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Cayetano González

Bochorno y vergüenza

El último responsable de todos estos dislates no es otro que Pedro Sánchez Pérez-Castejón.

El último responsable de todos estos dislates no es otro que Pedro Sánchez Pérez-Castejón.
Ione Belarra, en el Congreso. | Eduardo Parra / Europa Press

No se entiende muy bien el empeño de seguir llamando "Gobierno de coalición" a lo que no es ni una cosa ni otra. El espectáculo que día sí, día también da este supuesto Ejecutivo de coalición PSOE-Podemos produce no solo bochorno, sino sobre todo mucha vergüenza.

El último numerito protagonizado por la ministra Ione Belarra en un acto por la paz junto a los herederos políticos de ETA, Bildu, y a los golpistas catalanes de ERC es de los que se inscriben en ese marco del bochorno y la vergüenza. Partamos de la base de que es una desgracia democrática que un personaje como Belarra llegue a sentarse en el Consejo de Ministros. ¿No sería conveniente que una organización independiente estableciera unos mínimos de preparación y competencia para poder acceder al cargo de ministro, y evitar así el bochorno que produce ver a gente como la citada Belarra, Irene Montero o Alberto Garzón? Tres ejemplos de personas que tendrían un complicado encaje laboral en un puesto de nivel medio en cualquier empresa.

Belarra hizo un llamamiento a las movilizaciones masivas a favor del diálogo y tachó de "hipócritas" a quienes se "esconden" detrás de "proclamas" de apoyo al pueblo ucraniano cuando en realidad "defienden fuertes intereses económicos". La ministra debió rememorar sus tiempos en la universidad y procedió a la citada deposición intelectual, más propia de una asamblea estudiantil de medio pelo que de una reflexión mínimamente seria de lo que todo el mundo está viendo que está pasando en Ucrania.

Fue otra ministra del desgobierno de Sánchez, Margarita Robles, quien a las pocas horas contestó a su compañera en el Consejo de Ministros. "Ojalá la señora Belarra pueda convencer a Putin de que pare esta masacre en Ucrania", dijo la titular de Defensa con toda la razón, aunque resulte muy difícil de entender que una persona como Margarita Robles, con una consistencia política, intelectual y ética infinitamente superior a la de Ione Belarra, continúe formando parte de un Gobierno con esos compañeros de viaje.

Pero como el desgobierno de Sánchez no descansa en el ejercicio de dar espectáculo, este domingo el ministro de la Presidencia, se supone que enviado por su jefe, no tuvo mejor plan que irse a Barcelona a presentar sus respetos y sus excusas al Gobierno de la Generalitat, integrado por los partidos ERC y Juntos por Cataluña, para intentar calmar su indignación al conocerse que dirigentes de ambas formaciones habían sido espiados durante el periodo en que estaban intentando dar un golpe de Estado.

Parece de cajón que, si hay que dar una explicación de una supuesta actividad ilegal de los servicios de inteligencia, se hacer en la sede de la soberanía nacional, es decir, en el Congreso de los Diputados. Pero no, como Sánchez necesita de sus socios catalanes para mantenerse en el poder, prefiere mandar a su fiel Bolaños a Barcelona en actitud genuflexa y poner en duda la labor del CNI.

Convendría no perder de vista que el último responsable de todos estos dislates no es otro que Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Él fue quien optó por hacer la coalición con Podemos; él fue quien buscó con ahínco los apoyos de los golpistas catalanes y de los herederos políticos de ETA para su investidura; él es quien mantiene en el Gobierno a personajes como Belarra, sin hacer uso de la facultad que la Constitución le otorga de nombrar y cesar a los ministros. Con lo cual se pone de relieve, una vez más, lo urgente y necesario que es echar democráticamente a este personaje de la Moncloa para parar cuanto antes el inmenso daño que está haciendo a España.

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