguel

Los iluminados jueces tudescos

Si esa va a ser la lógica jurídica de la Unión Europea, por favor, que la paren, que nos bajamos.

Los tres jueces provincianos de Schleswig-Holstein se han atrevido a sentar doctrina sobre la intentona de nuestro Puchdemón para alterar por la brava el ordenamiento constitucional español. Por lo visto, si la declaración de independencia de Cataluña no ha tenido éxito y no ha arrojado una gran violencia no constituye delito. Con tal sentencia, los magistrados de Kiel han enmendado la plana a los jurisconsultos del Tribunal Supremo de España. Los cuales no han dicho esta boca es mía.

Somos muchos los españoles que, sin llegar a ser nacionalistas militantes, nos hemos quedado sorprendidos e irritados con el auto de los magistrados alemanes. Si esa va a ser la lógica jurídica de la Unión Europea, por favor, que la paren, que nos bajamos.

Las extravagancias no acaban aquí, pues el jefe del Gobierno español considera "modélica" la declaración de los jueces prusianos. Seguramente ha querido decir el de Pontevedra que, mediante esa maniobra legulesca, queda zanjado el asunto de la problemática extradición del político catalán. Me parece a mí, lego como soy en cuestiones jurídicas, que se trata de una manifestación más del complejo de inferioridad que suelen adoptar los españoles ante la poderosa Alemania. Tras los jueces teutones se hallan algunos influyentes medios y ciertos políticos del gran país germánico. El asunto sería solo una pequeña anécdota si no ocultara una general actitud de desprecio racista por parte de los orgullosos teutones contra los meridionales españoles.

Me imagino la escena. No es inverosímil, dado que la unidad de la nación alemana cuenta con menos de dos siglos y solo ha podido sobrevivir con un sistema federal. En un futuro indeterminado, el Parlamento regional de Baviera declara solemnemente la independencia de ese land. Considerando la jurisprudencia de los jueces prusianos, tal desaguisado no sería delito de alta traición, ni siquiera de la baja. La enseña blanca y azul se añadiría, como una más, a la de los veintitantos Estados europeos. Se le podría superponer una estrellita. Por imaginar que no quede.

La loca de la casa me señala otro futurible aún más arriesgado. Bien pudiera ser que en las Islas Baleares se organizara un Partido Alemán para defender los intereses de sus nacionales, que allí son legión. Como esa corriente va a más, en unos pocos lustros podrían hacerse con la mayor parte de la propiedad inmobiliaria de las Islas. Dada la fragmentación política de las Baleares, no sería difícil suponer que el burgomaestre de Palma perteneciera entonces al Partido Alemán. Andando el tiempo, el Partido Alemán llegaría a ser hegemónico y hasta se atrevería a apoyar la independencia balear. Sería una táctica provisional. Cabría entonces que Baleares, dada la pequeñez territorial del archipiélago, pasara a ser una colonia o Estado asociado de Alemania. Nada de todo esto sería delito conforme al espíritu de los jueces tudescos. Se podría revitalizar la doctrina del espacio vital (el famoso y miserable Lebensraum) de Alemania para asomarse de esta forma al soñado Mediterráneo. La lengua propia de Baleares ya no sería el catalán sino el alemán. Permítaseme adjuntar un minúsculo recuerdo personal. Hace unos años en un hotel de Palma las instrucciones que figuraban en el ascensor venían escritas solo en catalán y en alemán. Me asombré entonces; hoy el letrero de marras me parecería verosímil.

Reconozco que mi ensoñación puede pecar de romancesca, pero me han dado pie para ella los togados de Kiel, que Dios confunda. Podrán, incluso, desdecirse, por razones de alta política, pero ya han sentado un precedente. Puede que esperaran las reacciones de los españoles. Ahí va la mía, aunque no sea registrador de la propiedad ni magistrado. Pero siempre podría hacer un máster para acercarme a esas dignísimas categorías, aunque al final no pasara de rábula.

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