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Cristina Losada

Syriza no juega sólo al 'Grexit'

Al gobierno alemán no le saldría gratis, en términos políticos, ceder a las demandas del gobierno griego.

Al gobierno alemán no le saldría gratis, en términos políticos, ceder a las demandas del gobierno griego.

El gobierno griego no rebaja su confrontación con Alemania. Recordarle a Alemania su pasado nazi y rememorar la ocupación nazi de Grecia se ha convertido en uno de los deportes favoritos de Tsipras y sus ministros. El parlamento griego acaba de formar una comisión para estudiar cómo reclamarle a Berlín reparaciones de guerra y la devolución de las obras de arte expoliadas. Esto, ciertamente, no es novedoso, pues todos los gobiernos griegos lo han hecho, pero ahora viene en un contexto. Uno trufado de declaraciones hostiles o, al menos, poco diplomáticas y de advertencias como que Grecia puede ser la puerta por la que lleguen sin controles a Alemania inmigrantes ilegales y yihadistas. Todo ello, claro, en el macrocontexto de la negociación europea sobre el rescate de Grecia y sus condiciones, en la que Berlín funge de poli malo.

La actitud agresiva, aun puramente retórica, no parece la más indicada para lograr un buen ambiente negociador con el socio europeo determinante. Uno no ablanda a sus acreedores tratándoles de forma que puedan considerar insultante. Entonces, ¿cómo es que Atenas hace justamente eso? ¿Para consumo interno, a fin de mantener viva la idea de que la postración económica de Grecia es culpa del exterior y de Alemania, en concreto? ¿Para compensar la distancia que Syriza ya ha tenido que tomar respecto de sus promesas electorales? Puede. Como también puede ser fruto de la torpeza. De la falta de rodaje en el complejo, lento y engorroso mecanismo negociador de la Unión Europea, al que llegan como novatos.

Cualquiera de estas hipótesis es verosímil, pero hay otra un tanto más retorcida que permitiría explicar que Atenas haya optado por tensar la relación con Berlín. Recuérdese, de entrada, que los rescates tienen un coste político no sólo para los gobiernos de los países deudores, también para los gobiernos de los países acreedores. Menor en estos últimos, sin duda, pero significativo. Tanto que en Alemania la opinión pública se muestra cada vez menos favorable a contribuir al rescate de países que no considera fiables, como Grecia, y hay voces y votos disidentes en el propio partido de Merkel.

Así las cosas, al gobierno alemán no le saldría gratis, en términos políticos, ceder a las demandas del gobierno griego. Pero también le sale caro prolongar una situación empantanada en la que sobresale la pugna con Grecia. Eso sólo puede enervar a una opinión pública alemana recelosa, y propiciar las tendencias al euroescepticismo y la eurofatiga. La retórica antialemana de Atenas echa leña a ese fuego. En definitiva, sirve para hacerle más costoso políticamente a Berlín mantener el pulso. Aún más, la vía del enfrentamiento con Alemania que ha tomado el gobierno griego puede conducir a que allí crezcan los partidarios no ya de que Grecia se vaya del euro, sino de que se vaya Alemania. Que es, como dijo Varoufakis en 2011 y reafirmó recientemente, el único país que puede salir de la moneda común sin sufrir graves daños. Igual resulta que el gobierno griego no está jugando sólo al Grexit.

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