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Antonio Robles

Feijóo, la empanada mental de la España plurinacional

El líder del PSOE y el del PP caen en el mismo error: creer, como la rana del cuento, que al alacrán se le puede amaestrar.

El líder del PSOE y el del PP caen en el mismo error: creer, como la rana del cuento, que al alacrán se le puede amaestrar.
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. | Europa Press

Vuelta la burra al trigo. La pulsión del PP de Alberto Núñez Feijóo por tejer una nueva complicidad, ¡una vez más!, con el catalanismo político sin tener en cuenta las consecuencias me recuerda la ignorancia demostrada por Pedro Sánchez en las primarias del 2017 cuando su compañero y contrincante Patxi López le soltó sin contemplaciones: "Pero a ver, Pedro, ¿tú sabes qué es una nación?". Y Pedro Sánchez expuso sus vergüenzas en público.

Aquel rifirrafe nos dejó una evidencia, el problema de los nuevos dirigentes del PSOE es que eran no sólo cómplices con el nacionalismo, también ignorantes. Y cuando se ignora cuanto hace falta para gestionar la pulsión identitaria por desconocimiento de su naturaleza estamos muy cerca de la ruina.

¿Ignora Feijóo la ratonera en que se ha convertido el término nacionalidades, introducido por los ponentes nacionalistas en nuestra Constitución ladinamente? ¿Se aclara el coordinador general del PP, Elías Bendodo, cuando afirma que "España es un Estado plurinacional" o cuando rectifica al día siguiente por obediencia debida? ¿Es consciente Feijóo de las consecuencias que tiene utilizar a la ligera conceptos como nacionalidad en su primer viaje oficial a Cataluña? ¿O es la misma ignorancia que demostró Pedro Sánchez cuando sólo se le ocurrió contestar a su compañero Patxi: "Pues es un sentimiento…"?

El líder del PSOE y el del PP caen en el mismo error: creer, como la rana del cuento, que al alacrán se le puede amaestrar. O lo que es peor, que se le puede engatusar, que fue el error que hizo Feijóo en su primer viaje a Cataluña y dio alas a ese indocumentado que tiene por coordinador general del PP.

Porque el problema no es que busquen cómplices peligrosos o planifiquen estrategias electorales para levantar a un electorado perdido en Cataluña, el problema de verdad es que nos dirijan políticos que ignoran la historia de nuestro país, los conceptos jurídicos básicos que fundamentan nuestro Estado de Derecho y las consecuencias de frivolizar con el lenguaje. Y eso da pavor.

Lo exponía con la evidencia que dan el conocimiento y la experiencia vivida Santiago Trancón en "Vigilar no es espiar": "Se hace política con las palabras, con la lengua. Imponer un término, dominar y controlar su significado, es imprescindible para ganar una batalla política". Y los nacionalistas son el mismísimo Satanás en el arte de manipular el lenguaje.

Que no se esmere Feijóo engolosinándonos con eso del "bilingüismo cordial", cuando es una sangrante realidad cotidiana la exclusión de la lengua española en Cataluña. ¿Qué cordialidad puede haber con quienes están conspirando para modificar la Ley de Política Lingüística y evitar así cumplir la sentencia de un mísero 25% de lengua española en la escuela?

El apaciguamiento, la cordialidad, no es una política de adultos, sino de suicidas o de cobardes. Las dos aptitudes han sido suficientemente demostradas a lo largo de estos últimos cuarenta años. El camino es la batalla cultural pendiente y no dada por ningún Gobierno de España. Como se cultiva el huerto. Pacientemente, dejando que el fruto madure y no te coma la maleza.

Por dos razones, la primera y principal, porque es lo democrático, lo eficaz y lo justo, la única manera de sanar nuestro país; y la segunda, porque si Feijóo cree que Cataluña es Galicia, el sopapo que recibirá de Vox será monumental. ¿Por qué?

Porque el constitucionalismo en Cataluña está desesperado. El PP ya está en las raspas por su política reiterada de multiapaciguamiento, y Cs por su traición a los principios que lo inspiraron. Y cuando un electorado está desesperado vota a quien le garantice su existencia o le asegure que combatirá a sus enemigos. Aunque no esté de acuerdo con el grueso de su ideología.

PS: Por si sirve de algo a nuestros padres de la patria, les dejo los dos modelos de nación precisados por Alain Finkielkraut: la surgida del romanticismo alemán como alma del pueblo y el concepto de nación como voluntad general.

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