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Antonio Robles

Antes de que sea demasiado tarde

C's nació para ocupar el espacio del PSC en Cataluña y convertirse en la bisagra de los distintos gobiernos de España antes que los nacionalistas.

C's nació para ocupar el espacio del PSC en Cataluña y convertirse en la bisagra de los distintos gobiernos de España antes que los nacionalistas.
La presidenta de Cs, Inés Arrimadas. | Jesús Hellín / Europa Press

Ciudadanos se muere. Desde que su líder decidiera no pactar con Pedro Sánchez para dar un zarpazo al PP y llegar a presidente de Gobierno, sólo ha cosechado derrotas en las diferentes elecciones. De 57 a 10 diputados en las generales del 2019 marcaron el inicio de la decadencia. Hasta el CIS de Tezanos le da sepultura con una intención de voto del 1,7% en su última encuesta.

C´s no debe desaparecer. Puede parecer extraño que lo sostenga quien lo dejó a los tres años de su creación después de haber luchado más de dos décadas por crearlo. Ni siquiera tiene ya en su ideario la cosmovisión ideológica que lo hizo posible, la mixtura entre el liberalismo progresista y el socialismo democrático. Se ha quedado en liberalismo progresista a secas. Aun así, es necesario.

Cs ha cometido muchos errores. El primero lo perpetró su presidente al pactar por su cuenta con "Libertas" para presentarse a las europeas del 2008, con una plataforma de partidos de ultraderecha patrocinada por el irlandés Declan Ganley. José Manuel Villegas encabezó aquellas listas del 2009. Albert Rivera suspiraba por una financiación prometida por el multimillonario que le permitiera sacar de su espacio político a UPyD. Promesa de 3 millones de euros que, para más inri, nunca recibió. El fracaso no fueron solo los 6.000 votos obtenidos, sino el hachazo a la huella ideológico-ilustrada de C´s que durante más de 20 años había ido sedimentándose en la larga y silenciosa noche de la Resistencia al nacionalismo. En esa silenciada e inacabable noche, un puñado de ciudadanos anónimos que se resistieron a ser meros súbditos, fueron empapando todas sus acciones de valores ilustrados, republicanos y cívicos.

Así se expuso en el primer discurso del Premio a la Tolerancia entregado a Iván Tubau en 1995 para conmemorar las 50.000 firmas del manifiesto "En castellano también, por favor": "Porque somos personas radicalmente comprometidas con el sistema Democrático, reivindicamos el concepto de ‘ciudadanos’ por hacer a los miembros de una comunidad iguales en derechos y obligaciones. Y rechazamos el de súbditos, porque hace a los hombres y mujeres, meros vasallos del poder"( 20/5/1995). Tal era la convicción de la Resistencia en el concepto de ciudadanía, que en 1997 fundó el partido "España, Constitución de Ciudadanos". Las dificultades por entonces fueron tantas que aún deberían pasar nueve años más para que en 2006 cuajara en "Ciutadans, partido de la ciudadanía".

Aquel primer error de Libertas provocó el abandono de Cs de dos de sus tres primeros diputados y miles de militantes, dejando el partido en las raspas. Estuvo a punto de desaparecer, pero la irrupción del procés lo revitalizó. La línea socialdemócrata fue a partir de entonces una mera imagen postiza. Su expansión posterior por toda España ya fue de la mano del liberalismo para sacudirse de encima la huella socialdemócrata en el Congreso de Coslada de 2017.

C´s había nacido para ocupar el espacio del PSC en Cataluña, y convertirse en la bisagra de los distintos gobiernos de España en lugar de los nacionalistas. Desde posiciones ilustradas y mentalidad abierta. Pero muy pronto dejó de importunar al PSC para ocupar el espacio del PP. Craso error, el PP, mejor o peor, era constitucionalista, pero el gozne del monopolio político de Cataluña era y es el PSC. Sin su colaboración, el nacionalismo nunca hubiera llegado a nada. Zapatero ganó la secretaria general del PSOE por los votos del PSC de Maragall. Iceta estuvo con Pedro Sánchez en sus peores momentos. Y a la vez con el nacionalismo. Imagínense si Cs hubiera hecho bien su trabajo. O si hubiera ocupado su espacio.

Ahora, en un intento desesperado por no desaparecer, quieren refundar el partido, incluso cambiar su nombre. Lo primero es adanismo ingenuo, lo segundo un suicidio y una traición a los ciudadanos de Cataluña. El mayor triunfo del nacionalismo.

Me explico: haga lo que haga Cs, sus votantes de Cataluña siguen tan humillados que votarán sólo a quien les garantice sin matices una oposición frontal al nacionalismo. O sea, votarán a Vox. Independientemente de si están de acuerdo o no con su ideario. De esa manera, el constitucionalismo y el imaginario de la nación española pasarían a estar representados por Vox. Y eso es lo peor que nos podría pasar. El nacionalismo habría ganado una vez más la batalla cultural y reforzado su hegemonía moral. Los cuarenta años de propaganda de una España franquista habrían quedado refrendados por las urnas. Aunque sea todo tan falso como una moneda de corcho.

Lo explicaré en detalle y con razones en el próximo artículo.

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