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Daniel Rodríguez Herrera

El problema del islam no es el terrorismo

Si no estamos consiguiendo que Europa reforme el islam, al menos no deberíamos agrandar el problema mediante la importación de más musulmanes.

Si no estamos consiguiendo que Europa reforme el islam, al menos no deberíamos agrandar el problema mediante la importación de más musulmanes.
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ETA mató mucho y duramente mucho tiempo.Pero aquello estaba lejos de ser el único problema que presentó a la sociedad española. También estaban los aproximadamente 200.000 hijos de puta que elección tras elección votaban al partido de la banda terrorista con cualquiera de los pseudónimos que fue adoptando a lo largo de los años. Eran ellos los que les servían de legitimación, de coartada, de cantera, de promoción, de justificación. No empuñaban las pistolas, pero disparaban el "algo habrá hecho", el "hay que acabar con la represión", el "hay que solucionar el conflicto". Y junto a ellos, los cientos de miles más que recogían las nueces y justificaban que se agitara el árbol. Sin su existencia, ETA habría corrido la misma suerte que el Grapo. Son todos ellos cómplices de sus crímenes. En mayor o menor grado, pero todos lo son. Sin excepción.

Del mismo modo, el islam también tiene sus propios círculos del infierno. En el centro, el más pequeño, el de los terroristas de Al Qaeda, el de los soldados del ISIS o Boko Haram, el de los talibanes. Son los fanáticos que están dispuestos a matar y morir por imponer el islam y esperan encontrarse con sus huríes en el paraíso por ello. Son relativamente pocos, pero, claro, cuando una religión tiene más de mil millones de seguidores, un porcentaje pequeño termina siendo suficiente para montar ejércitos y conquistar cosas, no digamos ya matar a unos cientos de personas al año en Europa. Existe un círculo más numeroso, que son los que quieren imponer la sharia en Occidente, los que se manifiestan en las calles de Londres justificando que al infiel se le corte la cabeza pero no lo hacen personalmente. Los batasunos de la yihad.

El problema está sobre todo en el siguiente círculo, ese que, según las encuestas, es el mayoritario entre los musulmanes con los que convivimos en Occidente, y que ya no podemos llamar ni islamismo ni yihadismo, sino simplemente islam. El que cree que la mujer está por debajo del hombre, que hay que castigar la homosexualidad, que los dibujantes de las viñetas danesas deberían estar en la cárcel, etc. Los PNV y EA del islam, para entendernos. Y como son la mayoría de nuestros musulmanes, y como cada vez hay más en Europa, ha crecido en muchos europeos la conciencia de que deberíamos hacer algo. Y como los partidos de la élite se limitan a enterrar la cabeza en el suelo y descalificar como islamófobos a quienes señalan con el dedo, en los países donde hay suficiente inmigración musulmana y políticos inteligentes han nacido partidos que recogen esa alarma y ese descontento, creciente sobre todo en los pueblos y barrios donde realmente tienen que convivir día a día con esta realidad. Si llamas fascista, racista y xenófobo a todo el que se preocupe por las consecuencias de la inmigración musulmana, al final tendrás a la extrema derecha con millones de votos que hubieran podido ir otro tipo de formaciones políticas.

Desgraciadamente, nos encontramos ante un problema de difícil solución, si es que la tiene. Si la demografía continúa como hasta ahora, quizá vivamos en unas cuantas décadas en una Eurabia donde los derechos y libertades que disfrutamos hoy sean un recuerdo de viejos. Porque la única forma de que esa inmigración no destruya Occidente es asimilando a los musulmanes, logrando que cambien su cultura y combinen su religión con nuestras libertades. Es algo que no hemos hecho nunca, porque el cristianismo evolucionó mano a mano con la sociedad durante siglos y no hizo falta ningún shock cultural repentino. Y si vemos cómo nos ha ido en ese frente hasta ahora en los países con varias décadas de inmigración musulmana no hay mucho motivo a la esperanza.

Parece de sentido común que si no estamos consiguiendo que Europa reforme el islam, al menos no deberíamos agrandar el problema mediante la importación de más musulmanes. Y la reforma nunca llegará si se prohíbe la crítica, ya sea mediante leyes como la que planea Trudeau para Canadá o mediante esas condenas políticas y sociales que enfurecerían a los mismos que las dictan si se aplicaran a quienes no ya critican, sino hacen mofa y befa del cristianismo. Mucho se ha hablado de la fobia que tiene Geert Wilders al islam. Mucho menos que lleva doce años viviendo escondido sin dormir dos noches seguidas en el mismo lugar. Si eso no le hierve la sangre no es usted muy distinto de los recogenueces.

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