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Cristina Losada

El retorno de la generación X

Igual que cuando se preveía la debacle de Bambi, se fantasea ahora con una transmigración de las almas del PSOE. Lo previsible, sin embargo, es que Rubalcaba I El Efímero termine en candidato kleenex y parta raudo hacia el basurero de la Historia.

La única aparición del difunto en campaña y a la vera del candidato tenía lugar en un mitin que se anunciaba como feliz reunión de varias generaciones de socialistas, más o menos lo que sucede en bodas y entierros. Así, como en las liturgias fúnebres, hubo loas y panegíricos. Últimas cortesías que sólo subrayan cierta evidencia: cuál es la generación socialista que ha tomado las riendas con la esperanza de evitar un apocalipsis mediante la evocación del génesis. Los padres fundadores han tenido que salir de sus retiros dorados para cerrar el cuarto de juegos de sus hijos políticos con ellos dentro. Aquellos a los que encumbró Zapatero han sido barridos de los escenarios como si no hubieran existido nunca. Y se les nota a los mayores el halo de satisfacción de los que se sienten necesarios y hasta vindicados. Son los del "ya lo veíamos venir". Y los que lo dejaron venir sin hacer nada.

"Generación tras generación", proclamaba el cartel. Y lo curioso es cuánto tenía de cierto. Cuánto se parecen unas y otras. Cuántas constantes permanecen en la ecuación generacional del PSOE. En el 82, por un azar que se hubiera dicho irrepetible, un grupito de arribistas, sin pasado relevante de oposición a la dictadura, sin currículo profesional, sin formación, sin experiencia gestora, sin ideología, si por tal entendemos un corpus coherente, teniendo sólo en su haber unas siglas históricas, recibió todo el poder como a quien le toca la lotería. Fue una carambola del destino. Y, sin embargo, no sería la última. Pues hay que recordar que meses antes de las elecciones de 2004, nadie daba un duro, ni dentro ni fuera, por el chiquilicuatre de León. Pero llegó el presidente por accidente y con él una generación idéntica en sus carencias a la anterior. Y eran lo más granado de todo lo que el partido socialista quiso mantener en sus filas.

Igual que cuando se preveía la debacle de Bambi, se fantasea ahora con una transmigración de las almas del PSOE. Lo previsible, sin embargo, es que Rubalcaba I El Efímero termine en candidato kleenex y el domingo por la noche parta raudo hacia el basurero de la Historia. Pero no espero yo que venga a ocupar su hueco un sucedáneo celtíbero de Blair. Amortizadas la X y la Z, ya solo les falta la Y (griega, of course). El último en salir –corriendo– que apague la luz.

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