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Cristina Losada

Grandes cerdos

¿Cómo se va a alentar a otras mujeres a denunciar si las famosas prefieren no dar nombres de acosadores poderosos? Las 'celebrities' no se atreven. Vaya ejemplo.

¿Cómo se va a alentar a otras mujeres a denunciar si las famosas prefieren no dar nombres de acosadores poderosos? Las 'celebrities' no se atreven. Vaya ejemplo.
Javier Bardem y Penélope Cruz, en la última edición de los Goya | Cordon Press

El otro día tuve la vaga intención de ver un rato La Sexta Noche. Quería ver qué decía el generalato del feminismo mediático sobre los jueces de Pamplona. Esperaba que hubiera allí al menos un par de coronelas y me intrigaba no tanto cómo lo dirían, que eso ya me lo sé, sino el qué. En concreto, qué dirían del juez del voto particular. Seguro que iba a ser el gran cerdo a sancochar. Pero resultó que cuando puse el programa lo que vi en pantalla fue a una pareja de osos copulando. Se veía también, aunque mucho menos destacado, al ínclito Revilla. Supuse que tenía algo que ver con los osos, pero no sé qué decía, porque yo a ciertos programas entro siempre con el sonido silenciado, por cautela. Ni eso me sirvió esta vez. A la vista de que los osos permanecían, cambié de canal.

Me perdí el momento estelar en que una tertuliana aseguró que el juez del voto particular "el único sexo que ha practicado ha sido con su mano y viendo porno". Deduzco por la cantidad de veces que han repetido el mensaje desde el Twitter del programa que esa fue la gran frase de la noche. El cerdo, en efecto, fue sancochado, aunque yo sólo viera a los osos, capturados por las cámaras en un acto para el que debería dárseles, pienso, cierta intimidad. Pero estamos en la ley de las audiencias, que es ley suprema del negocio. Según esa ley, que dictan los cortejadores de audiencias, éstas quieren ver tanto lo de los osos como a la Ley y a quienes tienen el encargo de aplicarla arrastrados por el fango. Así ocurrió, y con la ayuda del ministro de Justicia. Hoy en España el juez disidente es el enemigo público número uno del pueblo de la televisión (que diría Pablo Iglesias), si de ese puesto no le ha desbancado a estas horas el periodista Arcadi Espada.

He usado el término cerdo por lo de #BalanceTonPorc, el hashtag que en Francia hizo las veces del #MeToo norteamericano. Aquí se ha versioneado ahora, a raíz de la sentencia sobre La Manada, con el de #cuéntalo. El propósito declarado en todos los casos es que las mujeres pierdan el miedo y la vergüenza a hacer públicos los acosos, abusos o agresiones sexuales que sufrieron. La acción tendría una función pedagógica, que incluiría también la toma de conciencia sobre esos comportamientos masculinos. Se supone, por ejemplo, que en España hay pocas denuncias de violación y otros ataques sexuales porque muchas mujeres tienen miedo a no ser creídas y desconfían de la Justicia. Así lo manifestaban expertas en violencia de género, desde una fiscal a abogadas, en un reportaje. Las estadísticas, que sitúan a España entre los países con menos denuncias de esa clase no reflejarían, según ellas, la realidad. Yo no digo que no, pero el soporte de los datos falta.

No sólo falta el soporte de los datos. Faltan los grandes cerdos. En los Estados Unidos, las denuncias de mujeres del mundo del espectáculo se cargaron, entre otros, al productor Harvey Weinstein, poderoso, admirado y adorado por muchas estrellas. Hasta que no pudieron mirar para otro lado después de lo que se supo en octubre pasado. En los medios, las denuncias de periodistas famosas se llevaron por delante, entre otros, al jefe de Fox News, Roger Ailes, luego fallecido. Y en la música y en el deporte, lo mismo. Unas mujeres presentaron denuncias ante la Justicia y otras acompañaron con denuncias en Twitter. Cierto, la denuncia en las redes sociales tiene mayor riesgo de abrir la puerta a la difamación y a acusaciones injustas o falsas. Pero todo sea por la pedagogía. Por alentar a que se rompa el silencio ante esas conductas de hombres que aprovechan su posición de poder para acosar, abusar o violar a mujeres.

En España, nada. Unas cuantas actrices contaron que habían sufrido episodios de ese tipo, pero no dieron nombres. En la política, sólo una ex viceconsejera de Canarias ha denunciado un abuso sexual por parte de alguien que "aún tiene poder". Sin nombre. La razón: decirlo le cerraría aún más las puertas. Hay que elogiarle que sea sincera al explicar por qué no dice quién fue. Una concejal de Compromís de Valencia ha contado un abuso: de cuando era niña. En los medios, algunas tertulianas han aireado intentos en trenes o en ascensores, todo ello en otros tiempos y por tipos sin poder o sin nombre. De momento, toda la denuncia pedagógica se ha saldado en España sin que aparezca el nombre de ningún hombre que haya tenido o tenga poder.

No es muy pedagógico, si nos atenemos a la función que querían dar a esta acción quienes la promueven. ¿Cómo se va a alentar a otras mujeres a denunciar si las famosas prefieren no dar nombres de acosadores poderosos? Las celebrities no se atreven. Vaya ejemplo. A menos, claro, que aquí tengamos, en la industria del cine, en el teatro, en la música, en los medios y en la política, una ejemplar clase de hombres en la que no hay ninguno que se aprovecha de su posición para lograr favores sexuales de mujeres. Puede ser, aunque tengo poderosas dudas.

Pero si faltan grandes cerdos, esos que nadie osa nombrar, siempre se encuentran sucedáneos. El oportunista generalato ha dirigido, así, la furia contra el juez del voto particular. Ya es como si hubiera violado a la víctima. Ya es un pervertido. Ya es peor que los de La Manada. Y con eso le basta y le sobra a la pocilga televisiva. Aún tendrán el valor de vender el espectáculo soez como un aporte a la concienciación social.

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