Menú

Ni idiotas ni mayores

No he firmado lo del doctor San Juan, pero estoy con la causa. Lo estoy como estoy contra la estupidez.

No he firmado lo del doctor San Juan, pero estoy con la causa. Lo estoy como estoy contra la estupidez.
Carlos San Juan, con parte de las 600.000 firmas que ha recogido con su campaña 'Soy Mayor, No Idiota', ante el Ministerio de Economía. | Alberto Ortega / Europa Press

Nada tengo que objetar a la campaña del doctor San Juan, que ha recogido seiscientas mil firmas. Yo no he firmado, porque ya sólo firmo en mis artículos. Si alguna objeción puedo hacer es al lema, aunque pudo ser una de las razones del éxito. No es buena cosa, en todo caso, tomar a los "mayores" –nunca definidos con precisión– por los retrasados del nuevo mundo feliz ni identificarlos con los "analfabetos digitales". Algo así tiende a sumarse a los muchos desprecios que se hace a los viejos, al tiempo que se los trata oficialmente con una reverencia hipócrita. No hay más que oír el tono de los políticos cuando dicen, jabonosos, eso de "nuestros mayores". Mucho respeto proclaman, y más quieren sus votos, pero el hecho es que se los considera como a trastos inútiles, sin función social reconocida, destinados a vivir una suerte de segunda infancia irresponsable y aptos únicamente para juegos propios de guardería hasta que les llegue la hora.

Además, aquello es incierto. Es verdad que las estadísticas muestran que los menores de 24 años son los que más usan internet, aunque hay que ver para qué. Pero también indican que los niveles de renta y de formación son determinantes a la hora de acceder a eso que la política, y este Gobierno más que nadie, han entronizado como la digitalización, sin que logren explicar en detalle de qué se trata. Resulta que casi la mitad de la población española, los que se describen como obreros cualificados y no cualificados, hacen un uso de internet por debajo de la media. Y resulta que este amplio grupo coincide con los que tienen estudios secundarios o se han quedado en primaria. No es sólo el medio rural, con carencias de infraestructura. No es sólo el abuelito que no se maneja con el código QR.

No he firmado lo del doctor San Juan, pero estoy con la causa. Lo estoy como estoy contra la estupidez. Y junto al ahorro de costes, que será el móvil principal en el caso de las entidades bancarias, hay mucha tontería en este tipo de asuntos. El cúmulo de la tontería planetaria lo suelen recoger y reflejar de forma admirable los productos que elabora el márketing. Ahora, por ejemplo, quieren que la oficina bancaria no parezca una oficina, sino un lugar de relax, donde ya no conoces a nadie pero te invitan a tomar un café. Vale, pues yo, salvo causa de fuerza mayor, no pienso entrar en ese juego. Soy demasiado exigente con el café, pero sobre todo quiero que un banco sea un banco y parezca un banco, no una suerte de spa financiero.

La campaña del doctor ha puesto el foco crítico en el sector bancario, pero si pasamos a la Administración el problema no es menor. Un informe de hace un par de años recogía que casi un tercio de la población no sabía cómo comunicarse con ella por medios electrónicos. Y aunque lo supiera. Comunicarse por tales medios con ciertos sectores de la Administración es como sacarse una muela sin anestesia. Al final sale, pero con qué dolor. Esto no va de idiotas ni de mayores. Hay todo un mundo fuera de la burbuja de la digitalización, y el que no lo quiera ver que se atenga a las consecuencias.

En Tecnociencia

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal