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Antonio Robles

Estamos dirigidos por mediocres

Huir de la excelencia, de la jerarquía, no nos hará iguales, sino mediocres.

Huir de la excelencia, de la jerarquía, no nos hará iguales, sino mediocres.
La ministra de Educación, Pilar Alegría. | EFE

Los últimos cambios en el sistema educativo representan el mayor desprecio a todo cuanto ha logrado el hombre en su lucha por la emancipación. Se han criticado las medidas. Con datos, estadísticas, evidencias. ¡Qué más da! Cuando la ideología sustituye a la ciencia, la degradación emocional de la tribu lo pervierte todo. Por ello, en lugar de rebatir lo evidente, lo contrastaré.

¿Se imaginan que impusiéramos el modelo actual de educación, basado en primar la mediocridad en nombre de la igualdad y a costa de la excelencia, al mundo del deporte, de la empresa, de la medicina, de la seguridad o de cualquier otra actividad social destinada a asegurarnos prosperidad y libertad? ¿Conocen a alguien que no busque al mejor cirujano o prefiera el hospital más competente cuando vienen mal dadas? No conozco ningún país que descuide criterios de excelencia en la selección de sus pilotos, ni empresa que deje en manos de mediocres su cuenta de resultados. Tampoco conozco Estado del Bienestar alguno que se despreocupe de sus ciudadanos más vulnerables y no vele por la educación integral y democrática de todos sus ciudadanos.

Toda nuestra vida está determinada por la jerarquía del conocimiento, de la habilidad, de la eficacia, del talento y del esfuerzo, pero nos empeñamos en disimular que tales virtudes no tienen cabida en el lugar más adecuado para desarrollarlas, la escuela.

Por lo que viene lloviendo desde la Logse, ya no es cuestión de modelo escolar, afecta a los fundamentos y valores que sostienen nuestras sociedades occidentales, infectadas por ideologías igualitaristas basadas en el lamento del pobrismo y la envidia social. La igualdad es un valor para lograr mayor justicia social, no para justificar la pereza, primar el parasitismo o la persecución de quienes se esfuerzan por alcanzar mayores cuotas de bienestar.

Desgraciadamente, en España ese campo abonado por los más mediocres se ha enmascarado tras el antagonismo de derechas e izquierdas. Pero cuando algo lo explica todo, acaba por no explicar nada. El modelo lo tenemos en nuestro actual Gobierno. Toda su política social consiste en primar a la España parasitaria de la subvención frente a la España productiva, una dicotomía más real que la España de derechas y de izquierdas. Como en un mal sueño, su empeño consiste en poner trabas burocráticas e impositivas a cualquier español laborioso que se esfuerza cada día por sacar su empresa adelante, cumplir con su horario laboral con profesionalidad o buscarse la vida actualizándose cuando llega el paro, sin esperar a que papá Estado subvencione estrategias pobristas. La renta mínima universal está bien para contextos de necesidades insuperables, pero estaría mucho mejor si estuviera condicionada a determinados criterios de compromiso laboral, que impidan a populistas y parásitos vivir del esfuerzo de los demás.

Lo peor de este modelo educativo basado en una renta mínima universal cognitiva introducida en el sistema educativo por la Ley Celaá y por los decretos de la ministra de Educación, Pilar Alegría, es que no sacarán de la mediocridad a las nuevas generaciones en nombre del odio al esfuerzo y a la jerarquía cognitiva. Pasarán curso, falsificarán sus currículums, pero sólo lograrán justificar el derecho a la apatía y a la irresponsabilidad. Nada bueno se logra sin esfuerzo. Y eso se lo estarán ocultando a niños a los que les espera un mundo competitivo y limitado que no regala nada a cambio de un mínimo compromiso. El mero derecho a la educación pública no les sacará de la mediocridad ni, por lo mismo, de su escasa emancipación política y sus magras expectativas laborales. Y al final los convertirán en resentidos sociales, incapaces de solucionar su propia existencia y prestos a complicársela a los demás.

Eso no es culpa suya, es del Gobierno social-comunista, que los habrá convertido en discapacitados cognitivos desde la escuela. Huir de la excelencia, de la jerarquía, no nos hará iguales, sino mediocres. Quienes pagarán el pato al final serán los hijos de las familias más humildes sin capacidad para neutralizar la decadencia escolar y la adolescencia de sus responsables.

El círculo se cierra, la ideología reaccionaria de la izquierda de hoy, que debería primar la excelencia de los más pobres como el mejor ascensor social para su clase, los condenará para siempre a la marginación social. Una manera sucia de seguir fabricando clientes.

PS: En memoria de Antonio Escohotado, un sabio que encontró en el conocimiento la condición de toda libertad.

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